Almas Gemelas

Final.

 

Aitana estaba sentada al frente del psicólogo, quien la había escuchado durante casi dos meses que llevaba yendo a ese lugar. Se sentía más en confianza, y ese no era en realidad el problema para ella. Si no, el recordar a Maro, darse cuenta de todos sus errores. 

Su camino no iba a ser fácil, pero encontraría la luz que necesitaba en su vida. 

En esa sección el doctor le dijo algo a Aitana que le quedó como que no le iba a quedar ninguna fórmula de química o de matemáticas. 

“Cuando llegas a la estación correcta, comprenderás porque tantas veces te dejo el tren”

 

Unas palabras que cualquiera se podría interpretar de miles de formas. 

Salió de ese consultorio con una sonrisa de alivio, ese sentimiento que sentía de unas cuatro secciones atrás.  A las afueras la esperaba su hermana Sofía para que fueran a despedir a los chicos. Porque el mes había pasado y el regresó de ellos ha Londres no tenía reversa. 

Se subió y tenía tristeza. A lo largo de esas semanas pudo sentirlo, pudo ver que de verdad en un mes pueden pasar muchas cosas y una de esas ver como alguien la hacía sentir tan bien con solo su presencia. 

—Todos lo vamos a extrañar, pero esta vez ellos no se irán para siempre —trato de animarla su hermana. 

Aitana no quería que él se fuera para siempre, tenía la esperanza que se encontraran luego de terminar sus estudios. El verdadero problema y las dudas que ella tenía en su cabeza se debía a que con Simón no habían hablado sobre si eran algo, si se esperaban o que demonios. 

Los besos y las salidas no faltaron en ese último tiempo, pero ambos querían evitar el tema de la despedida. 

—Parece que te vas a orinar —le dijo con burla Rett a su primo, quien no paraba de mover su pierna en el asiento trasero del taxi. 

—Estoy nervioso —contestó con molestia. En ese momento no estaba para lidiar con las burlas de su primo. 

En la mente de Simón pasaban muchas cosas, como por ejemplo volver a ver a su madre y esta vez serle muy sincero con todo lo que pensaba sobre su protección, y el cómo le molestaba que Alan fuera su ejemplo de comparaciones. Estaba dispuesto a ponerle todo un orden, sin embargo, conocía a su madre y lo dramática que podría ser. 

—Si no me lo dices no me doy cuenta —dijo con sarcasmo —. Me gusto California, ya se porque les gustaba dejarnos siempre en vacaciones. 

—Es un buen lugar para vivir. 

—Pero me gusta más Londres y la comida —replicó.

—Tu que siempre tienes hambre.

—Perdón, como el señor presente no come. 

Ambos empezaron a discutir, y lo que ninguno de los dos se daba cuenta es que sus peleas no eran agresivas o algo similar. Eran como las de los hermanos normalmente, esos que se reprochan todo, pero que al final se quieren. 

Al llegar al aeropuerto ambos se bajaron con sus maletas y empezaban a sentir el síntoma de malestar por viajar. La verdad es que el trayecto era largo, el estar casi quince horas en un asiento no les provocaba. 

Al llegar a la sala me llevaron la sorpresa de ver a los chicos ahí. Hongi y Pelto llevaban carteles muy ridículos para el gusto de Rett, también Guzt molestando a la ex compañera de Arcade de Simón, con la que él había hecho una buena amistad. Además, dos chicas con las que Rett había estado saliendo. 

—Ya no tendré que soportar a este idiota, ya que te vas —dijo su compañera quien lo abrazo —. Harás falta para ayudarme. 

—Tan amable —rodo los ojos, divertido.

—Es triste y hasta me da lástima porque no tendrás el privilegio de graduarte con nosotros —comento Hongi, quien se llevaba algunas miradas de unas chicas que pasaban con sus maletas, pero el despistado nunca se daba cuenta. 

—La verdad eso es lo que me da cosa —hizo una mueca —. Quería graduarme acá, no con esa manada de monos. 

Todos rieron, siguieron hablando esperando a que los llamaran, según la pantalla donde se mostraba cuando salían los vuelos. 

Aitana se encontró con su gemela para entrar a buscarlos. En cada paso que daba todo se hacía más real, tal vez eso era lo que más le costaba aceptar. Una vez que Simón se subiera a ese avión podría no volverlo a ver, y eso estaba lejos de ser lo que ella quería. 

Al llegar sus ojos miraron a todos y cuando vio a la chica con quien Aran trabajaba sintió un revuelto de celos en su interior, aunque no era la chica que de verdad le llegaba a importar —Esa era la de la cafetería—, tenía el sentimiento que Simón envolvía con su forma de ser. 

Al ver a Simón caminó más despacio, sin querer llegar y enfrentarse a la realidad. 

—Hola, chicos —saludo a los demás. 

—Tana, cuando salgamos de acá necesito contarte algo —le murmuró Hongi cuando se abrazaron. 

La noticia que el otro Adams le tenía a Aitana era como Stella le había pedido empezar a salir y como eso lo emocionaba. Jacqueline iba a formar parte del Hongi que tenía miedo a expresar sus emociones. 

Al llegar a Rett lo abrazo fuerte y este hizo cara de que se quitara rápido, cosa que la hizo reír, pero al ver al pequeño Aran todo desapareció. 

Las despedidas no eran algo con lo que era buena. Sus labios temblaron y se sintió expuesta y pequeña. Aitana era la más fuerte de todas, las que cualquier cosa no la ponía a llorar, aunque en esos últimos meses hubiera mostrado ese lado. Era la Jones que para verla de rodillas faltaba más que un golpe, tenían que moler a golpes antes que eso pasara. Era la Jones fuerte, la que la vida había castigado por cada acción, pero que aún así seguía firme para los golpes que podría traer esta. 

Sin embargo, él se iba a marchar y ella no podía detenerlo. 

 ¿Cómo hacerlo? Al final del día Simón era de Londres, su vida estaba allá, su familia y aunque sus recuerdos no fueran muy buenos. Tenía que visitar a Alan, aclarar todo con su madre y sobre todo entender que rumbo tenía que seguir en la vida. 




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