Alan, desolado tras descubrir que no tiene una alma gemela registrada, no se resigna a la idea de que el destino le haya negado lo que todos los demás tienen. En su búsqueda de respuestas, pasa horas en la red, investigando sobre posibles fallos en el sistema y sobre si es posible que la tecnología haya omitido su alma gemela por error. Es entonces cuando tropieza con un foro secreto, un rincón oscuro del internet donde otros como él se reúnen para compartir sus experiencias.
El foro se llama "Los Singulares", y está lleno de testimonios de personas que, al igual que Alan, no tienen alma gemela en el registro. Entre ellos, Alan encuentra a Lila, una mujer que parece tener más conocimientos que los demás. Lila asegura que su alma gemela aparece en sueños, pero estos sueños son extraños, fragmentados, como si provinieran de otro tiempo o lugar. Fascinado por su relato, Alan contacta a Lila, quien le habla de teorías cuánticas y la posibilidad de que sus almas gemelas existan en una dimensión alterna.
Lila le menciona un lugar llamado la Biblioteca de Tecnología Antiguas, un sitio olvidado donde se dice que se guardan artefactos de la época en la que la tecnología estaba en sus primeras fases de desarrollo, antes de que se perfeccionara el sistema de almas gemelas. Desesperado por encontrar una solución, Alan decide viajar a este lugar. Tras una serie de indagaciones y siguiendo las pistas de Lila, logra localizar la biblioteca, oculta en los límites de la ciudad, cubierta por el polvo del tiempo y el olvido.
Al entrar, Alan se encuentra rodeado de tecnología obsoleta, máquinas y artefactos que parecen de otro mundo. En su búsqueda, pasa por estantes llenos de dispositivos que alguna vez fueron innovadores, pero que ahora no son más que reliquias. Finalmente, en un rincón oscuro, encuentra un pequeño dispositivo cubierto de polvo. Es un artefacto simple, de apariencia arcaica, pero que emana una extraña energía.
Alan lo toma en sus manos y observa una inscripción grabada en su superficie que le resulta intrigante: “Las barreras del tiempo y el espacio no son absolutas.” Recordando las palabras de Lila, Alan comprende que este podría ser el dispositivo del que ella hablaba, uno con la capacidad de cruzar dimensiones y tiempos, permitiendo conexiones más allá de lo que la tecnología actual puede ofrecer.
Aunque está lleno de dudas y temores, Alan siente que ha llegado demasiado lejos como para detenerse ahora. Coloca el dispositivo en el suelo y, tras un momento de vacilación, lo activa. Al principio, no sucede nada, solo un leve zumbido. Pero de repente, la habitación comienza a temblar, y una luz cegadora emerge del dispositivo, expandiéndose rápidamente a su alrededor.
Alan siente cómo el aire a su alrededor cambia, se densifica, y es como si el tiempo mismo se detuviera por un instante. Justo antes de que la luz lo envuelva por completo, Alan cierra los ojos, sabiendo que está a punto de cruzar un umbral del que quizá no pueda regresar, pero con la certeza de que su vida nunca volverá a ser la misma.
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Editado: 16.11.2024