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A veces, una mariposa aparece justo cuando pienso en alguien.
A veces, el reloj marca la misma hora todos los días.
A veces, una canción suena y me da la respuesta que buscaba.
Y entonces me pregunto…
¿Casualidad o mensaje?
Cuando el alma empieza a despertar, el mundo se vuelve más simbólico.
Todo parece estar lleno de pistas, como si alguien estuviera dejando migas de luz en el camino.
Carteles, palabras, números, aromas, personas.
Nada llega porque sí.
Todo llega para recordarme algo.
Hay señales que llegan suaves como un susurro.
Y otras, que sacuden como un trueno.
Pero todas hablan el mismo idioma:
el del amor que nos guía desde otros planos.
A veces, miro al cielo y sé que no estoy sola.
Hay una energía invisible, una presencia dulce,
que cuida mis pasos, incluso cuando no entiendo el camino.
No siempre comprendo el mensaje al instante.
A veces lo entiendo después, cuando ya pasó.
Pero cada vez que una señal aparece,
algo en mi interior responde: yo ya lo sabía.
Las señales no convencen a la mente.
Despiertan al alma.