(Historia original Abril 2016 / Revisión Marzo 2020)
"El simple hecho de existir es un misterio...La vida es compleja, simple al mismo tiempo...Una red enorme de opciones...Y de preguntas que surgen con cada una de ellas...Recuerdos que parecen alejados de la realidad...Pero que el alma mantiene a través del tiempo".
Esas fueron las líneas con las que comenzaba el libro de la chica que asistía a la escuela de manera extraoficial. Ella no pertenecía al alumnado, ni al condado, de hecho, no pertenecía a ninguna parte en realidad. Había sido rescatada por la policía local de una pequeña embarcación donde sus ocupantes murieron en circunstancias misteriosas.
El condado estaba en un conflicto por la situación migratoria, así que, para evitar procedimientos rudos para la niña, le fue entregada a una mujer viuda por un policía, con la condición de mantenerla fuera de cualquier situación que pudiera exponer su situación como inmigrante ilegal.
La mujer era conocida, pues atendía una florería en su edificio, así que comenzó a decir que esa niña era su nieta. De esa manera pudo mantenerla en su casa, con el único inconveniente de que no podía hacer muchas cosas, como, por ejemplo, asistir a la escuela.
Los años pasaron, y Miila (el nombre de esa niña) comenzó a desarrollar una habilidad innata preparando remedios con las flores de la tienda. Al ver esto, su abuela añadió sus medicinas naturales a lo que ofrecía su negocio. En sus tiempos libres, Miila escribía con la poca educación que tenía en casa. Siendo su pasatiempo favorito, narrar historias basadas en sus sueños.
Un maestro, amigo de la encargada de la tienda, notó esta habilidad en Miila, a lo que amablemente respondió dedicando un tiempo después de trabajar en la escuela, para recibirla en su salón y enseñarle más acerca de cómo perfeccionar sus escritos.
Así que todas las tardes, luego de que los alumnos dejaran las instalaciones, Miila llegaba para tomar clases de forma extraoficial con el maestro. Quien conforme pasaba el tiempo, se interesaba cada vez más en lo que la chica escribía.
- ¿Qué te ha inspirado esta vez? - Le preguntó el maestro.
Miila se quedó callada un momento, sin quitar la vista del texto que acababa de leer en voz alta.-Las ideas solamente llegan de pronto, es como si ya estuvieran dentro de mí-. Le contestó ella.
-El alma no muere-. Respondió el maestro. -Trasciende con el paso del tiempo... ¿Crees en la reencarnación? -. Le dijo sin dejar de verla.
-¿Reencarnación? - Preguntó extrañada la chica. -Imposible, creo que tengo demasiado tiempo libre y mi mente se la pasa divagando- Concluyó riendo de manera nerviosa para posteriormente terminar la clase de ese día.
Dando vueltas a esa idea todo el camino de regreso a casa, Miila decidió dejar a un lado sus pensamientos y abrir nuevamente la tienda, tenía muchas medicinas que entregar, además de que varios clientes la esperaban fuera del negocio para comprar flores.
-Una flor puede ser hermosa. Pero sin tierra, no sirve de nada-Le dijo el último cliente. -Una flor sin tierra no es más que un adorno que se marchita, ¿no crees? -.
Se trataba de Arsen. Un joven que era de las pocas personas que sabían la situación ilegal de Miila. Quien constantemente intentaba convencerla de tener una relación con él para no tener que ocultarse más. Pero era evidente que esa propuesta constante, no era más que un capricho. Por lo que ella se negaba siempre a aceptarla.
Al mismo tiempo, buscando no traer problemas a su abuela, que se encontraba enferma, Miila prefería mantener el acoso de Arsen en secreto, sin embargo, cada vez que lo rechazaba, parecía volverse más y más molesto.
-No soy una flor sin tierra, pertenezco aquí, con mi abuela-. Le respondió Miila a Arsen.
-Que un maestro de segunda te de clases a escondidas no te hace una estudiante. - Dijo Arsen haciendo una pausa. -Y trabajar para esa anciana, no te hace su nieta...No tienes derechos, ni familia. - Continuó diciendo al mismo tiempo que la acorralaba contra las macetas. -Soy el único que sabe todo de ti, soy quien puede darte la solución a todas esas cosas- Le dijo acercándose demasiado a ella.
Muy molesta, la chica lo empujó con toda su fuerza para alejarlo, el impulso la hizo caer tirando las macetas que estaban detrás de ella. Y perdiendo el equilibrio, cayó también al suelo quedando sentada entre los pedazos de barro y su ropa llena de tierra.
-No me trates como una tonta-. Apenas murmuró Miila desde el suelo aguantando el dolor del golpe que se había dado.
-Pues eso es lo que pareces, tienes la solución frente a ti, sólo debes hacer lo que yo diga y tendrás todo por lo que estas sufriendo-. Le respondió Arsen.
-Estoy segura de que podré solucionar mi situación legal... Sin perder mi dignidad contigo- Dijo ella llena de coraje y conteniendo las lágrimas -Ahora... ¡Lárgate de mi tienda! -.
Arsen se fue, dejando a Miila en el suelo, llorando con esfuerzo pues hacía lo posible por contenerse, pero era tanta su frustración, que en el fondo sentía que Arsen había dicho la verdad. A como estaban las cosas, esa era la única manera de dejar de esconderse en la casa de su abuela.
Luego de lo ocurrido con Arsen, el ánimo de Miila decayó un poco. Al caer la noche, cerró la tienda y llevó el dinero de las ganancias dentro de la casa.
-Esta es la ganancia de hoy, abuela- Dijo Miila colocando el dinero sobre la mesa.
La mujer dejó de cenar un momento y la invitó a sentarse.-Sabes que no es necesario contarlo de nuevo frente a mí, sólo ven y cena conmigo, has tenido un largo día- Le dijo con una voz amable y dulce.
-Si no entrego las cuentas antes, no me siento con derecho de sentarme a la mesa- Eso ya lo sabes, abuela... Has hecho tanto por mí que necesito saber que te estoy pagando de alguna manera-.
La mujer alzó la vista ya que Miila seguía de pie a un lado de una silla vacía.-Estás equivocada- Le dijo la señora. Desde que mi esposo murió, hace 18 años, pensé que mi vida iba a ser solitaria ya que no tuvimos hijos. Puse la florería para darle un poco de color a esta casa-.