Aitana.
Han sido semanas eh… No sé cómo llamarlas, ¿normales? La verdad es que todo ha seguido como un cauce, desde salidas con mis hermanas las cuales nos han permitido estar más cerca, desde los chismes con Guzt, Pelto y Hongi acerca lo que dicen en el instituto —Porque si, ahora hacemos parte de las cotillas —, desde que Austin y yo estamos solo mirándonos y más nada.
Lo único anormal que ha sucedido es la manera de comportarte de Simón estos días, la verdad todavía no entiendo lo que le pasa. Pero desde sus grandes ojeras, hasta los momentos en que se está durmiendo en plena clase, y eso ya es mucho para alguien que siempre presta atención.
—¿Lista? —pregunta Hongi, desde el marco de la puerta.
Este año decidimos volver a ponernos cualquier disfraz y esperando que ambos coincidiéramos, sin embargo, eso no nos sucede —Nuevamente—. Hongi con un disfraz de gallo, el cual consiste en un “sombrero” el cual tiene la resta recta, un traje blanco con plumas y unas medias las cuales son amarillas.
La verdad se me fue gracioso, pero aun así se ve guapo.
—Hoy sí que va a ver gallo sabroso —Trato de bromear, pero me sale super mal y por eso nos terminamos riendo.
—Que mal chiste —Camina hasta mi cama y allí se sienta, espero a que empiece hablar porque por cómo se muerde el labio, lo deduzco —. Jaqueline está saliendo con alguien más.
Dejo el cepillo del cabello encima de mi peinador y me giro a verlo.
—Hongi…
—Sé que todos hicimos algo malo y lo entiendo. Se que jueguen contigo de esa manera no es sano y mucho menos correcto, pero, Aitana. Yo jamás hubiera podido intentarlo con ella si no hubiera existido esa apuesta —Echa su cabeza para atrás—. Sabes muy bien que al final del día soy muy cobarde.
—No digas, Hongi —camino hasta la cama, donde me siento a su lado a la orilla de la parte de abajo —. Solo somos personas que nos equivocamos y nos dejamos llevar por el momento.
—Eso no nos justifica —suelta a la defensiva —. Solo somos muy cobardes. Mira, si yo fuera como Will eso jamás hubiera pasado. Mi hermano cuando supo a sus dieciséis que le gustaban los hombres les dijo a nuestros padres con valentía. Con el temor que no lo fueran aceptar y todo lo demás.
>>Yo no me considero feo, siento que tengo mi gracia. Entonces, ¿por qué nunca le hable? No es como si ella fuera una persona famosa a la cual jamás tendría una oportunidad conmigo. Solo que me quede esperando que ella llegara a mí o no sé, alguna vaina —expresa, frustrado consigo mismo.
No le respondo, ¿qué se supone que le diga? Yo soy la misma que hizo también la apuesta y que por eso salió perdiendo a Austin. Hongi y yo al final fuimos los que más salimos perdiendo, no obstante, tratamos de recuperar a esas personas, ¿no es suficiente? No lo sé, pero si se algo y es que ambos merecemos quitarnos ese peso de los hombros.
—Ya encontraremos a alguien que nos quiera con todos nuestros errores —murmuro y recuesto mi cabeza en su hombro.
—¿Cuándo? —inquiere.
—No lo sé. Somos muy jóvenes para matarnos la cabeza en cosas como el amor, si te pones a ver muchas veces es esporádico o no termina bien. Muchas personas tienen cuarenta relaciones hasta encontrar a la persona indicada, otras solo viven solas y viviendo bien consigo mismas, y está bien. No hay un manual que te diga a ti que la primera relación, el primer amor y demás es el único en el mundo.
>>Tengo la fe que llegara la persona indicada, alguien que nos haga sentir bien, que nos demuestre que podemos ser tan cursi como aborrecemos, que al final del día el estar con esa persona es un gran motivo para sonreír y está bien.
Termino y siento que lo que acabo de decir es tanto para mí, como para él. Siento que por fin entiendo algo muy importante y es el vivir la vida. El no aferrarnos a ese recuerdo, porque las cosas siempre pasan por algo.
Quiero creer que en un par de años estaré superando a Austin, y que también no tendré tanta culpa en mí por lo de Maro.
Los años pasan, pero no podemos quedarnos estancados en ellos. La clave está en encontrar la manera de liberarnos de las cadenas que nosotros mismos hemos puesto.
—Simón te ha traído una sabiduría estupenda —me pincha. Chasqueo la lengua molesta.
—Eso lo pensé yo solita.
—Me cae bien Simón.
—¿Por qué nuestra conversación reflexiva se va para Simón? —No es que me moleste, solo que en Hongi es raro el cambiar tan rápido de tema y más del que hablábamos.
—Ay, Aitana. A veces eres demasiado ciega —niega con la cabeza y me mira con decepción —. Todos lo hemos notado menos tu.
—¿Qué se supone que debo notar? —pregunto, confundida.
—Eso mismo que no has notado y que no pienso decirte para que digas: Oh, rayos, es cierto —Trata de imitarme la voz, pero lo único que le sale son unos agudos horribles. Se levanta de mi cama y me hace ponerme en el espejo, para abrazarme por detrás —Te quiero, Blancanieves.
—Te quiero, gallito.
///
Las fiestas siempre me han gustado, para que negarlo y más las celebraciones de Halloween, sin embargo, no las del instituto y menos si es donde a mi me suelen pasar mil cosas —Y no precisamente buenas—, recuerdo que hace un año estábamos en este mismo lugar, yo en un inicio besándome con Austin y negándome a lo que sentía, y verme ahora es loco. También que ese día Armando regresó con toda la mierda del pasado, dejándome mal.
El tiempo va pasando y ese tipo de cosas quedan.
Aunque por otra parte sirven para ver cómo cambian. Hace un año él y yo estábamos en eso que somos amigos, pero nos tenemos ganas y en su momento yo tenía una apuesta que ganar.
—No puedo creer que este año pusieran las mismas decoraciones —comenta, incrédulo Pelto. Él va disfrazado de preso.
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Editado: 20.05.2021