Las gemelas Cecilia y Lilith se encontraban frente al castillo, observando con ojos intensos y decididos su ominosa fachada. El castillo de Lysia, antaño el hogar de su tía Lyra, se erguía como una torre de oscuridad, en la que las paredes parecían estar impregnadas de siglos de maldición.
Sus muros grises y torres alzadas se elevaban hacia el cielo, como garras retorcidas dispuestas a atrapar cualquier rayo de luz que osara acercarse. Cada ventana parecía un ojo vigilante que las observaba con la intensidad de un vampiro hambriento.
El viento era más frío de lo habitual esa noche, como si el propio aire se sintiera oprimido por la magia oscura que emanaba del castillo. Las sombras se alargaban y se estiraban por el suelo, enredándose en los pasos de las gemelas. No era solo el castillo lo que las rodeaba; era también el peso de la historia, el eco de los gritos de las almas atrapadas en ese infierno de concreto y hechicería.
Las gemelas sabían que dentro del castillo, Selene, su tía, continuaba atrapada. Sus ojos, aunque ausentes de vida, permanecían fijos en un ventanal alto, que brillaba con una luz fría como una estrella apagada. La mirada de Selene estaba vacía, una hueca expresión que reflejaba los años de sufrimiento, de ser forzada a vivir como una muñeca bajo el control de su hermana Lyra.
Ella estaba vestida de blanco, el color de su vestido brillaba de una forma etérea, fantasmal. Sin embargo, el cinturón mágico que rodeaba su torso y cintura no pasaba desapercibido. Su piedra celeste, la piedra mágica, brillaba con una intensidad hipnótica, como si tuviera vida propia, como si la piedra misma devorara la voluntad de la mujer que la portaba.
- Selene...- susurró Cecilia, la tristeza y el dolor bañando su voz.
En su pecho se formó una sensación de aguda impotencia, porque Selene, su tía, ya no era la misma mujer que había conocido. Ya no era más que una sombra de lo que alguna vez fue, prisionera de la magia de Lyra, su madre. Cecilia apretó los dientes, tomando la mano de Lilith con firmeza.
- Te sacaremos de ahí, Selene. Lo prometo.
Lilith, su gemela, asintió sin decir una palabra. Había algo en sus ojos, algo que emanaba de su alma, algo tan fuerte como un juramento ancestral. Sus manos temblaban, pero no era miedo lo que las movía, sino una determinación férrea de liberar a su tía y destruir el mal que las había mantenido prisioneras durante tanto tiempo.
De repente, una figura sombría apareció en la puerta del castillo. Lyra, la hechicera madre de las gemelas, cruzó la entrada con paso lento pero seguro. Su rostro, que antes había estado sereno, ahora estaba marcado por una mueca fría y cruel. Sus ojos dorados brillaban con una furia que reflejaba siglos de odio y venganza.
Su sonrisa, aunque tenue, estaba llena de malicia, como si estuviera disfrutando del sufrimiento de las gemelas. La luz que la rodeaba parecía apagar la oscuridad a su alrededor, como si su propia existencia fuera una antorcha en medio de la niebla. Pero esa luz era falsa. Era solo el brillo de su poder, que se había forjado en la oscuridad, que nunca había sido purificado.
- Así que finalmente han llegado...- la voz de Lyra era suave, casi melancólica, pero cargada con una fuerza desmesurada. - Pensaron que podían salvar a Selene, ¿verdad?- Su mirada se posó en las gemelas, un brillo cruel reflejando su obsesión por el control. - Pero lo que no entienden, es que mi magia es más poderosa que su voluntad. Nadie puede liberarse del peso de las cadenas que yo he creado.
Las gemelas se miraron con determinación, su magia comenzó a brillar en sus manos, un destello de luz purificadora que chocó contra las sombras que rodeaban el castillo. Cecilia y Lilith sabían que estaban enfrentando algo más grande que ellas mismas, pero no se rendirían. Esta era su oportunidad para liberar a su tía y acabar con el reinado de terror de Lyra.
- No tienes poder sobre nosotras, Lyra.- Cecilia habló con una voz llena de resolución, su magia intensificándose con cada palabra. - Ni sobre Selene. Nosotras, las gemelas de rojo, somos más fuertes que tus hechizos. Estamos unidas por algo más poderoso que tú.
El rostro de Lyra se oscureció, su sonrisa se desvaneció y una mueca de ira reemplazó su expresión.
- ¡Eso es lo que tú crees, Cecilia! - Sus manos se alzaron, y la magia oscura comenzó a fluir de ella, como una onda negra que bañaba el aire. - Les voy a enseñar qué significa desafiarme...
La batalla comenzó. Lyra invocó su magia oscura con violencia, creando una corteza de sombras que giraba alrededor de su figura, devorando el aire con su furia. Un grito de energía oscura salió de sus labios, y las sombras tomaron forma corporal, atacando a las gemelas como serpientes invisibles.
Pero Cecilia y Lilith no se dejaron amedrentar. Cecilia levantó las manos, y un destello de luz pura brilló con intensidad, empujando las sombras de Lyra hacia atrás.
Lilith, al mismo tiempo, cantó en voz baja un encantamiento, un hechizo ancestral que desvanece la oscuridad, desterrando los fantasmas de las sombras que Lyra había invocado.
- ¡No escaparán!- gritó Lyra, sus ojos dorados brillando con furia. - ¡Lo aprenderán de la forma difícil!
Las gemelas fueron empujadas por una explosión de poder, cayendo al suelo, pero la magia de Cecilia las protege. Lilith se levantó, su energía resucitada, y juntas, lanzaron un contraataque. La luz de su magia se encontró con la oscuridad de Lyra, creando una batalla de energía pura.
-¡Basta!- Lyra gritó. -¡Nunca podrán derrotarme!
El suelo bajo sus pies comenzó a temblar.
- El miedo que sienten, es el miedo que me da poder, - dijo Lyra, sonriendo con maldad.
Pero Cecilia y Lilith no cedieron. Juntas, su magia de luz se volvió más poderosa, más brillante, creando una esfera de luz purificadora que comenzó a disolver las sombras. Sin embargo, Lyra no iba a rendirse fácilmente. Un suspiro de furia salió de sus labios, y una ola de sombras invadió la esfera de luz, empujando a las gemelas hacia atrás.