Almas Gemelas

13. La cena.

Aitana. 

Me reviso por última vez en el espejo, antes de ir hasta el cuarto de Sofía dónde está peinando a Aina. 

Hoy es la cena en casa de los Collins, donde nuestros padres van hablar sobre la relación que llevan. Las cosas con papá siguen tensas, pero ya por lo menos tratamos de no tocar el tema, porque esperamos hasta el día de hoy.

—Tengo nervios —comenta Sofía, terminando con Aina —. Se siente como si fuéramos a tener una madrastra o algo parecido. 

—Es cierto. No sé cómo sentirme al respecto, estamos tan acostumbradas a que todo sea junto a papá y con el recuerdo de mamá —añade Aina —. Pero la señora Elena es muy amable con nosotras.

—Yo menos, y me siento algo raro al respecto. Es mucho mejor que las locas que han cruzado esa puerta queriendo tenerlo a él —les recuerdo. 

No es que en todos estos años papá nunca haya tenido a alguien, supongo que en realidad ha tenido relaciones clandestinas y hasta por eso algunas mujeres han llegado a la puerta de nuestra casa, creyéndose el amor de su vida. 

No hay que negar que todas somos muy celosas con él, en especial Layla, pero viendo que no está acá, nos toca hacer lo mejor para papá. Si Elena lo hace feliz no voy a tener problemas por eso, pero si no, no se lo voy a dejar fácil. Y estoy segura que mis hermanas tampoco. 

—Niñas —Volteamos a ver a papá en el marco de la puerta —. Les traje esto —Camina hasta donde estamos y nos pasa unas chocolatinas. 

Nos miramos entre las tres y presiento que esto nos recordó a alguien. Es el dulce favorito de Layla.

—¿Estás nervioso? —pregunta Sofía, quien termina por sentarse en su cama.

—Mucho —confiesa y se abanica el rostro —. Me siento como hace años, cuando fui a conocer a sus abuelos, porque para mi es casi lo mismo —Todas prestamos atención —. Ellos son menores que yo, pero son los que protegen a Elena y es normal, no los juzgo. Solo que no quiero hacer las cosas por las malas. Ninguno de los dos es un niño, nadie está obligando a nadie, y hay esta el punto. Tampoco estamos pidiendo permiso. 

—Y si es lo que quieres, nadie va a decirte que está mal —le dice Aina —. Mereces ser feliz, y Elena me agrada. Si, todas sabemos que muchas mujeres que has traído las hemos espantado. 

—Su hermana —añade. 

—Bueno, sí, en especial Lila. Pero el punto es que te queremos y si esto te hace feliz, nadie lo va arruinar.

—Ahora, vámonos a la cena —No invita a unirnos a un abrazo, y eso hacemos —, por favor, bien comportadas.

—Como siempre —le asegura Sofía, pero en realidad todos sabemos que en esta cena todo se puede salir de control. 

Todos salimos de la habitación, y llevando abrigos, salimos a la casa de al lado. 

Respiro profundamente, antes de llegar al lado de los demás para que alguien nos abra la puerta. Soy muy consciente que Austin y yo estamos en malos términos, pero es que, ¡joder! Él es que cree que puede venir y deshacer lo que quiera, cuando quiera y como quiera, y no puedo permitir que Austin tenga ese poder, puede ser muy la persona que me gusta y la que quiero, pero no cambia el hecho que yo estoy primero que todo. 

Dije lo que Simón, porque se que siente celos cuando me ve con él, además, se que le molesta que sea precisamente él. Austin no le cabe en la cabeza que yo pueda estar con una persona tan diferente. Y si, es cierto, Simón y yo, somos polos opuestos, mientras él acostumbra a vivir para el otro día, yo solo lo hago para el mismo día. No quiere decir que quiero utilizarlo, no. Solo quiero que Austin tenga su merecido. 

Por otro lado, no le he comentado de esto a Simón, y eso que ya ha escuchado sobre esos comentarios sobre que somos algo, que no dice nada es diferente. 

La puerta se abre y de ahí, abre una chica, muy nueva para mí. 

Su cabello rubio, con las puntas de color rosa y crespa, que le llega hasta la mitad de sus brazos, su cuerpo es de contextura delgada, ahora bien, su cara es una cara mas bien redonda, su nariz es puntiaguda, las cejas son claras, sus pestañas son rubias, que casi no se le notan. 

Es… simpática. 

Ay, no, Aitana. 

Deja de hacer estas comparaciones que, si una persona es guapa o no, todos somos perfectos. 

No entiendo por qué hago esto últimamente tanto, es bonita y punto. 

—Buenas noches —saluda muy amablemente, nos brinda la mano a cada una y se la estrechamos —. Pasen, los chicos están en la sala. 

—Que pena la pregunta, pero, ¿quién eres? —pregunta sutilmente la rubia, mientras entramos a la casa. 

Se que en el fondo pregunta, por si es alguien que debe de tener cuidado a la hora de ser algo de su novio. Si, quien la viera, es demasiado celosa, agradezco que no sea mi novia. 

Eres peor que ella.

—Siempre se me olvida presentarme —nos sonríe, y empiezo a preguntarme si es que nunca para de sonreír —. Soy Mar, y soy la novia de Santiago. 

—No eres su novia —le contesta con diversión Pablo, quien llega a la entrada para abrazar a Aina. 

Papá carraspea, lo que hace que se tenga que separar de ella. Pero esta vez sin dejarse intimidar y mandando una mirada de hijo celoso.

Se que ellos cuatro no se la van a dejar fácil a papá, entonces el punto es, de que papá se tiene que lucir y callarles la boca. Porque sinceramente, Mark Jones, no se parece nada al delincuente del padre de los chicos, y con todo el dolor, ellos lo deben aceptar.

—¡Mark! —exclama, entusiasmada y a la vez nerviosa Elena, quien sale de la cocina —. Pasen a la sala, ya sirvo todo con Mar, para cenar. 

—Yo te acompaño —se ofrece, mientras huye de la realidad. 

Me rio por la actitud de papá, mientras que nosotras tres caminamos hasta la sala, donde están los chicos, discutiendo sobre algo. 

—No te vas a poner de esa manera —habla Mateo, quien amenaza con su dedo anular a Santiago —. Te vas a tranquilizar, si no quieres que yo mismo te de unos golpes. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.