La tierra tembló bajo sus pies. El aire que envolvía a Cecilia y Lilith se volvía más pesado, cargado de una presencia ominosa que parecía devorar cada rincón de su fuerza vital. Estaban frente a Lyra, la hechicera que les había marcado la vida, pero esta vez el enfrentamiento no solo era físico, sino también mental y emocional.
La luz de las gemelas brillaba intensamente, pero la oscuridad de Lyra era imparable, una marea negra que rodeaba todo con una fuerza tan grande que amenazaba con aplastar todo a su paso.
Cecilia y Lilith, con la magia resplandeciendo en sus manos, sabían que la batalla estaba lejos de terminar. La luz que emanaba de ellas era la única que podía detener la oscuridad de Lyra, pero la hechicera se alimentaba de esa misma luz, buscando en su fuerza un camino hacia la destrucción.
- Así que, finalmente, llegaron,- la voz de Lyra resonó en el aire, fría y calculadora. Su mirada dorada se clavó en las gemelas con una intensidad que hizo que el aire se espesara a su alrededor. - Creyeron que podían romper el ciclo, ¿verdad? Pero saben, mis queridas, que nunca serán libres. Siempre habrá algo que me ate a ustedes.
Las gemelas Cecilia y Lilith intercambiaron una mirada de determinación, pero sabían que estaban ante un desafío mucho mayor. Lyra no era solo su tía; era el epítome del control y la oscuridad misma. La magia que emanaba de su ser parecía absorbente, devorando todo a su paso. Y aunque el cinturón mágico que había controlado a Selene se había destruido parcialmente, aún quedaba una marca imborrable que había sido impresa en el alma de las gemelas.
De repente, Lyra levantó sus manos, y las sombras del castillo cobraron vida, serpenteando por el suelo, paredes y techos como fauces invisibles. Las sombras, más que simples construcciones de oscuridad, se sintieron como entidades vivas. Cecilia y Lilith no solo veían las sombras, sino que podían sentirlas: una presencia tangible que rozaba su piel, un helor que se asentaba en sus corazones y llenaba el aire de desesperación.
-No pueden ganar,- murmuró Lyra mientras sus ojos destellaban con furia. - No podéis escapar. Yo soy la oscuridad que las rodea, y el poder que me concede el control es más grande de lo que podrían imaginar.
En ese momento, las sombras comenzaron a envolver a Cecilia y Lilith, sujetándolas con una fuerza invisible. La magia oscura de Lyra había creado corrientes de energía que les oprimían, llenándolas de miedo y debilidad. Las gemelas lucharon, pero la fuerza de las sombras era demasiado fuerte. Cecilia, al sentir como las sombras las arrastraban hacia el suelo, gritó con todas sus fuerzas.
-¡No! ¡No lo permitiremos!- exclamó, alzando sus manos, su magia pura iluminando brevemente la oscuridad.
Pero las sombras respondieron, absorbiendo toda la luz, y con un grito desgarrador de Cecilia, las sombras la devoraron. La presión de la magia oscura hizo que su luz se apagara momentáneamente, y al ver a su hermana Lilith atrapada por las sombras, el terror se apoderó del corazón de Cecilia.
Lilith, atrapada en la malla oscura, trató de resistir.
-Cecilia...- susurró, con su cuerpo tambaleándose bajo la presión de la magia. -¡Cecilia, no te rindas!
Las sombras de Lyra la envolvieron más y más, pero la magia que emanaba de su alma seguía siendo fuerte. Sin embargo, las sombras la oprimían, y cada intento por liberar su cuerpo parecía más futile.
- Esto es lo que son, mis queridas,- susurró Lyra, su voz como una brisa gélida que atravesaba la piel de las gemelas. - Siempre fueron mías. La oscuridad les pertenece, y ustedes son la última prueba de ello. Sin el control, sin la sumisión, no son nada.
Las gemelas, aunque debilitadas, aún sentían la conexión que las unía. La fuerza de la hermandad y la voluntad de liberarse de las garras de Lyra, aunque difusa, seguía estando allí. Pero las sombras que la hechicera había invocado comenzaban a desintegrar sus pensamientos, asfixiándolas con la sensación de desolación. El miedo y la desesperación amenazaban con tomar el control.
- ¡No!- gritó Cecilia, luchando contra las sombras. Pero sus palabras fueron rápidamente absorbidas por el silencio que las rodeaba, como si la misma magia oscura se tragara su voz, su voluntad, su poder. - ¡No lo lograrás, Lyra! - Las palabras, aunque valientes, ya no sonaban tan firmes.
En ese momento, Lyra aumentó su poder, y con un solo gesto de sus manos, las sombras se apoderaron de todo. La oscuridad no solo las envolvió físicamente, sino que comenzó a penetrar en su alma, despojándolas de sus pensamientos, de su razón.
- Ustedes nunca entenderán - continuó Lyra con su voz fría, mientras sus ojos brillaban con una intensidad casi demoníaca. - Que el control es todo. La magia, el poder... todo está atado a lo que puedo hacer con su voluntad. Nadie escapa de mí. Ni mi hermana Selene, ni .i hijo Aurelian ni mucho menos ustedes, mis queridas sobrinas Cecilia y Lilith.
De repente, las sombras abrazaron completamente a Lilith, y su cuerpo comenzó a temblar con fuerza. La magia de Lyra la estaba consumiendo, roto su ser, desgarrando su mente y su cuerpo. Cecilia la observó con horror y desesperación, mientras sentía como si la luz dentro de ellas se extinguiera por completo.
- ¡Lilith! - gritó Cecilia, y la luz en sus manos comenzó a brillar, pero las sombras de Lyra fueron más rápidas. La magia de Cecilia se desvaneció ante el poder de su tía. - ¡No, no puedo perderte!
El terror inundó su voz, y con cada batido de su corazón, las sombras se volvían más densas, como si quisieran tragarse todo.
Pero fue demasiado tarde. Las sombras oprimieron a Cecilia y Lilith, atrapándolas en una gravedad inquebrantable. Las gemelas caían, se desplomaban bajo el peso de la magia de Lyra, perdiendo el control sobre sí mismas.
- No son nada...- las palabras de Lyra flotaron sobre sus cabezas como un eco cruel, al final de su resistencia.