Aitana.
—Santiago, suéltalo —pide Aina, mientras con Pablo trata de quitarlo de encima de papá.
—Hermano, déjalo. Mamá ya viene y ella nos va a explicar —habla Pablo, tratando de tranquilizarlo.
—¿Qué esta pasando acá? —pregunto.
—Aitana… —pronuncia papá, pero sin poderme voltear a mirar —, mira, Santiago, de verdad suéltame y vamos hablar esto de la forma correcta. No voy a permitir que me faltes al respecto; entonces suéltame.
—No, señor Mark —lo apega más a la pared, que temo por él y por el cuadro que está ahí arriba de su cabeza —. Se lo voy a dejar muy en claro, no quiero que ustedes dos se involucren.
—No es tu decisión.
—¡Claro que lo es! —exclama, sobresaltándonos —. Es mi madre y no voy a permitir que le haga daño.
Me volteo a mis espaldas, para ver como entra Mateo con Sofía, ambos me miran para que les explique, pero ni yo se que ocurre.
—Santiago… —musita Sofía al ver la escena — ¿Por qué lo tienes de esa forma? Suéltalo.
—¡No!
La situación no es para nada tranquila, primero Santiago tiene del cuello a papá contra la pared, sin querer dejarlo ir. Ahora bien, Sofía y Santiago se hablarían por primera vez en meses y no precisamente por la situación como corresponde.
—¡Santiago! —la voz de Elena llega a la casa, y es la siguiente en pasar por la puerta. Dejamos que pase y al ver lo que ocurre, se pone muy molesta. —Haz el favor y suéltalo —ordena, pero no hace caso — ¡Ya, Santiago!
Él lo hace, pero sin apartarse de él. Papá se soba el cuello y da unas bocanadas de aire.
—Bueno, acá es donde nos explican lo que sucede —hablo, con toda la intención de que expliquen.
—Que ahora su padre se pone de viejo verde —Papá aprieta su mandíbula, eso no le gusto —. Y que ahora cree que por mi madre ser su secretaria, entonces debe propasarse. O peor aún, ponerse a dárselas de conquistador.
—Las cosas no son así.
—¿Entonces cómo son? Porque lo único que yo veo acá, es un amor clandestino y encima nos mintieron. Ambos —se gira a señalar a su madre.
—¿Ustedes dos están juntos? —pregunta Sofía.
Y ahí es donde caigo en cuenta que ambos habían estado desaparecidos durante varias noches, porque Sofía ha dicho que Mateo le ha contado que su madre también sale en la noche, luego de estar con ellos un rato. También he escuchado como habla con alguien en altas horas de la noche, y todo tiene sentido.
Papá esta con Elena.
—Si —nos confirma Elena.
Quisiera ver la reacción de los demás, pero solo me concentro en como me siento. Yo se que ambos merecen ser felices, pero acá hay mucho en juego, no solo que no funcionen, sino como esto nos puede afectar a nosotros.
Sin embargo, solo puedo hacer un análisis de papá en estos últimos meses. Y es que de cierta manera ha estado tristes, pero por las mismas razones de siempre; luego ha estado como más bien consigo mismo, es decir no tiene como ese estrés que suele tener. Lo que me duele, es que no nos contara y que precisamente sea por esta situación.
—No acepto esto —habla Santiago, y noto lo dolido que esta —. Yo no quiero que ella vuelva a llorar por un hombre, no quiero que nadie se sienta con el derecho de hacerla sentir menos, ni mucho menos que levante la mano hacía ella.
—Eso nun…
—Se lo digo, señor Mark, yo me niego a esto, y donde le haga daño, no respondo.
—¿Por quién lo tomas? —sale a defenderlo Sofía, ya molesta por lo que acaba de decir de papá —. No porque tu padre sea quien es, quiere decir que el nuestro lo sea. No los compares.
Ambos empiezan un duelo de miradas.
—Quien sabe, y termine sorprendiéndonos, golpeándola o que se yo.
—Pues si hablamos de eso, entonces tu madre también podría ser una bruja, y tampoco merecedora de él…
—¡No más! —grita papá, haciendo que ambos se callen.
—Vámonos, con ustedes no sirve para nada ser sincera —una lágrima recorre por las mejillas de Elena —. Quise hablarlo de la mejor manera, pero no quisiste, esta bien. Pero ahora deja que él se quede a explicarles a sus hijas, mientras que ustedes me recriminan el poder ser feliz.
—¿Él es tu felicidad? —señala a papá.
—Si, Santiago. Y de eso estoy segura.
Y de esa manera, Pablo sin despedirse se marcha detrás de Elena, mientras que Santiago sigue observando a Sofía, no se quizás para ver como no era la manera en que deberían hablar.
—Está advertido —dice sin mirarlo, y se marcha, pasando por mi lado. Y llevándose a Mateo junto a él.
—¿No confías en nosotras? —inquiere Aina, mientras se abraza a sí misma —. ¿Qué te llevó a creer que esto sería mejor?
—Estoy cansando —cierra los ojos, mientras se pasa las manos por la cara —. Yo de verdad quiero empezar de nuevo, de verdad no quiero esperar a una persona que está muerta y nunca más va a volver. ¿Está mal hacerlo?
—No, no está mal. Pero eso sigue sin responder la pregunta de Aina —Me siento cansada, no pensaba que al llegar a casa sería lo que me esperaba.
—Ya no confío, ya su hermana mayor me demostró que ustedes no confían en mí, y que yo no debo hacerlo en ustedes.
Con eso se marcha, sin explicarnos y solo diciendo eso.
—Esto es una mierda —Sofía camina hasta el sillón y se deja caer en este —. Ellos dos juntos y ahora que él no confía en nosotras. Linda forma de terminar esta noche.
—Eso no es del todo cierto —habla Aina, quien se sienta en el suelo, en medio de dos de los sillones —. Papá no creo que se refiera a eso, siento que piensa que lo íbamos a impedir o algo. Él mismo nos ha enseñado a no compararnos, y miren ahora, acaba de compararnos con Layla.
—Tal vez lo somos, somos egoístas con él —afirmo. ´
Y de alguna manera, sé que siempre lo hemos sido, siempre hemos sido egoístas con él.
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Editado: 20.05.2021