La Segunda Barrera
La puerta que había comenzado a abrirse ante ellos de manera titubeante estaba ahora completamente cerrada. El viento de la oscuridad y la magia que emanaban de su alrededor era tan palpable que Cecilia sintió como si cada célula de su cuerpo estuviera siendo comprimida. El lamento que resonaba en el aire era más fuerte que nunca, como si el castillo mismo estuviera respirando con ellos, sus voces mezclándose con la neblina.
El eco de la presencia maligna de Lysia los seguía a cada paso, marcando cada movimiento con la tensión de algo que aún estaba por ocurrir. Las sombras que se extendían por las paredes se deslizaban más rápido, como si algo más los estuviera observando, un ser que aguardaba en las profundidades de la oscuridad del castillo.
— ¡No podemos detenernos ahora!— gritó Aurelian, su voz más fuerte que nunca.
Su mano vibraba, cargada con la energía mágica que había estado reservando, pero incluso él sentía cómo la presencia del lugar los estaba absorbido, debilitando sus fuerzas con cada segundo que pasaba.
— ¡Lo sé! —respondió Cecilia, con los ojos brillando de determinación. — ¡No podemos! Lilith está atrapada allí, y tenemos que liberarla.
A pesar de la desesperación que se cernía sobre ellos, un nuevo impulso surgió en Cecilia. El castillo estaba lleno de oscuridad, pero también sabía que la magia que habían heredado de su familia aún estaba viva dentro de ella.
Aunque la puerta ante ellos parecía una barrera infranqueable, el deseo de salvar a su prima le dio fuerzas para enfrentar lo que les esperaba detrás de esa última prueba.
— ¡Lo lograremos!— exclamó Cecilia, reuniendo toda su voluntad. — No podemos permitir que el castillo nos venza. ¡Vamos!
Ambos se acercaron a la puerta con una nueva determinación, sabiendo que no podían rendirse. Pero la puerta aún resistía sus intentos de abrirla. Cecilia tocó los bordes de la puerta con las palmas abiertas, cerrando los ojos por un momento, y al abrirlos, vio cómo los símbolos en la puerta comenzaban a brillar, pero en lugar de abrirse, se retorcían.
La magia que rodeaba la puerta parecía reaccionar a su presencia, desprendiendo un poder oscuro que llenaba la habitación con una sensación palpable de maldición.
Un suave vibrar comenzó a recorrer el suelo bajo sus pies. Era sutil al principio, como un temblor de la tierra, pero en cuanto Cecilia y Aurelian se acercaron más, el vibrar se intensificó.
Los símbolos en la puerta se expandieron, dibujando líneas brillantes que recorrían las paredes, como una red tejida por el propio castillo para atraparlos. La magia del castillo se hacía cada vez más agobiante, más pesada, sin escapatoria.
En ese momento, la puerta pareció responder a sus intentos, pero no de la manera que esperaban. Los símbolos mágicos que antes brillaban débilmente comenzaron a absorber la luz, como si devoraran la esencia misma de su magia. El aire se volvió más espeso, más pesado, y Cecilia sintió cómo algo dentro de ella empezaba a perderse. La puerta se cerraba aún más, pero lo hacía con un propósito.
— ¡Cecilia! — gritó Aurelian, dándose cuenta de que la puerta estaba absorbiendo la magia que ambos liberaban para abrirla.
Las sombras que se deslizaban por el suelo se enroscaban alrededor de sus pies, como serpientes invisibles, tratando de atraparlos, de hundirlos más en la oscuridad.
— ¡No podemos rendirnos! — exclamó Cecilia, comenzando a concentrarse aún más.
Las sombras se alzaban como tentáculos, como si el castillo estuviera dispuesto a devorarlos.
Ella extendió su mano hacia la puerta, sintiendo cómo el vínculo de su magia comenzaba a unirse con la esencia del castillo, pero también comenzaba a comprender que no estaban simplemente luchando contra una barrera mágica.
El castillo mismo los estaba despojando de su identidad, de sus recuerdos. Las sombras alrededor de la puerta parecían cambiar de forma, desaparecer y volver a surgir, como espejismos de lo que alguna vez fue su camino.
— ¡Cecilia!— gritó Aurelian nuevamente, tomando su brazo. — No es suficiente. La magia del castillo es más fuerte que la nuestra. ¡¡No podemos seguir adelante!!
Pero Cecilia ya no escuchaba. Las sombras comenzaron a desaparecer ante sus ojos, como si se desvanecieran en la neblina. La puerta parecía ahora protegida por una fuerza mucho mayor que todo lo que podían imaginar.
La magia oscura que el castillo albergaba no era solo una defensa; era la esencia misma de Lysia, la vida de la oscuridad misma.
Con miedo comenzando a consumirla, Cecilia se acercó a la puerta, extendiendo sus manos temblorosas hacia los símbolos que ahora brillaban con una luz oscura, intensa. La puerta se deformó frente a ellos, y la magia que emanaba de ella era palpable, como si el castillo intentara tragarlos.
De repente, las sombras volvieron a enlazarse alrededor de Cecilia. Como una marea oscura, las figuras de los guardianes perdidos se manifestaron a su alrededor, almas atrapadas dentro de la prisión de Lysia.
— Todos estamos atrapados...— susurró una figura, y las sombras alrededor de Cecilia comenzaron a tomar forma humana, deformándose y desgarrándose a medida que se acercaban. — Ya no hay escape. El castillo siempre gana...
Cecilia, empapada en sudor frío, sintió el miedo apoderándose de ella, pero a medida que las sombras se cerraban sobre su cuerpo, recordó la promesa que había hecho.
— No puedo perder. No puedo fallar.
— Cecilia...— murmuró una voz suave, pero firme. La voz de Lilith resonó en su mente, lejana pero clara. — No te rindas... ¡¡Avanza!!
Fue en ese momento que Cecilia concentró toda su energía en la puerta. Con una última explosión de magia, los símbolos de la puerta comenzaron a parpadear, a brillar con una luz intensa.
— ¡Ahora! — gritó Cecilia.
Las sombras que la rodeaban se desvanecieron, y la puerta comenzó a abrirse, pero no sin resistencia. La magia oscura intentaba mantenerla cerrada, pero la voluntad de Cecilia y su concentración hicieron que la puerta cediera, abriéndose lentamente, dejando escapar una luz cegadora.