Almas Gemelas

27. Estoy confundida.

Aitana.

Me siento confundida, sin saber que elegir o que putas hacer. De verdad que al final no me imaginaba que iba a estar tan en contra de mis pensamientos; porque justo ahora solo quiero estallar. 

No puede ser que un día esté pensando irlo a buscar o hasta escribirle, y otro día esté acá en la casa con una puta foto que subieron en redes sociales de Simón con la chica del café, mientras me muero de la rabia. 

Esto se está tornando de una manera en la que no entiendo que debo hacer, a donde debo ir o si solo debo dejar que los días pasen, y yo me sigo escondiendo en mi cuarto. Debo hablar con él; solo desde lo vivido hace ya varias semanas con el castigo y todo el proceso penal que le van a empezar hacer a los padres de Maro también me tiene de mal genio, haciendo que si voy a verlo no hable con calma. 

 

—Tierra llamando a Aitana —Despabilo, girándome a ver a Aina quien tiene una sonrisa en su rostro —. Sofía ya salió a celebrar su cumpleaños con Mateo, estaba muy emocionada por eso, según ella el año pasado la pasaron muy bien.

Hoy es el cumpleaños de Sofía y por lo que nos ha dicho, es un día en el cual Mateo se abrió a ella contándole cosas que lo hicieron entenderlo mejor. Pensar en eso, me hace acordar a todos los ejercicios que me dejo en mi escritorio, porque según él no debo de dejar practicar en todo esto de química. 

—¿Por eso estás tan contenta? —pregunto. 

—No. La verdad es que hoy Gustavo salió bien de todos sus huesos fracturados y según Jeremy también se está adaptando bien viviendo ellos dos solos —Eso no se ni como tomármelo, ella tiene un buen corazón, pero me preocupa que su ex novio se vuelva aprovechar de eso —. Además, vi a Lily y está muy hermosa, de verdad, antes ya era preciosa, pero verla tan grande tan feliz me hace saber que Jeremy no hizo tanto mal dejándola en ese lugar. 

—Ustedes siempre hablan sobre los Haase y nosotras nunca entendemos bien el contexto —me quejo —. Layla entendía mil cosas de ellos y tú también, sin embargo, nunca he entendido porque Gustavo puede ser así o ese rollo de su familia. 

—Ambas hemos entendido que es de ellos y que, aunque nosotras lo sepamos, no es algo para ir gritando a los cuatro vientos —se sienta en mi cama mientras posa su cabeza en mi hombro —. Su padre es alguien muy malo, Tana. A ellos tres les ha hecho mucho daño, manipulandolos e inculcándoles maneras de ver el mundo a la antigua. 

—¿Te sentiste mejor al terminar con Gustavo? —Es de esas preguntas que nunca le hice y que siempre tuve curiosidad. 

—En un inicio creí que no era lo mejor, que estando a su lado todo se iba a solucionar y que él iba a cambiar. Sin embargo, fue todo lo contrario; Gustavo se volvió más agresivo y al final tomamos esas decisiones.

Sé de la vergüenza que puede sentir al hablar del tema, para empezar el que mi hermana haya estado involucrada con drogas es algo que me hace preguntar qué tan alejadas de ella estuvimos. Que tan metidas en nuestras cosas estábamos para no darnos cuenta de sus problemas y es algo que me pega con culpa. Ella es mi gemela y una parte de mí siente lo mismo de ella, que lo dejo pasar es distinto. 

—¿Tu no cambiaste a Pablo? Porque digo, al inicio era Austin 2.0 

Suelta una sonora carcajada. 

—Tonta —empiezo a jugar con su cabello suelto —. Lo que pasa con Pablo es distinto, pese a todo esa coquetería y atrevimiento que tuvo al conocernos, sé que no es alguien que le vaya hacer mal a alguien. Es igual que los otros. Pablo no ha cambiado en ese sentido, sigue siendo coqueto con la mirada, pero sin dejarme a un lado y dándome un lugar. Algo que Gustavo no me daba. 

—Me alegra tanto que las cosas estén marchando bien. 

—A mi también, además con todo lo que está pasando con su banda lo tiene emocionado y a mi también, me gusta que todos sus proyectos se estén cumpliendo. 

Así como me gusta escuchar lo feliz que está con su relación, que aunque hace poco es oficial para mí ya lo eran. Pablo ha demostrado que sin cambiar le puede dar su lugar y hacerla sentir de muchas maneras, no se que les espera a ellos dos, pero quiero creer que pese a todo volverán a estar juntos.  

—Ah, por cierto, Lila me escribió que para hablar en diez minutos. 

—¿Y cuándo te dijo eso eran…?

—Entonces justo ahora deberíamos llamarla —se levanta y desaparece por la puerta, para segundos después regresar con su laptop, se sienta en la cama y pone el portátil en sus piernas antes de hacer todo para ser la videollamada —¿Hace cuánto que no la ves en videollamada?

Hago cuentas y vaya que ya han pasado días. 

—¿Unos dos meses? —pregunto confundida. 

—Si, más o menos. 

A través de la pantalla aparece nuestra hermana mayor. Tiene una coleta mal puesta, sus gafas de descanso y una pijama de cebras. Quisiera reír por su aspecto de desplazada, pero sus malditas ojeras hacen que de verdad me sienta preocupada. 

—Es este momento en el que nos dice que estás en tus últimos días y nosotras te creemos —le dice Aina, quien tiene el ceño fruncido —¿Qué es ese aspecto?

—Ja, ja, ja, que chistosa —su sarcasmo no pasa desapercibido —. Esa cara la tengo desde que nací, que me vea más fea de los normal es otra cosa. 

—Habla, Layla Iveth Jones Hill —mascullo —, tienes unas ojeras que pueden llegar hasta el suelo de tu habitación y un aspecto horrible. 

—Me siento de la mierda, me duele el cuerpo; la cabeza y estoy que mato a quien sea que cruce esa puerta, pero estoy bien —farfulla —. Miren no me hagan esas caras, estoy bien, solo que estos días he tenido exámenes y que el final del semestre, que esto que lo otro y tengo que hacer ayudas en diferentes hospitales. Mi cuerpo pide un poco de descanso eso es todo.

—Así mismo era cuando vivías acá, ¿qué es diferente en Argentina? —inquiero. Ella bufa y se queda callada —¿Cuándo vas a venir?




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