Almas Gemelas

6. ¿Le da igual?

Aitana.

Me levanto de muy buen humor, y con nervios de saber que va a pasar el día de hoy. 

Ayer, luego del beso, ambos huimos, nadie fue capaz de verse a la cara, por lo que no se en que términos estamos, se que todavía sentimos algo por el otro, el beso de ayer me lo confirmo. Sin embargo, no se que planea hacer él y no se como reaccionare a eso.

— ¡El desayuno! —escucho el grito de papá desde el primer piso. 

Salgo de mi habitación, y bajo hasta la cocina, donde ya están Sofía y Aina desayunado. Me siento al lado de mi hermana gemela y papá me entrega el desayuno. El cual es el favorito de Sofía, café y panecillos. 

—Ayer hablé con el agente —empieza hablando papá, haciendo que las tres paremos el desayuno —. Se confirmo que Edward esta vivo. 

Agradezco estar sentada, o sino ya estuviera en el suelo. Miro la cara de papá y no parece ser ninguna broma, por lo que no se que decir. Había una gran posibilidad que lo estuviera, pero en todos estos meses nadie nos ha dicho nada acerca de eso. 

—Al parecer Ava lo declaro. Ha vivido con ella desde que tuvieron el accidente —Juega con sus manos. Estos temas lo ponen nervioso, no siempre sabe que hacer o que decir —. Solo espero que de verdad lo encuentren pronto, y este de regreso.

Todas tomamos sus manos y la apretamos. 

Es su hijo de quien habla, el orgullo de la familia, el único niño y la mejor persona de esta casa. Para papá Edward era el hijo que el tanto quería tener; y con esto no quiero decir que no nos quiere a nosotras, solo que Edward fue el primer reto para él y mamá. Y a quien ahora tenemos que buscar la forma de encontrar. 

—Él estará de nuevo con nosotros —lo alienta Sofía —No se que haya pasado, no se que lo ha llevado a no volver. Pero Edward es fuerte, y por lo que sea que haya pasado, va a regresar. Los buenos hijos siempre vuelven a casa.

—Gracias —Se levanta, rodeando la isla, para venir hasta donde estamos sentadas, donde nos abraza a las tres —. Doy las gracias a Dios por regalarme la bendición de ser su padre, el padre de Edward, y que ustedes tengan en su sangre el rastro de una de las mujeres más increíbles del mundo —Se me aguan los ojos —. Ella las amo mucho, nunca se les olvide eso, ella hubiera dado mil veces la vida por ustedes, y si yo hubiera tenido la oportunidad también los hubiera salvado ese día.

—Te amo, papá —decimos la tres y nos apegamos más a él. 

—Y vamos a encontrar a Edward —dice Aina, y todos asentimos. 

Mamá nos esta cuidando desde el cielo, pero todavía tenemos la esperanza que Edward este vivo, que pueda volvernos hacer sonreír por cada estupidez que haga, o por el simple echo que él este presente. 

Pronto te veremos de nuevo.

***

Me bajo del auto con Aina, y nos despedimos de la rubia.

Papá ayer le llego con el regalo del auto, ya que paso la prueba de conducción y solo faltaba el auto, obviamente le dio mil indicaciones, que tuviera cuidado con aquello y así. Pero Sofía estaba más que feliz, hasta llamo a Mateo con tal que este se subiera a su auto para estrenarlo. 

Al entrar al instituto, me sorprendo al ver como los primeros pasillos están vacíos.

—Es ella —escucho que murmura un grupo de niñas, no se bien a quien se dirije pero es a alguien de Aina y yo. 

Antes de llegar a mi taquilla, me llevo la sorpresa de ver a un montón de alumnos allí, o cerca de esta. 

Volteo a ver a mi hermana, quien esta igual de confundida que yo. Ambos nos tomamos del brazo y empezamos a caminar hasta allí, un chico que nota que llegamos me señala y empieza a murmurarle a los demás, sintiendo un nudo en mi garganta abro paso para que me deje ver que esta pasando. Al hacerlo, me encuentro con mi casillero, pero no como siempre, tiene una foto de mí, y no en cualquier persona, con Maro. 

En esta nos estamos besando y arriba dice: "¿Lo molestabas para demostrarle tu amor?"

Recuerdo ese día tan frescamente. Tenía diez años, para ese entonces era Maro quien me molestaba a mí, y se burlaba de mi forma de vestir. La cual era busos anchos y más deportivos, no me gustaba andar de vestidos o algo parecido tan femenino. Ese día me mancho la camiseta de mi equipo favorito de basquetbol, y me puse a llorar; él en su intento de hacerme callar, me beso. Y en ese preciso momento alguien tomo la foto. 

No es que sea algo malo, solo que fue un de esos momentos que Maro si se preocupo por como me sentía. Y hasta me limpio mi camisa. 

—¿Acabaron con esto? —pregunto generalmente, piensan verme mal, pero yo soy fuerte — ¡¿Qué si ya acabaron?! —siento como Aina me aprieta el brazo. 

—No, Aitana —Se abre entre la gente Kanti con María, quien me miran como si fueran lo más grandioso del mundo —. Solo que es bueno que las personas sepan quien eres tu. Es bueno que sepan que eres un maltratadora, una hipócrita —recalca tanto las últimas palabras, que si no fuera porque Aina me sostiene fuerte, ya me le hubiera ido encima. 

— ¿Quién te crees que eres? —pregunta con enojo Guzt, llegando con los chicos, quienes se paran a mi lado —. Si nos ponemos a ver, y empezamos a tener cerebro. Tu estas haciendo lo mismo que nosotros hace dos años. ¿Qué te quita a ti lo maltratadora? —Ella no contesta, y es porque le tiene miedo a Guzt — ¡Responde! —silencio — ¿Ves? Tienes una lengua demasiado venenosa, y deja de preocuparte por lo que haga Aitana, no debes mostrar tanto la envidia que le tienes, disimula un poquito —le sonríe, y camina hasta mi casillero, donde toma el papel y lo hace bolita, para luego tirárselo a la cara —. Madura de una vez por todas. 

— ¡La función se acabo! —grita Hongi —  ¡Tengan una vida propia!

Todos se van hacer las cosas que deberían estar haciendo. Cuando caigo en cuenta, tengo mis manos enterradas en las palmas de mis manos y Pelto lo nota. 




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