Almas Gemelas

23. Herida.

Aitana.

Aran… Simón… ¿Son lo mismo?

Quiero y suplico que lo que está en esta foto sea falso.

—Tana… —musita Aina —, debe haber una explicación —empieza a negar, está igual de confundida que yo.

Sus ojos, el leve parecido, la familiaridad… 

Cierro los ojos, queriendo apretar el teléfono o estrellarlo en el suelo. Le entrego el celular al dueño antes de que eso pase. Los murmullos empiezan a escucharse y como si el mundo estuviera en mi contra y no me puedan dejar un segundo procesar lo que está pasando, no quiero creer que esto es real. 

Él no lo ocultaría. 

Rett y Simón vienen llegando, este último claramente incómodo por tantas miradas y al pasar por lo estudiantes, noto cuando traga saliva, al llegar al frente del locker donde está la foto. Sus manos a los costados de sus piernas tiemblan, mira a los que están a sus lados y cierra los ojos. 

Es real

 —¿Quién demonios hizo esto? —pregunta con cautela Rett. Quien ya tiene la mandíbula apretada —Vuelvo y lo repito. ¡¿Quién demonios hizo esto?! —el grito, hace que muchos retrocedan. 

—Yo, ¿por? —La persona que me sorprende, aunque a la vez no conociéndola, hace acto de aparición —¿Tienes algún problema? —con una sonrisa socarrona, pregunta Kanti. 

Una sonrisa llena de sarcasmo se instala en el pasillo y sin previo aviso, la toma de los hombros y la estampa en una de las casillas, haciendo que Simón se aleje alarmado. 

—¡Escúchame bien!, ¡si crees que por ser mujer no te voy hacer pagar por esto, estás muy equivocada! —Simón se hace detrás suyo y le empieza a decir que la suelte, Kanti que está atrás se trata de zafar, se nota que la presión contra la casilla la está lastimando. 

Rett la suelta y Simón se gira a los demás. Agradezco ser alguien que no es tan visible desde él, no tengo como verlo ahora. 

—A nadie le importa esto. Ninguno de ustedes tenía el derecho de compartir una foto de mi familia, porque es eso mismo, mi familia y merece respeto —su voz tiembla, pero más allá de eso, hay enojo y rabia. 

Se da la vuelta, pero alguien más hace acto de maldad. 

—¿Por qué te vas? —habla María, la novia de Lionel y la futura madre —. No nos has dicho cómo se sintió ser el raro de tu clase, el del pasamontaña —suelta una risa, haciendo que varios la sigan. 

—¿Qué? ¿Ahora qué eres mamá se te acabaron las neuronas? —Los chicos llegan empujando a las personas para que los dejen pasar —. Que triste por Lio, soportar una zorra como tú, uff… Yo me mato —Le suelta Guzt el veneno y ella se queda enmudecida —¿Dónde se fue tu valentía? —Silencio sepulcral —Déjame adivinar, dónde dejaste la decencia, justo en el dormitorio de tu primo. 

Ella abre los ojos y los demás empiezan a susurrar cosas. Hongi le pone la mano en el hombro a Simón. 

—Creo que es mejor ir a clases —mira sobre sus hombros, mientras se echa el cabello hacía atrás —, porque justo ahora viene el director. 

Como si eso fuera agua bendita para un exorcismo, todos empiezan a caminar lejos. Pelto quita la imagen y soltándose del agarre de Aina me escabullo para salir de ahí. 

Salgo al patio y decido quedarme ahí, en soledad y matándome en mis pensamientos. 

El sentimiento de decepción está allí, y no se debe a lo que es o quién era para mí, si no el pensar el porqué me mintió. Aran era el ahijado de mi madre y como un hijo, igual que Alan, lo veía cada verano que ellos solían venir y me caía muy bien. Desde que tengo memoria nunca hubo un momento que lo haya despreciado por cómo se veía, porque me adapté a que sus ojos eran lo único que podía ver de su cara. Mis hermanas amaban a ese par, así era todo en cada año.

La muerte de mamá trajo muchas cosas, una quizás más importante, era el hecho que mi madrina y su mejor amiga dejaran de hablarnos, de tener comunicación con nosotros, tanto fue así, que la muerte de Alan fue algo que nos enteramos por mi abuela Inés y no por mi madrina.

Para ese entonces ya tenía más conciencia, y no voy a negar que me sentía impotente de no poder estar para él. Al final del día yo también era alguien que había perdido a su hermano, a su madre; sabía que tan difícil era perder a alguien, pero no había la manera de comunicarnos con ellos. 

Una parte de mi siente alivio que la misma persona que recuerdo de Aran, sea Simón, porque sigue siendo igual. Noble, introvertido, solidario y muchas más cualidades. Lo que una parte de mí se pregunta, ¿por qué lo oculto? A lo que solo llegó a la misma conclusión, tenía miedo que yo lo juzgará. 

¡Por Dios!

Soy la misma que hizo la vida imposible de una persona que al final del día solo quería ser feliz, que sus padres lo aceptaran y que en el colegio su vida no fuera un infierno, sin embargo, hay seguía con el remordimiento de saber que él nunca iba a regresar porque está muerto. 

¿Qué cambiaría esos pensamientos de Simón?

De seguro le costó mucho confiar en mí, en pensar si le iba hacer daño o no. No obstante, la única que tiene su pecho con dolor soy yo. ¿Tan poco me he disculpado con el mundo? ¿Todos me seguirán señalando de ser la mala? ¿Por qué siempre lastimo a las personas? 

Lo he lastimado utilizándolo, pero él me acaba de lastimar con sus respuestas. 

Me odia, me desprecia. 

Sus ojos me han dicho que ha sufrido, ¿de esa misma manera miran las personas las cuales dañe?, ¿de esa misma manera se ocultan para no ser descubiertos?

Me recuesto en la pared del edificio y cierro los ojos. No me quiero ahogar en los sentimientos negativos, sin embargo, la culpa pesa y no se quiere marcha. Las imágenes de cada cosa que hice me hacen querer vomitar y golpearme por tener tan poca empatía. 

Está mal juzgar. 

Está mal criticar a las personas si no es de forma constructiva. 




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