Almas Gemelas

Capítulo 17: El Despertar de lo Desconocido

April despertó con el cuerpo aún encendido, pero algo era distinto. Ya no era solo el calor del contacto con Alan ni el recuerdo del deseo compartido; era como si dentro de ella algo hubiera estallado silenciosamente, un pulso nuevo que recorría su piel y la mantenía alerta a cada vibración del entorno.

Giró el rostro y lo vio dormir, pero antes de siquiera tocarlo… ya sabía que estaba allí. No necesitaba abrir los ojos para sentirlo. El latido de Alan, su respiración pausada, la calma de su mente… todo estaba presente en ella, como si fueran uno.

—Alan… —susurró, con un temblor que no era de miedo, sino de asombro.

De pronto, sin proponérselo, lo deseó. No físicamente, sino en un plano más profundo: quiso que él despertara. Y Alan abrió los ojos en ese mismo instante, sobresaltado, como si hubiera respondido a una llamada inaudible.

—Te escuché —dijo él, sin comprender—. No con los oídos… aquí. —Se llevó una mano al pecho.

April palideció. El miedo y la fascinación se entrelazaron en su interior.

Durante el día, nuevas señales aparecieron. Al cruzar la ciudad, April percibía cosas que nadie más parecía notar: el descontento escondido bajo la sonrisa de un vendedor, la tristeza reprimida de una mujer en el parque, el deseo oculto de dos desconocidos que se cruzaban sin hablarse. Podía sentir las emociones como colores invisibles flotando en el aire, podía rozarlas con la mente y, si lo deseaba, empujarlas suavemente.

Lo probó por accidente. Una guardia de seguridad la observaba con sospecha frente al mercado. El estómago de April se contrajo por el miedo de ser descubierta, pero al mismo tiempo, un pensamiento fugaz cruzó su mente: No me mires… confía en mí. La mujer parpadeó, relajó la postura y apartó la mirada, como si April hubiera borrado en ella toda desconfianza.

Se quedó helada.

Esa noche, Alan la encontró sentada en el suelo de su habitación, con las manos temblando.

—Algo me está pasando —dijo con voz entrecortada—. Puedo sentirte… puedo sentirlos a todos. Y creo… creo que puedo cambiar lo que sienten.

Alan se arrodilló frente a ella, tomándole el rostro con ternura.

—No tienes que tener miedo. Si esto sucede, es porque tu llegada aquí tiene un propósito. Tal vez… tú seas el inicio de algo que ni siquiera los Fundadores pudieron imaginar.

April lo miró, sus ojos brillaban con lágrimas y fuego. No sabía si temer a ese poder o entregarse a él. Lo único que tenía claro era que, al lado de Alan, cada emoción nueva era soportable… y cada miedo encontraba un refugio.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.