Almas Perdidas

Corazón Oscuro de la Prisión II

La Batalla Interior

La oscuridad continuó acechando a Lilith, pero ahora, había algo más. En lo profundo de su ser, el poder de la magia de su tía comenzaba a perder terreno. Aunque la prisión de Lyra la mantenía atada y debilitada, la luz de Cecilia era un faro lejano que teñía su corazón de esperanza.

De repente, una oleada de energía recorrió su cuerpo. Aunque éste aún no respondía, Lilith sentía cómo algo despertaba dentro de ella, como si la magia oscura estuviera apretando cada vez más fuerte, desafiando su mente. A cada respiración, sentía que la luz de su voluntad se expandía.

— Tengo que hacerlo....— pensó, sintiendo cómo una fuerza desconocida comenzaba a fluir en sus venas.

A pesar de todo el poder de Lyra, la hechicera, había algo en ella que Lyra no había logrado extinguir: su voluntad, su capacidad de luchar incluso en las peores circunstancias.

La oscuridad alrededor suyo que la aprisionaba parecía quemar, como si intentara reprimirla, ahogarla, pero Lilith no cedió. El deseo de liberar a su familia, de romper la oscuridad que la rodeaba, la empujaba a seguir. Cada pedazo de su ser resistía la oscuridad que Lyra había impuesto, desgarrando la prisión que la mantenía cautiva.

Fue entonces cuando Cecilia apareció en su mente, clara, definitiva, como un rayo de luz en medio de la tormenta.

— Cecilia....— pensó, y la imagen de su gemela la llenó de fuerza.

La conexión que tenían las gemelas seguía viva, más fuerte que la maldición de su cruel tía. De repente, Lilith gritó con todas sus fuerzas, aunque nadie podría oírla. Fue un grito mental, un grito de desesperación y lucha, que atravesó las paredes de la prisión en su mente. A medida que gritaba, su cuerpo comenzó a moverse lentamente, empezando a resistir la parálisis que la había mantenido inmóvil.

— ¡No! — gritó en su mente, su voz resonando en la celda, — ¡No me quedaré aquí! ¡Voy a salir! ¡Voy a reunirme con mi hermana Cecilia!

Pero las sombras aumentaron, y la oscuridad se apretó a su mente más fuerte, un dolor agudo que recorrió su cuerpo y congeló su voluntad. La magia de Lyra no la dejaba despertar por completo.

— ¡No puedo rendirme!— pensó Lilith, — Cecilia... ¡Ayúdame!

La lucha de Lilith continuó, el desgarramiento interno entre la luz de su voluntad y la oscuridad que la mantenía prisionera. Los gritos en su mente de aquellos que habían caído en el castillo la rodeaban, como ecos de maldiciones antiguas.

— ¡No voy a rendirme! — pensó una vez más, la fuerza de su esperanza siendo su único refugio en esa oscura prisión.

A medida que la lucha se intensificaba, la oscuridad comenzaba a perder terreno. La magia del castillo vacilaba, aunque la fuerza de Lyra seguía presente.

La batalla de Lilith no había terminado, pero su voluntad de vivir, su deseo de ser libre, comenzaba a romper las cadenas de su cautiverio.




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