Almas Perdidas

El Corazón Oscuro de la Prisión I

La Oscura Cárcel de la Esperanza Rota

El corazón oscuro de la prisión latía con fuerza, pero no con vida. Cada pulso que resonaba en las paredes de la celda de Lilith era como el latido de un ser moribundo, una pulsación que se sentía pesada, casi como si el castillo mismo estuviera respirando con ella, esperando su rendición, tragándola poco a poco.

La celda, una jaula interminable de oscuridad pura, estaba formada por paredes que parecían cambiar constantemente, distorsionándose de tal forma que Lilith no podía decir si estaba atrapada dentro de un espacio real o si el mismo espacio estaba siendo manipulado por la magia de su tía Lyra.

Lilith estaba acostada en el suelo, inmóvil, su cuerpo envuelto por una oscuridad viscosa que se arrastraba por su piel, como si todo su ser estuviera siendo consumido por el mismo vacío que la rodeaba. Sus ojos estaban abiertos, pero la neblina en su mente la mantenía atrapada en un lugar entre la conciencia y el olvido.

La luz que alguna vez brilló en su interior parecía haberse extinguido, y con ella, la esperanza. Aunque su corazón aún latía con fuerza, la fuerza vital de la niña había sido roída por la maldición de su tía Lyra.

- Tu lucha terminó, Lilith - murmuraba la voz de Lyra en su mente. La hechicera había puesto un poderoso sello en la prisión, una red de magia oscura que distorsionaba la realidad, como si estuviera jugando con los recuerdos de Lilith y rompiéndolos - Te creíste capaz de enfrentarte a mí, pero lo único que hiciste fue sellar tu destino. Aquí, en este lugar sin fin, te quedas.

La maldición de Lyra era fuerte. Su hechizo le había robado toda fuerza a Lilith. En el silencio absoluto de la prisión, solo quedaba la sensación de congelamiento, como si la materia misma que rodeaba a Lilith estuviera diseñada para apagar su luz.

Cada vez que intentaba recordar lo que había sucedido antes de ser capturada, los fragmentos de su memoria se desvanecían rápidamente. Era como si alguien estuviera borracho de magia, desmembrando su existencia.

- No puedo recordar,- pensó - pero... ¿por qué no puedo moverme?

- ¡NO!- gritó en su mente, su voz resonando en las paredes de su mente, pero la prisión la ahogaba.

La presión del castillo la devoraba, y las sombras que se deslizaban por el suelo se alargaban, tomándola con una fuerza palpable, aplastándola cada vez más.

Su cuerpo no respondía. Las ataduras mágicas que Lyra había tejido no solo la mantenían física y mentalmente cautiva, sino que también sellaban su voluntad.

Cada vez que su mente trataba de pensar con claridad, una oleada de oscuridad invadía su consciencia, devorando sus pensamientos, tragando su identidad. Cada vez que intentaba moverse, un dolor punzante recorría su cuerpo, como si su cuerpo estuviera consumiéndose de adentro hacia afuera.

- Nada de lo que hagas cambiará tu destino,- continuaba Lyra en su mente. - Soy tu tía, y te he traído aquí para que aprendas lo que realmente significa estar bajo el control de los que te rodean. Como mi hermana gemela, Selene, aprenderás a ser mía. Como yo siempre lo quise.

El eco de sus palabras resonaba en la mente de Lilith, completa y profundamente, invadiendo sus pensamientos más íntimos, destrozándola.

- Soy tu tía, Lilith, y tú siempre serás mía. No te puedes escapar, no importa cuántas veces lo intentes. Estás atrapada...y bajo mi control....

La oscuridad continuó envolviendo su mente, cerrando las puertas de su alma. Pero en lo más profundo de su ser, una chispa de resistencia permanecía.

- No... no me rendiré.- Lilith respiró profundamente, como si tratara de recolectar las piezas dispersas de sí misma.

El vínculo con la oscuridad era abrumador, pero algo dentro de ella seguía brillando, aunque apenas perceptible.

En ese mismo instante, Lilith sintió un pulsar profundo en su interior. Algo que la conectaba con Cecilia, algo que había quedado en su corazón, esa fuerza secreta que las unía como gemelas. A pesar de todo lo que había sucedido, la magia en su interior no había desaparecido. Cecilia... El nombre resonó en su mente, como un farol que se encendía en la oscuridad.

- No puedo rendirme... no puedo dejar que Lyra gane... - murmuró, - No puedo quedar atrapada aquí para siempre.




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