Almas Gemelas

29. Tal vez.

 

Austin. 

 

—Te vas a tranquilizar —masculla Pablo, poniendo sus manos en mis hombros —. Vas a respetar y vas a aceptar lo que está pasando.

—¡No, no, no! —bramo— ¿Por qué él?

—Austin, porqué tú te encargaste que fuera de esa manera. 

—Ella fue la que me hizo daño a mí —me excuso, aunque ya ni esa mierda tiene sentido. 

—¿Ves? Te sigues comportando como niño, las cosas no se hacen de esa manera. Mira, se que no soy un modelo a seguir porque ambos somos muy parecidos; sin embargo, fuiste tu el que preferiste quedarte en tus malos sentimientos y en lo que ella hizo, sin darle una oportunidad. 

—Yo ya se la di. 

—¿La perdonaste, Austin? —me quedo callado. No fue muy buena idea venir y decirle todo a Pablo sobre lo que acababa de ver desde mi ventana. 

Una pregunta que de alguna manera ha pasado por mi cabeza, se la respuesta y duele aceptar que por esa misma razón es que esta con Holdan. 

—No —musito. 

—Austin, se como te sentiste durante meses. Empezaste a desquitarte con todos y no se debía sólo a lo de papá, también era por la vecina —Se pone en el papel de hermano mayor, y parece hasta ridículo —Superarlo, es lo único que queda, llegará alguien más, Austin. 

—Y yo la quiero a ella. 

—Parece un niño que le quitaron una paleta o qué sé yo —me suelta molesto —. No hables de ella como si fuera de tu propiedad. 

—A mi no me vengas con eso, sabiendo que tu bien que te la pasas de celoso con Aina. 

—¡Que insoportable eres! —me suelta y se pasa las manos por la cara —Si, también soy celoso, pero no me apropio de ella. ¿O es qué acaso la has visto con un letrero que diga “Propiedad de Pablo Collins”? Por supuesto que no. 

Agh, déjame en paz. 

—¿En la habitación de quién estás? —me hace caer en cuenta. Me levanto de su cama y furioso me levanto —. Ella tomó su decisión, y está con una persona que durante todos estos meses ha estado a su lado mientras que sigues con la loca de Kanti. Deja de lastimarla. 

Salgo de ahí y camino hasta mi habitación donde al cerrar la azoto. Me tiro a mi cama y quiero hacer algo, pero ni tengo idea de que es. 

No la iba a perdonar. 

Mierda y es lo que más me molesta, tienen razón, sigo juzgándola cuando la veo. Porque, aunque quiera tenerla acá junto a mí, en sus momentos van a llegar esos reproches y esos malos pensamientos que me harán querer alejarme. 

Ver como Simón llegó esta mañana a la casa de las Jones y como las tres vecinas lo abrazaron, me hizo darme cuenta que eso de que fuera otra persona y que eso que tenía en su rostro no les importo. Tampoco como que desde que llegó y se sentó a hablar con ellas, me dio un dolor de espaldas porque estar sentado en el piso para que no me vieran de la ventana que conectan nuestras salas; no dejaron de sonreírle. Era como si fueran amigos de toda la vida. 

Y si eso me molesto, cuando los vi juntos en el cuarto de Aitana peor. 

Ella lo abrazo, sin nada más. Note que de paso Simón tenía unas vendas en su frente, como que me dio curiosidad, pero a nadie le puedo preguntar que le paso a ese idiota. 

—¡Austin, te toca lavar los platos! —escucho el grito de mi madre. 

Gruño molesto. 

Todos deberían dejarme en paz. 

Al salir de mi habitación y la canción de navidad empieza a sonar. 

¡Ya, ya sé, que hoy se acaba el año! 

Bajo al primer piso donde mis hermanos si tienen buena cara mientras juegan una partida de UNO, mamá por su parte está recostada y tienes sus ojos cerrados mientras se acaricia el vientre. 

—¿Te sientes bien? —pregunto con preocupación, acercándome a ella —No tienes buena cara. 

Está mucho más pálida y tiene una mueca de malestar. 

—Tengo un revoltijo en el estómago. 

—¿Vamos al hospital? —inquiere Santiago, dejando sus cartas aparte e igual mis hermanos —. No es bueno que tengas esa cara, puede ser peligroso para alguno de los dos. 

—Solo quiero irme a acostar.

Mi hermano mayor la ayuda a levantarse y la acompaña a su cuarto. Antes de ir a la cocina a lavar la loza, me recuesto en el mueble.

Me preocupa que mi madre por la edad que tiene pueda salir perjudicada por todo esto de su embarazo. No nos ha dicho si es que es riesgoso y quiero creer que no lo es, pero no hay que olvidar que ya su cuerpo no es el mismo y que su vida puede estar en riesgo.

—Se acostó, creo que sería bueno hacerle un té o algo —murmura Santiago al bajar. 

—Ya voy. 

El único que en esta casa sabe hacer un buen té es Mateo. 

—¿Deberíamos decirle al señor Mark? —pregunta Pablo — A fin de cuentas, es su bebé y nuestra madre su pareja. 

Ya lo acepta, aunque sigue hablando del tema con amargura. Por mi parte me sigue dando algo, por Dios no me gusta la idea de ellos dos juntos, pero nos han dicho con sus acciones que no piensan terminar. 

—Me voy —dice Pablo levantándose del suelo —. Tengo ensayo con la banda y que ya para estos días Julis va a ser mamá y tenemos que ver cómo nos tomamos unas vacaciones. 

—Mándales saludes. 

Mi teléfono suena y con pereza lo cojo. 

—¿Bueno? 

¡Austin! —la voz de Kanti me hace cerrar los ojos, a veces me canso de escucharla y eso se debe a que va a venir a lo mismo —¿Cómo estás?

—¿Qué pasa?

Que gruñón, quiero invitarte a salir. 

—No tengo muchas ganas. 

Oye, ven, podemos luego hacer algo divertido —No tengo que ser inteligente para saber a lo que se refiere, y eso me está aburriendo. 

Se que ya debo dejarla, porque yo mismo me estreso de ella y los que están a mí alrededor también. El problema es que se que la está pasando mal por todo lo que sucede en su casa, la entiendo, no porque mis papás me utilizaran como una posible fuente de ingresos, pero tengo empatía con ella. Su madre es inestable con sus parejas, y ella es la que sufre las consecuencias de eso. La última vez la nueva pareja de su madre intentó sobrepasarse con ella, fue por eso que pasó esa temporada acá en la casa. La entiendo, yo la comprendo, pero cuando deja de ser la cual su madre la lastima y se vuelve la Kanti grosera, arrogante y sobre todo odiosa, me dan ganas de estar lejos de ella. 




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