Después de leer el mensaje grabado en el dispositivo –"Cuando tus sueños se mezclen con la realidad, sabrás que has encontrado lo que buscabas"–, Alan sintió una mezcla de asombro y nerviosismo. Esta frase resonaba en su mente como un eco persistente. Sabía que aquello no era casualidad. Decidido a comprender el significado de este mensaje, comenzó a pasar horas en la biblioteca, estudiando cada rincón del dispositivo y cualquier pista que pudiera dar sentido a lo que estaba viviendo.
Mientras tanto, en su propio mundo, April se encontraba igual de obsesionada. Los sueños con el chico desconocido eran cada vez más vívidos, y cada detalle parecía revelarle una verdad más profunda: él no era solo una figura onírica, sino alguien real. La mujer que le habló de las conexiones entre dimensiones también le advirtió que, a veces, las almas gemelas debían recorrer caminos imposibles para encontrarse. Motivada por una intuición fuerte y profunda, April comenzó a experimentar con antiguos rituales y prácticas que la acercaran a esta misteriosa conexión.
Esa noche, mientras Alan manipulaba el dispositivo en su habitación, sucedió algo inesperado. El aparato empezó a emitir una luz suave, pulsante, que iluminaba toda la habitación con un resplandor etéreo. Alan, con el corazón acelerado, se acercó al dispositivo y murmuró, casi en un susurro: "¿Dónde estás?"
En ese mismo instante, April, en su propio mundo, sintió una atracción irresistible hacia el lugar donde había colocado sus manos en un espejo. Las luces a su alrededor comenzaron a desvanecerse, y un extraño vórtice apareció en el reflejo, una ventana hacia otro mundo. Sin saber exactamente qué estaba ocurriendo, April se dejó llevar por el impulso, atravesando el espejo y sintiendo una mezcla de vértigo y calma, como si su alma supiera que estaba yendo hacia donde siempre había pertenecido.
Alan miró el dispositivo, ahora completamente iluminado, y se dio cuenta de que el aire en la habitación había cambiado. Justo frente a él, en medio del resplandor, apareció una figura. No podía creer lo que estaba viendo: era ella, la chica de sus sueños, de sus visiones, la que había sentido tan cercana en todos esos momentos solitarios. Era real.
April dio un paso fuera del vórtice, pero apenas tuvo tiempo de mirar a Alan a los ojos antes de sentirse abrumada por el impacto del cruce de dimensiones. Su visión comenzó a nublarse, sus piernas cedieron, y, antes de poder decir una palabra, perdió el conocimiento, desmayándose en sus brazos.
Con una mezcla de asombro y ternura, Alan la sostuvo suavemente mientras su corazón latía como nunca antes. Era como si toda su vida hubiera estado esperando este momento. Con cuidado, la llevó a su cama, recostándola con suavidad, y se arrodilló a su lado. Sin poder resistirlo, alzó una mano temblorosa y le acarició el rostro, sintiendo una paz profunda al tocarla. En ese momento, todos sus años de incertidumbre y soledad parecieron desaparecer. Esa conexión que tanto había anhelado era real, tan real como el latido acelerado en su pecho.
Alan se quedó mirándola mientras ella respiraba suavemente, cada segundo que pasaba reafirmando en su corazón lo que siempre había creído en sus sueños: ella era su alma gemela, la única persona con la que estaba destinado a estar. Cerró los ojos y dejó escapar un suspiro, entendiendo que ese era el comienzo de algo que cambiaría sus vidas para siempre.
April abrió lentamente sus ojos, aún desorientada, pero al ver a Alan, una mezcla de asombro y reconocimiento ilumina su rostro. Ambos se miran, sin necesidad de palabras, porque en ese silencio compartido se encuentra toda la respuesta que han estado buscando.
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Editado: 16.11.2024