Aitana.
Camino por el apartamento de mi tío David, donde solo se escuchan mis pasos y sigo sin encontrar dónde carajos se metió. Me dijo que mis hermanas estaban acá y que quería vernos por el cumpleaños de mi gemela y yo, pero he pasado por las diferentes habitaciones y no lo encuentro.
—¡Tío! —grito, frustrada. No me gusta sentirme sola en este departamento tan grande, porque encima de todo no encuentro ni a su familia.
Me dirijo al balcón que hay y al estar al frente de la puerta, la deslizo y dos lanzas de confetti aparecen en mi campo de visión antes de activarlo y haciendo que los papelitos de colores empiecen a salir por doquier. Por instinto cierro los ojos y grito, haciendo que varias risas aparezcan. Abro los ojos y al hacerlo me encuentro con toda mi familia, mis abuelos maternos, mis tíos, mis primos y mi familia.
—¡Feliz cumpleaños! —exclaman, haciendo que me sienta más aturdida.
—¿Qué rayos? —Mis hermanas se están riendo a carcajadas y gruño, las sorpresas no son muy lo mío. Me giro a ver quienes me lanzaron el confetti y me encuentro con mi tío Jacob y David —¡Casi me matan de un susto!
—Que niña tan chillona —se queja mi tío Jacob, quien arruga la nariz mientras niega —. Pensé que ese papel lo tenía la que también está cumpliendo años.
—¡Te estoy escuchando! —exclama mi hermana gemela.
—Lo sé, pequeña Nia —contesta sonriéndole.
—Bueno, dejen su pelea de niños y ven a saludar a los abuelos —dice mi abuela Inés, me abre los brazos y corro a ella.
No soy realmente apegada a ellos y menos por que por lo normal me hacen sentir en casa, el verdadero problema es que cuando se van recuerdo que de esa misma manera mi madre se marchó.
—No puedo creer que ya cumplan dieciocho años —musita, con emoción —. Parece que fue ayer que Aina corría porque no se quería bañar y que tú corrías de tu madre cuando te iba a poner el pañal porque siempre te orinabas —añade, haciendo que me sienta avergonzada.
Que oso yo.
—Abuela —gimoteo. Todos se están riendo de nosotras.
—¿Qué? —pregunta al separarse —. Es verdad —se encoge los hombros. Mi abuelo la aparta y me toma de la muñeca para estrellarme en su pecho.
Algo que siempre me ha gustado de mi abuelo Damián es que es un hombre frío, pero en cosas como un abrazo te puede confortar realmente. Abrazo a mis tíos y a sus respectivas familias y viéndolo de esta manera —Tengo demasiada familia—. El que mis abuelos hayan tenido seis hijos me hace dar cuenta el porque a mi mamá le gustaban las familias grandes y por eso tuvo cinco hijos.
—¡Ya eres legal! —celebra uno de los gemelos, José. Lo abrazo y me aprieta tanto que me toca empezar a pegarle en tu torso, porque me va a sacar las tripas.
—Solo acá en California —habla Sofía, quien me lo quita de encima —. Eres muy inmaduro, tío —Este abre la boca ofendido.
—Ven acá, rubia —le hace señas para que se acerque a él, y la inocente de mi hermana lo hace, este la toma de las trenzas que se hizo y empieza a despeinarla mientras la toma de la nuca contra su brazo.
—¡Suéltame! —se queja, rio y camino hasta donde esta mi hermana gemela. Ella tiene puesto un lindo vestido de color rosa y unas zapatillas negras.
—Feliz cumpleaños —la abrazo. Se siente raro comparar el año pasado en el que estábamos las cuatro en diferentes lugares.
Aina y Layla había ido a visitar a los abuelos a Napa, mientras Sofía y yo nos rehusábamos a ir a ese lugar —El sentimiento sigue estando—, a ahora que estamos todos en casa del tío David y compartiendo, no voy a negar que pasar mi primer cumpleaños sin mi hermana mayor no me genera un sentimiento amargo, pero se que de donde esta me desea lo mejor.
—No puedo creer que ya cumplimos años —Empieza a jugar con mis manos —. ¿Recuerdas nuestro cumpleaños número diez? —le hago una seña de más o menos, la verdad no es que tenga la mejor memoria y menos para detalles —. Ese día discutimos porque yo quería una fiesta de princesitas y tu una de brujas —suelto una pequeña risa, sí es cierto y fue lo más épico del mundo.
—Fue ese mismo día que estábamos obligando a todos en la casa de disfrazarse de lo que cada una quería —agrega.
—Que a mamá casi le da algo. Bueno, lo que recuerdo es que ese día ambas competimos por cual de nuestros hermanos se ponía el traje que cada una quería, al final los tres terminaron con ropa normal, mamá terminó con un vestido de princesa y toda su cara estaba maquillada de bruja, papá igual pero viceversa.
—Papá se veía tan tierno.
—Me alegra saber que al final siempre tuve con quien discutir de mis cumpleaños, me alegra haber compartido vientre contigo y sobre todo que al final seamos gemelas, unas que sienten de alguna forma lo que la otra siente —Mis ojos se empañan. Pese a que Aina es cariñosa, no suele decirme palabras bonitas porque sabe como soy —. Te quiero, gemela.
—Yo a ti, y no importa cuantas veces me porte como la peor, de verdad le agradezco a la vida tener una versión buena de mí —agrega.
—Todas tenemos cosas buenas —replica —. Por cierto, vamos a comer sobre la comida que nos prepararon por qué míralos comiendo como cuervos —Me giro y efectivamente todos están en la mesa donde está la comida y comiendo todo sin nosotras.
—Que malos anfitriones —niego antes de salir a tomar mi comida.
Pasamos una tarde en la cual las sonrisas son el centro de atención, donde las bromas me hacen reír como cada día quiero hacerlo y al llegar a casa con el estómago a punto de reventarme me dispongo a echarme en el sofá de la casa.
—Tengo un regalo para ustedes —comenta papá.
Me sorprendió un poco que en la fiesta no estuvieran los Collins, ni Elena, al parecer no fueron invitados porque era algo más de nosotros. Aunque esta mañana Pablo llegó con un gran regalo para mi gemela y a mi me dio un sobre con dinero, Mateo por su parte nos dio las felicitaciones y una cadena igual para cada una con la letra A.
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Editado: 20.05.2021