Manipulación y Sacrificio
La atmósfera del castillo de Lysia se hacía cada vez más densa, cargada de maldición y magia oscura. Cada paso que Cecilia y Aurelian daban, el castillo parecía devorar la luz, tragando cualquier vestigio de esperanza con su abrumadora presencia.
Aquel palacio sombrío, que una vez había sido un hogar para las gemelas, se había transformado en un laberinto de desesperación y oscuridad, donde las sombras se alzaban como fuerzas de control inquebrantables.
Lyra, desde su posición elevada, observaba con una sonrisa maliciosa. Sabía que, aunque Aurelian había recuperado una parte de su libertad, su vínculo con ella seguía intacto.
La hechicera nunca lo había perdido de vista, siempre había tenido el control sobre él, y aunque Cecilia y Aurelian habían logrado escapar de la silla mágica que lo mantenía prisionero, la madre siempre tenía una carta más en la manga. Pero ahora, al ver cómo sus sobrinas y su hijo se unían en contra de ella, Lyra se sintió más vulnerable que nunca, acorralada por sus propios demonios.
El momento de la verdadera prueba había llegado, y Aurelian sabía que debía tomar una decisión desgarradora.
- Cecilia, - dijo en voz baja, su mirada fija en ella, con una intensidad que reflejaba tanto su dolor como su amor por ella, su prima. - Lo que estamos a punto de hacer no tiene vuelta atrás.
Cecilia, a su lado, lo miró con inquietud. Sabía que algo estaba a punto de ocurrir, algo que haría que todo cambiara. Pero no sabía exactamente qué. A su alrededor, la magia oscura continuaba avanzando, como si el propio castillo estuviera presionándolos para que cedieran.
- No sé si podré continuar sin ti...- murmuró Cecilia, apretando los dientes mientras sentía cómo el poder de Lyra se hacía más palpable. - Te necesitamos... tú eres la clave.
Aurelian la miró, con el corazón palpitando en su pecho, y vio en los ojos de Cecilia una fuerza que no podía negar. Su prima no se rendiría, y eso le dio más fuerza que nunca.
- Cecilia,- dijo, su tono firme, - tienes razón. Yo soy la clave. Pero también soy la única forma de que puedas entrar allí.
Cecilia frunció el ceño, sin comprender completamente, pero Aurelian continuó.
- Este castillo... esta maldición... se alimenta de nuestros lazos. La magia que lo recubre, la que lo mantiene intacto, es la misma que mantiene a Lilith cautiva. Sin embargo, el vínculo que me une a mi madre sigue siendo más fuerte que el que tenemos entre nosotros.- Aurelian cerró los ojos, respirando con dificultad. - Si dejo que mi madre se apropie de mi voluntad por completo, te permitiré entrar donde mi madre me tenga prisionero. Aquel lugar no puede resistir el poder de la traición.
Cecilia lo miró con horror y comprensión a la vez.
- No puedes... no puedes sacrificarte.
Las palabras fueron más que un grito. Eran ruegos. La idea de que su primo, su única esperanza, se sacrificara por ella, por salvar a Lilith, parecía inimaginable. Pero Aurelian sonrió de manera melancólica.
- Debemos hacer todo lo posible para salvarla,- dijo, - Si mi sacrificio abre la puerta para ti, entonces no hay otra opción.
Cecilia, llena de dolor pero también de firmeza, se acercó a Aurelian, tomándole las manos con fuerza, su corazón rompiéndose mientras veía la decisión reflejada en sus ojos.
- Tú no estás solo en esto, Aurelian. Nunca lo estarás.
Con ese simple toque, las sombras alrededor de ellos comenzaron a agitarse, como si el castillo respondiera al desafío. Las mágicas cadenas que habían sido forjadas por Lyra para mantener a Aurelian bajo su control comenzaron a vibrar, y un destello oscuro emergió de su cuerpo, como si la fuerza de la magia estuviera desgarrando su alma.
- Te liberarás, Aurelian,- susurró Cecilia, su voz un murmullo profundo. - Recuerda que lo hacemos por Lilith.
Aurelian cerró los ojos mientras la magia oscura comenzaba a invadir su cuerpo. No era solo el sacrificio físico lo que requeriría este proceso, sino algo mucho más profundo: una cesión total de su voluntad, su propia alma a la magia de Lyra. La presencia de su madre, la hechicera, lo invadió, como un rayo que lo atravesaba, haciendo vibrar cada fibra de su ser.
- ¡Ahora! - gritó Aurelian, y un destello de luz oscura estalló desde su cuerpo.
En ese instante, una puerta se abrió ante Cecilia, la entrada hacia el corazón de la prisión de Lilith.
Pero el precio del sacrificio era alto. Aurelian cayó de rodillas, luchando contra las sombras que lo querían devorar.
- No... no puedo perderme,- murmuró. - No quiero perderme... pero... no hay elección.
- Aurelian...- Cecilia lloró, corriendo hacia él. - No dejes que esto te consuma. Por favor, aguanta.
Pero era tarde. El sacrificio de Aurelian había sido hecho. Su alma ya estaba parcialmente atada a las garras de la magia oscura que su madre había creado. Sin embargo, Cecilia, a pesar de la tragedia que enfrentaba, sabía que ahora la puerta de la prisión de Lilith estaba abierta para ella. Y en ese momento, entendió el verdadero precio de la libertad.
La puerta que se había abierto parecía la entrada a un mundo paralelo, un espacio lleno de oscuridad densa, pero también de luz vacilante. Cecilia se dio vuelta una vez más para mirar a Aurelian, quien ahora yacía incapaz de moverse, atrapado entre los lazos de la magia de su madre. Su sacrificio había hecho que la puerta se abriera, pero el costo era mucho más alto de lo que había anticipado.
- Lo haré por ti,- susurró Cecilia, con una resolución fría y decidida. - Te liberarás, Aurelian, y yo liberaré a Lilith.
Al dar un paso hacia la puerta, la oscura prisión de Lilith la esperaba, un lugar de tormento, pero también de esperanza rota.