Aún ensimismado en el torbellino de emociones que le provocaba adeline, y pensando que en la próxima sesión no podría evitar hablar de ella con el doctor lucca brow, davian bennett pasó completamente por alto la tinta negra grabada en el costado de la chica rubia, a la altura de sus costillas derechas. Estaba demasiado concentrado en el silencio, en el ritmo de la respiración de ella y en el tacto de su propia piel sobre la de ella.
—Le estoy respondiendo a tu hombro... —murmuró adeline su voz suave como una caricia, una leve risa escapando de sus labios. Adeline, con los ojos cerrados con fuerza, intentaba por todos los medios no pensar en su cuerpo. Su mente, prisionera de su trastorno alimenticio, le lanzaba pensamientos absurdos y crueles. Se repetía que debía amarse, que era hermosa, que todos la querían a pesar de su aspecto. Era el mantra que le decían una y otra vez, pero era más fácil decirlo que sentirlo. Ella no podía verse ni sentirse hermosa; no quería que nadie viera su cuerpo, y se esforzaba por esconderse, por hacer ejercicio y por comer solo lo estrictamente necesario.
La voz de davian, la calidez de su mano delineando con delicadeza las letras de su piel, la hizo entrar en pánico. Sentía el terror de una inminente crisis de ansiedad. Sus dedos, suaves como plumas, trazaron las palabras grabadas en su piel:
I'm Fine.
Con una letra cursiva y elegante, el tatuaje resaltaba en su piel pálida. Para davian era un trazo perfecto en un lienzo perfecto. Un tatuaje tan pequeño que parecía insignificante, pero cuyo significado era tan profundo y poderoso. Decía que estaba bien, palabras que todos sus seres queridos anhelaban escuchar de sus labios, no como una frase vacía, sino como una verdad sincera, una declaración real.
—Lo siento, no pude evitarlo... —susurró davian, el impulso lo llevó a rodear la cintura de adeline con sus brazos, olvidando por un momento que la estaba tocando. El mundo interior de adeline se derrumbó. Deseaba gritar, empujarlo y alejarlo. No quería que davian viera su cuerpo imperfecto, no quería que la tocara. Pero no hizo nada más que corresponder el abrazo con la poca fuerza que le quedaba. No podía ni quería apartar a davian de su lado, aunque las voces en su cabeza le recordaban lo fea que era. No lo alejaría, en parte porque no podría ganarle en fuerza, pero sobre todo porque la desesperaba más tenerlo lejos que tenerlo tan cerca, aun a costa de su miedo.
—Cuéntame sobre ese tatuaje —pidió davian mientras sus pulgares masajeando suavemente su espalda baja. Sin saber el huracán que se desataba en el interior de adeline, davian la abrazó con tanta delicadeza que la trató como si fuera un objeto frágil, de incalculable valor. Y en cierta manera, eso era adeline para él: un ser al que debía tratar con cuidado, defender de todo y de todos, incluso de sí mismo.
—Un día simplemente desperté con ganas de hacerlo —confesó adeline, una risa leve escapando de sus boca—. Me levanté y fui directamente al lugar donde podían hacérmelo. Me inventé excusas todo el camino para mantenerme medianamente tranquila.- Explicó adeline recordaba aquel suceso como si hubiera sido ayer, aunque había ocurrido hace años. Una noche, tuvo un sueño en el que una voz calmada le preguntaba cómo estaba. Por primera vez en su vida, adeline había respondido con total sinceridad: “Estoy bien”. La sensación de paz y vitalidad la había embargado. Al despertar, con esa emoción aún viva, decidió inmortalizarla en su piel, esperando que el tatuaje pudiera recordarle y hacerle sentir lo que había experimentado esa noche. Aunque el efecto no fue el esperado, el tatuaje servía como un faro, un recordatorio para seguir luchando día a día.
—La historia corta es que me lo hice como un recordatorio personal... Sinceramente, se me hace muy difícil verme en un espejo, pero parte de mi terapia es ser capaz de mirar mi reflejo. Así que me enfoco en el tatuaje y me repito una y otra vez que debo estar bien al ver mi cuerpo.- Aclaro adeline mientras soltaba un suspiro, se acomodó para esconder su rostro en el cuello de davian, sin soltarlo. Él mantuvo el mentón apoyado en el hombro de ella y continuó el movimiento circular con sus pulgares, esperando que, en lugar de incomodarla, la estuviera relajando. Si fuera por ellos, se quedarían así por siempre, pero sabían que su momento de calma era frágil. La prueba de ello llegó cuando la puerta se abrió y el enfermero cedrick entró, quedándose petrificado ante la escena. Había imaginado varios escenarios, pero ninguno se acercaba a lo que veían sus ojos: adeline sentada a horcajadas sobre el regazo de davian, su camiseta levantada casi hasta el pecho, y el chico acariciando su cuerpo. La primera impresión del enfermero cedrick fue que la relación había escalado a un nivel más íntimo, pero al analizarlo, se dio cuenta de su error. No había nada sexual en ese abrazo. Era solo dos personas transmitiéndose paz, una serenidad tan profunda que lo contagió.
—Disfruten su último día aquí. El doctor brow dijo que mañana ya pueden salir de las habitaciones blancas—comentó el enfermero cedrick, entrando con la comida y los medicamentos—. Y como mañana te vas adeline, y seguramente se te olvidó, te recuerdo que debes hablar con davian sobre lo que suelen hacer con tu familia pequeña.- Hablo el enfermero cedrick antes de irse y para adeline el enfermero cedrick tenía razón. Adeline había olvidado por completo que su hermano kian vendría a buscarla para ir al lago. La celebración de sus victorias había pasado a segundo plano desde que davian había entrado de urgencia en la habitación.