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-Desde siempre nos enseñaron a medir la vida en horas, días, años… como si el alma obedeciera a un reloj. Pero cuanto más avanzo en este viaje, más entiendo que el tiempo es una ilusión humana. El alma no envejece, no corre, no llega tarde. Solo experimenta.
Hay momentos que parecen eternos y segundos que cambian todo. ¿Cómo explicar que un solo instante puede contener más verdad que un año entero? Porque el alma vive en el ahora, y en ese ahora cabe todo: el pasado que nos formó, el presente que nos transforma y el futuro que ya late dentro nuestro.
Cuando me conecto con mis almas guardianas, no hay tiempo. Todo se detiene, o tal vez todo ocurre a la vez. Siento sus mensajes como si vinieran de un lugar donde no existe el “después”, donde simplemente es.
Comprendí que el tiempo solo sirve para la mente, que necesita orden. Pero el alma, cuando despierta, recuerda que todo sucede cuando debe suceder, sin prisas ni retrasos. Que cada encuentro, cada pérdida, cada señal, estaba ya escrita en un punto sin calendario.
Por eso, cuando algo no llega, ya no me desespero. Sé que todo está en sincronía, y que el universo no se equivoca.
Y cuando algo llega antes de lo que imaginaba, también entiendo: no es pronto, es perfecto.
El tiempo no existe… existen los momentos que marcan el alma. Y en ellos, el universo me recuerda que ya soy todo lo que estaba destinada a ser, solo tenía que recordarlo.