Simón.
Me gustaría serle sincero completamente, pero se me es difícil cuando una parte de mi duda en hacerlo. Se que debería decirle quien soy, se que ella merece eso. Sin embargo, el niño que ella conoció viene a mi mente y se que la imagen es muy diferente.
Soy quien solía tener una gorra siempre para tapar su piel del rostro ante cualquier rayo del sol, quien no podía mostrar más que sus ojos y él que le tocaba siempre ser el cuidado de su familia. Mi enfermedad es algo extraña, se deriva de la Xerodermia Pigmentosa —XP—, que ocasiona que mi piel sea muy sensible al sol, y aunque con los tratamientos y con constantes cirugías he podido hacer que mi piel sea mucho más normal. Aunque todavía tenga estrictas recomendaciones de no exponerme tanto al sol, por eso suelo solo estar en casa, en el colegio y en el trabajo, no soy de salir a pasear o cosas así por eso mismo.
Ahora me veo como una persona normal, pero en su momento muchas personas me señalaron por eso, llamándome raro y defectuoso; siempre trate de ignorar esos comentarios, pero en algún punto te llegas hartar de ellos.
Conocí a Aitana desde muy pequeño y aunque siempre me miró diferente, no lo hizo de una forma en la que me rechazara, al contrario, era una de esas miradas que te hacen sentir en casa, en confianzas y muchas cosas más.
Por ese mismo motivo cada año en verano cuando mi familia viajaba a California me sentía tan bien, porque además de mi familia había más personas que me querían.
Por ejemplo, sus hermanas siempre me hicieron sentir que afuera de mi no llevaba esa gorra o algo, me trataban igual que Alan. O cuando mi madrina me daba cariño sin tener a que algo de mi enfermedad le afectara —Porque si, muchas personas pensaban que era una enfermedad contagiosa—.
Y cuando ella murió no solo dejó el vació en su familia, también lo hizo para nosotros, en especial para mi madre, era como si Iveth se hubiera llevado algo de ella. Y de ahí la volví haber unos años atrás en una de las ceremonias que le hacen cada año a ella y a Edward, en eso nunca la familia de los Jones se dio cuenta que fuimos, ya que mi madre prefirió solo asistir y ya, luego al otro día nos marchamos.
Fue la primera vez que la vi después de años y también por eso mismo luché tanto para conseguir el intercambio para estudiar en este instituto, quería saber de ellas, quería saber de Aitana.
Y si, volví a verla.
Por un momento tuve miedo que me rechazara y solo me mirara como todos lo suelen hacer, como si no valiera nada.
—Te voy a decir quien soy, o una parte de quien soy —me atrevo a decirle. Con ella no es difícil ser sincero, pero si cuando se trata de mí y de este tipo de cosas —. Soy quien era el hazme reír de su colegio, porque era diferente a los demás, se puede decir que mi aspecto físico no era algo que estuviera en los estándares de belleza para ellos. Mis años de colegio fueron muy difíciles hasta que entramos al instituto y yo ya no era tan defectuoso y me cambiaron. Allí empecé a ser Simón —Porque todos me llamaban Aran—, la gente se trataba de acercar a mí, pero nunca pude confiar, sentía que al saber que había detrás de mí se iban alejar.
>>Los años fueron pasando y era feliz —hago una mueca —, se puede decir que sí. Luego los problemas sobre la rebeldía de mi hermano llegaron, las discusiones con mis padres eran frecuentes. Porque cabe aclarar que no tengo papá, pero tengo a mi padrastro —Siento que necesito explicarle ese punto—. Luego una noche él salió queriéndose comer el mundo, pero fue el mundo quien se lo comió e hizo que cerrara los ojos para siempre —Aitana toma mi mano y la aprieta. Ella me entiende perfectamente —. Luego me quedé solo, porque mi madre se refugió en otras cosas menos en mí, y mi padre solo no quería estar en un ambiente de tanto dolor.
>> Después solo seguí respirando, pero sin algún propósito.
—¿Crees que no tienes algún motivo para vivir? —Abre los ojos, entre sorprendida y alarmada.
—Tengo un motivo para hacerlo, pero no se si cuando cumpla esa meta seguiré teniendo razones —musito.
—Bueno, tendremos tiempo para demostrarte que todavía tienes mucho que mostrarle al mundo —Trata de subirme el ánimo y no quedarnos en una conversación que no va a terminar bien, eso me gusta, que se adelante y que no diga lo que dirían todas las personas.
—Tal vez en el transcurso de estos meses y antes de que ese día llegue, podré hacer eso que necesito hacer.
—¿Qué tan importante es? —Me giro para empezar a caminar de nuevo y ella repite mi acción.
Es por él, necesito hacer eso que tanto quería Alan y no importa si eso acaba mal.
—Es tan importante como que, si no lo hago, mi vida no tendría sentido —El frío de otoño me hace pasar un escalofrío y me abrazo a mi mismo —¿Qué vamos hacer de Halloween? —cambio el tema. Pensar en mi familia siempre me cuesta.
—Hongi dijo que otra vez en el instituto van hacer algo y que seguimos estando obligados a ir. No sé, tal vez deberíamos hacer una fiesta —De momento a otro se ve entusiasmada, sus ojos brillan — ¿Qué tal en tu casa?
—¿Ah?
—Si, una fiesta en tu casa. Me has dicho que donde viven es cómodo y que tienen los lujos de Rett, sería perfecto.
—Ah no, Aitana. Rett no es de fiestas y mucho menos donde él esté involucrado a limpiar —Es que es verdad cada vez que mi primo tiene que limpiar el desastre de los demás, desatan el toro que es.
—Ay, Simón… —empieza a jalar de mi chaqueta y a hacerme ojitos —. Convéncelo, él nunca te dirá que no. Te prometo que yo ayudo a limpiar y obligó a los demás a hacerlo.
—Aitana, ambos sabemos que no te gusta limpiar y que eres una perezosa cuando se trata de eso —le recuerdo.
—Mira, Simón, yo puedo comprometerme a hacerlo. Que no me tengas fe, es otra cosa —Se hace ahora la ofendida —. Mejor me voy sola a casa —Me adelanta unos cuantos pasos y decido molestarla un poco.
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Editado: 20.05.2021