La sala de música estaba sumida en una oscuridad aplastante, cada rincón del castillo parecía temblar bajo el peso de la batalla que se desataba en su interior. El piano negro brillaba débilmente bajo la luz de las velas que se encendían y se apagaban al ritmo de la energía que chocaba contra las paredes del castillo.
Las gemelas, con los corazones latiendo con fuerza, avanzaban paso a paso hacia el epicentro de la confrontación. Frente a ellas, Lyra se mantenía erguida, observándolas con una sonrisa que desbordaba superioridad.
Las gemelas sabían que este momento había llegado. El vínculo entre ellas, la magia ancestral de Lyra, el control del castillo: todo eso se juntaba en una explosión de poder y desesperación. Pero, a pesar de todo, Cecilia y Lilith no dudaron en enfrentarse a su tía, con la esperanza de que, al final, podrían romper el hechizo, liberar a Selene y salvarse.
La música del piano comenzó nuevamente, esta vez más intensa, como una sinfonía oscura que sacudía las paredes y resonaba en las entrañas de los presentes. Cada tecla que Lyra tocaba parecía elevar la tensión en el aire, y el castillo de Lysia parecía cobrar vida propia, distorsionando el espacio y el tiempo a su alrededor. La luz se desvaneció y la oscuridad se tragó todo.
Selene estaba en pie, aparentemente aún atrapada en el control de su hermana, pero sus ojos vacíos brillaban con una luz diferente. Había comenzado a despertar. Su conexión con las gemelas se había fortalecido. A través de la telepatía, Selene les había revelado su dolor, su sufrimiento bajo el poder del cinturón mágico que la había consumido durante doce años.
Ahora, en ese preciso instante, se levantaba contra su hermana, un destello de voluntad en su interior que comenzaba a romper las cadenas invisibles que la mantenían atrapada.
-¡Selene, estás cerca! -gritó Lilith, con una voz que atravesaba la neblina del hechizo. -¡Despierta!
Pero Lyra no iba a dejar que eso sucediera. Con una risa malévola, giró hacia su hermana y levantó la mano, canalizando una energía oscura que retorció el aire a su alrededor. El poder de Lyra creció en un instante. La sombra en la sala de música parecía engullir todo. En su mente, Selene percibió cómo la magia de su hermana volvía a dominarla, aplastando su voluntad con cada acorde de piano. El cinturón comenzó a resplandecer más intensamente, la piedra azul brillando con la intensidad de un sol muerto.
-Nunca serás libre, Selene. -La voz de Lyra fue suave, pero contenía la destrucción. - El poder del cinturón, nuestra sangre, nuestro vínculo... todo esto te pertenece a ti, a mí, y no puedes escapar.
A medida que Lyra hablaba, la atmósfera en la sala se volvía más densa. La magia de la hechicera era imparable, un flujo continuo de control absoluto. Las gemelas podían sentir cómo sus propios cuerpos comenzaban a sucumbir a la influencia de la música y de la fuerza que Lyra canalizaba.
Selene, a pesar de la lucha interna que sentía, cedió lentamente ante el poder de su hermana. Los ojos vacíos que miraban a las gemelas ahora se volvían casi vacíos de humanidad. Su mente se nublaba a medida que el cinturón la aprisionaba una vez más, drenando su voluntad.
Cecilia intentó concentrar toda su fuerza para romper el hechizo, pero su cuerpo respondía lentamente, como si el mismo castillo la estuviera absorbiendo. Lyra levantó una mano, enviando una onda de energía oscura hacia las gemelas, empujándolas con tal fuerza que las hizo caer de rodillas, las paredes del castillo se retorcían a su alrededor, burlándose de su resistencia.
- ¡Tía Selene! - gritó Lilith, intentando liberarse del control de Lyra, pero la hechicera ya estaba demasiado fuerte.
La música resonaba con un poder sin igual, cada nota retumbaba en sus huesos, cada acorde estaba impregnado de la oscura magia que Lyra había cultivado durante años. Selene no podía oírlas. Estaba atrapada, una sombra de su misma alma.
- ¡Sé que puedes luchar! - Lilith pensó con fuerza, intentando transmitir su mensaje telepáticamente a Selene.
Pero la conexión comenzó a debilitarse. La música de Lyra la separaba, la hacía ir más lejos de ellas. Lyra se acercó a ellas, su presencia casi física. Su belleza era aterradora, una imagen de maldad disfrazada de perfección. Ella levantó un dedo, y con un simple gesto, las gemelas quedaron paralizadas, sus cuerpos sin poder moverse, como si el aire mismo las hubiera inmovilizado.
-¿Creían que podrían derrotarme? -dijo Lyra, su voz cargada de desdén. -Todo este tiempo, han estado bajo mi influencia. ¡Y ahora, al fin, todo es mío!
Selene, finalmente, cayó de rodillas, como si el cinturón la estuviera devorando por dentro. La luz azul del cinturón brilló más intensamente cuando ella intentó, una vez más, liberarse, pero fue inútil. El poder de Lyra era demasiado grande.
- Es inútil...- Lyra susurró, mirando a su hermana con indiferencia. - Me perteneces Selene. Eres mía. Absolutamente mía, mi hermana, mi gemela, mía.
En ese momento, Selene, a pesar de la desesperación, intento resistirse una vez más. Pero su mente se quebró bajo la presión. El cinturón, el control, todo lo absorbía. Lyra había ganado, y con ello, la victoria sobre su hermana estaba asegurada.
Lilith y Cecilia luchaban por recuperar el control, pero era inútil. La magia de Lyra había crecido demasiado, el castillo mismo se movía al ritmo de su hechizo. Las voces de los niños atrapados, las almas perdidas, se desvanecían, como si la propia energía oscura las hubiera tragado.
Finalmente, Lyra dio un paso hacia Selene y, con un toque suave pero definitivo en su hombro, la sumió en un trance más profundo.
- Dormirás, hermana. Dormirás mientras yo gobierne.
— Si, hermana....
La luz del cinturón se apagó, y Selene, sin poder resistir más, quedó totalmente sometida, sus ojos vacíos de voluntad.
Lyra se giró hacia las gemelas, con una sonrisa que era pura victoria.