Almas Gemelas

Parte 7

— No — la vista de Isabel se puso triste, angustiada — no tendré nunca suerte en el amor, estoy maldita.

— No debes pensar así, eres una buena persona.

— No, de verdad estoy maldita, nadie me va a querer de verdad — le contó la historia que había escuchado de la hechicera — por eso mejor me mantengo alejada de todos.

— No deberías creer en esas cosas, son solo supersticiones.

— Entonces porque soy el objetivo de un asesino, eso sí que es tener mala suerte.

— Pero has sobrevivido, eso es buena suerte — la miró — yo te estoy cuidando, recuérdalo. Pronto lo atraparemos y todo volverá a la normalidad para ti. Hasta mañana — se acomodó en el piso, con unas frazadas al lado de la cama, ella fue al baño a ponerse su camisón, cuando se acostó él habló con los ojos cerrados, con voz tranquila — ¿Te gustaría acampar? El otro día lo hiciste bien con el pescado.

— Me encantaría.

Durante varios días estuvieron cerca de una cascada, para evitar dormir en el auto, compraron una carpa para dos personas.

— No estaremos cómodos — aseguró la mujer al verla armada.

— Es grande.

— Pero no larga, te quedarán los pies afuera.

— No exageres, no soy tan alto.

La primera noche se confirmó que ella tuvo razón, para cerrar, el hombre debió acomodarse adentro en posición fetal, y abrazar desde la espalda a Isabel para estar más cómodo.

— Lo siento, tenías razón, mejor me voy a dormir al auto.

— No, no quiero que pases frío — a ambos les costó conciliar el sueño, sumidos en sus pensamientos.

Al otro día él despertó primero, ella se había dado vuelta en la noche, y ahora estaba abrazándolo, con sus caras muy cercas. La miró sonriendo con ternura, hasta que en su mente recordó a otra morena, a quien tuvo igual entre sus brazos hacía muchos años atrás, fue tan vivida la imagen y el miedo que tuvo que se movió y ella golpeó el piso con la cabeza.

— Auch...

— Lo siento — se disculpó el namek.

— Está bien, ten cuidado para la otra.

A los dos días levantaron el campamento, todas esas noches durmieron de la misma forma. Apenas llegaron a un motel, Piccolo llamó a Gohan para reportarse y saber si había novedades.

— Ya volvimos de la cascada ¿Cómo les fue con las investigaciones?

— Una de las empresas es dirigida por un tal Cell; la otro por Black; y la otra por King Cold.

— ¿Alguno de ellos tiene antecedentes que puedan involucrarlo? ¿Estaban en la ciudad cuando entraron en la Prefectura?

— Están limpios, ese día todos estuvieron fuera de la ciudad. Por ahora Lapis sigue monitoreando los correos y demás, esperamos que eso de resultados.

Esa tarde la pareja descanso en un sitio de acampar en un parque, donde iba poca gente, mientras Isabel estaba en el baño, un grupo de motociclistas llegó.

— Miren muchachos ¿Verdad que eres nuestro amigo? — dijo el líder del grupo, de pelo largo y alborotado, todos tenían una cola alrededor de la cintura, eran sayayins.

Piccolo los miró sin decir nada.

— Soy Raditz, un buen amigo, y cómo buen amigo que eres nos ayudarás con algo de dinero.

— Váyanse.

En eso la mujer salió del baño, por suerte los recién llegados no la vieron.

"¿Qué hago?"

— Muchachos — el maleante hizo una señal a los demás y rodearon al namek — vamos, danos la llave del automóvil.

— Lárgense — insistió el hombre verde.

Todos se lanzaron contra el namek, que pudo golpear a algunos, pero eran demasiados, al final lo sujetaron poniendo sus brazos en su espalda. Raditz sacó un cortaplumas, y se lo acercó al cuello.

— ¿Estás solo?

— Sí — lo miro fijamente.

— No quieras engañarme, eso no se hace con un amigo, no creo que uses esta chaqueta tan pequeña.

— Déjenlo en paz — gritó una voz de mujer.

Isabel había entrado en el auto sin que la viera, y tomó una pistola que Piccolo llevaba bajo el asiento del chófer.

— Cuidado cariño, dame la pistola, puedes herirte — dijo Raditz, estaba tranquilo, solo hace esto para asustarme pensó, no disparará.

El primer impacto fue directo a la rueda de la motocicleta del líder, el segundo dio en el espejo.

— Déjalo libre — Isabel apuntó el arma hacia el líder del grupo, con manos firmes.

— No lleguemos a ese extremo — el sayayin quiso acercarse a ella y tomar la pistola, Piccolo se desesperó tratando de soltarse para protegerla, pero solo consiguió que lo sujetarán más fuerte.

La mujer estaba atenta al bandido, apenas dio tres pasos hacia ella un disparo dio en el arma blanca, que el delincuente tuvo que dejar caer al suelo, rota.

— SI NO TE VAS TE DISPARARÉ, NO HAY FORMA QUE FALLE DESDE AQUÍ — el hombre miró a Piccolo — SI LO VUELVEN A TOCAR TE MATÓ DESGRACIADO.

El hombre miró a la mujer por un rato, luego llamó a su grupo, se montó en la motocicleta de un compañero que era totalmente calvo, con bigote.

— No quisimos molestarlos cariño, vámonos — dejo su vehículo botado.

— ¿Estás bien? — le preguntó la mujer al hombre verde, todavía con el arma en las manos.

— ¿Estás bien? — le preguntó la mujer al hombre verde, todavía con el arma en las manos

— Sí, sólo recibí unos golpes, nada grave.

Ella cayó de rodillas, pálida, asustada.

— A los sayayin siempre les gusta buscar problemas.

— No todos son iguales — recordó a su mejor amigo Goku y a su compañero Gohan — lo hiciste muy bien, no sabía que tenías tan buena puntería.



#10577 en Otros
#1286 en Aventura

En el texto hay: miedo suspenso

Editado: 12.08.2022

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.