La magia oscura que había envuelto el castillo comenzó a desvanecerse. Un grito desgarrador resonó por el aire, un eco de desesperación que provenía de las profundidades del alma de Lyra, su propia magia comenzando a retroceder ante el poder de las gemelas.
Cecilia y Lilith permanecían de pie, sus cuerpos agotados, pero con la luz de su determinación más fuerte que nunca. La batalla, que había comenzado como un enfrentamiento desesperado, finalmente tomaba un giro inesperado: la destrucción del poder de Lyra.
La energía mágica de Lyra comenzó a desmoronarse, como una estructura de cristal que se rompe al contacto con el aire. Las sombras que antes envolvían el castillo se diluyeron, y las paredes del viejo castillo de Lysia empezaron a agrietarse.
La presencia oscura de Lyra comenzó a decaer con cada instante que pasaba. Las gemelas Cecilia y Lilith, alzando sus manos una vez más, unieron sus fuerzas.
La luz de su magia, tan brillante como un sol naciente, se expandió, llenando cada rincón del castillo. La oscuridad no pudo resistir la pureza de su voluntad.
De repente, un sonido que parecía un ruido sordo, como el romperse de una cuerda que había estado tensa por demasiado tiempo, resonó a través del castillo.
El cinturón mágico que había aprisionado a Selene durante doce largos años comenzó a desprenderse, su piedra celeste que antes brillaba con una luz opaca se apagó. El cinturón, símbolo de control y sumisión, caía al suelo con un sonido seco. La magia que lo mantenía intacto se desintegró como cenizas al viento, desvaneciéndose sin dejar rastro.
Selene, que había permanecido en un estado de trance durante más de una década, sintió por fin la presión del cinturón desvanecerse. Sus ojos, antes vacíos y ausentes, comenzaron a mostrar signos de vida, como si las puertas de su alma se abrieran lentamente después de tanto tiempo de oscuridad. Cecilia y Lilith la miraron con desesperación y esperanza, como si esperaran que la libertad de su tía finalmente llegara.
Las primeras señales de la recuperación de Selene fueron sutiles. Sus dedos temblaron ligeramente, como si estuvieran despertando de un largo sueño. Luego, sus brazos se movieron, lentamente, liberándose de la rigidez que la había mantenido inmóvil. Su mirada vacía comenzó a reflejar la luz, y el primer suspiro profundo que dio se sintió como una explosión de vida en el aire, un nacimiento después de la muerte.
- ¿Tía Selene? -preguntó Cecilia con una voz temblorosa, como si su propia voz pudiera romper la realidad de lo que estaba sucediendo. - ¿Estás bien?
Selene giró su rostro lentamente hacia las gemelas, los ojos llenos de lágrimas. Su mirada era diferente, por fin recuperaba algo de sí misma, algo de su identidad perdida.
- Cecilia... Lilith...- murmuró, su voz ronca, pero cargada de una emoción profunda. - Estoy libre... al fin.
Con un llanto de alivio, Selene se levantó y caminó lentamente hacia las gemelas. La magia oscura había sido destruida, y el cinturón que la mantenía bajo control había caído. La presión que había cargado sobre sus hombros durante tantos años finalmente había desaparecido. La rabia, la tristeza y el miedo que la habían atormentado durante tanto tiempo se disiparon como niebla al amanecer.
Sin embargo, mientras las gemelas abrazaban a su tía, Lyra permaneció inmóvil, observando la escena con ira en sus ojos. La derrota comenzaba a tomar forma en su rostro, pero había algo en su mirada que dejaba claro que no aceptaba la derrota tan fácilmente. La magia de Lyra se extinguía, pero su orgullo aún no había sido quebrado.
- ¡No!- gritó con voz desgarrada, como si un demonio se hubiera desatado de su interior.
El miedo y la ira empezaron a crecer dentro de Lyra, y algo mucho más profundo comenzó a despertar en ella.
- ¡No! - repitió, su voz cargada de desesperación. La idea de que unas niñas de diez años la hubieran derrotado la quemaba por dentro. - ¡No dejaré que me derroten tan fácilmente!
La oscuridad en Lyra aumentó. Su magia parecía retorcerse, buscando salir a la superficie. Pero era un poder que ya no podía controlar. El cinturón mágico, que representaba el control total, estaba roto, y con ello su conexión con la magia oscura también se desmoronó. Sin embargo, en el último vestigio de fuerza que le quedaba, Lyra miró a Selene con una maldición de ira en sus ojos.
-Siempre fuiste mía, Selene,- susurró Lyra, pero su voz ya no era firme, estaba quebrada. - Siempre lo serás... y cuando te pierda de nuevo, seré yo quien te controle una vez más.
Pero Selene, con las gemelas a su lado, sintió que su libertad no solo era física, sino también mental y emocional.
- No más, - susurró ella con determinación, como si su voz pudiera romper el lazo que las había mantenido atadas. - No serás más que una sombra del pasado.
Con ese último acto de resistencia, la oscuridad que aún quedaba en Lyra comenzó a disiparse. El castillo de Lysia, que había sido un símbolo de su poder, comenzó a desintegrarse, derrumbándose en polvo y cenizas. Las paredes del castillo se derritieron, como si todo lo que Lyra había construido durante todos estos años se desvaneciera con la misma rapidez que el miedo que ella había sembrado.
En el gran jardín del castillo, las almas de los niños secuestrados comenzaron a aparecer, sus cuerpos recuperando la forma que habían tenido antes de ser capturados. Los gritos de los niños cesaron, y el silencio que antes los había envuelto se rompió con la luz de la libertad. A medida que las gemelas observaban, el pueblo que antes había sido cubierto por la niebla oscura comenzó a ver cómo la luz regresaba.
El aire, antes denso y viciado por la magia de Lyra, se volvió más ligero. La niebla que había cubierto el pueblo desapareció, dejando al aire la libertad que nunca antes había sido saboreada. Los habitantes del pueblo comenzaron a salir de sus casas, mirando la transformación que estaba ocurriendo.