El tiempo tiene una forma curiosa de acelerarse cuando la felicidad toma el timón. Para adeline, esos tres días lejos del hospital psiquiátrico se sintieron como un suspiro, un fugaz pero precioso respiro. Habían sido una especie de bálsamo para el alma, un paréntesis de paz que se había instalado en su ser después de un momento tan simple como mirarse al espejo y reconocerse. Por primera vez en mucho tiempo, no sintió rechazo, sino una calma inesperada. Esa calma se tradujo en momentos de pura dicha. Comer en armonía con su propio ser, sin el ruido de las voces internas que la juzgaban. Disfrutar del sol en la piel y el frescor del lago junto a su familia. El corazón se le hinchaba de orgullo al escuchar a ivalle contar con una sonrisa genuina cómo había logrado subir dos kilos, su hermano mayor kian la miraba orgulloso de ella. Reírse de las payasadas de su hermano menor Isael, viéndolo volver a ser un niño despreocupado. Y, sobre todo, presenciar el amor tangible entre su hermano kian y su novia evara. Fueron, sin lugar a dudas, los mejores días de su vida.
El aterrizaje en la realidad del hospital fue un suave golpe. Al volver, no le sorprendió que davian no estuviera. Su instinto le dijo que el chico, siempre ingenioso, había convencido a su hermano owen para que le diera también unos días de libertad. Después de todo, él mismo le había preguntado si era posible que él también saliera. No lo culpaba, de hecho, se alegraba por él. Además, adeline no tenía un horario de regreso fijo, por lo que su ausencia era totalmente comprensible. Como ya se había vuelto costumbre, angelo y ana la esperaban en la entrada para ayudarla con el equipaje. Todo parecía normal, si no fuera por un pequeño pero notable vacío en su pecho al no ver a davian. Pero adeline ya había aceptado que su vida no tenía nada de "normal", así que ese sentimiento de ausencia era algo con lo que podía convivir. Angelo la dejó en la seguridad de su habitación antes de irse a su propia terapia, dejándola a solas. Se desplomó sobre su cama, con la mirada fija en el techo. La soledad la envolvió por primera vez en meses. Davian se había convertido en su sombra protectora desde el incidente que lo dejó en coma, y adeline había llegado a depender de su presencia. Sin embargo, en lugar de sentir tristeza o ansiedad, una oleada de felicidad la invadió. Se alegró de que davian tuviera su propio espacio para respirar. No arruinaría la racha de buen ánimo que había logrado. Había aprendido a vivir sin él antes, y esto no la derrumbaría. Se concentró en esa sensación de paz, reviviendo en su mente los recuerdos que habían construido juntos. Los besos tímidos, el coraje que él le dio para mirarse al espejo, las crisis que superaron de la mano. Estaba perdida en esos dulces pensamientos cuando la puerta se abrió y el enfermero cedrick entró en su habitación. Le dejó una bandeja de comida, un plato de arroz con pollo que angelo había escogido para ella, y le informó que angelo se retrasaría un poco más.
Durante esos tres días fuera del hospital, había logrado comer. Había comido bien, con tranquilidad, con una sonrisa en el rostro. Quería que esa sensación se quedara con ella, para siempre. Con una determinación renovada, tomó el tenedor y comenzó a comer, saboreando cada bocado, totalmente absorta en el gusto, sin que su mente le jugara en contra, sin contar calorías. De repente, una voz femenina la sacó de su burbuja.
-Uh, ese platillo sí que se ve con bastantes calorías. No creo que sea responsable de tu parte comer ese arroz.- La voz le pareció extrañamente familiar. Adeline intentó ignorar el comentario, pero el eco en su cabeza era inconfundible. Con una leve sonrisa, alzó el rostro, preparada para enfrentar a la persona parada en su puerta, aferrándose a la positividad que había logrado. Al ver a la chica apoyada en el marco, su corazón se detuvo. Deseó, con todas sus fuerzas, que no fuera ella. Rogó que fuera solo una alucinación estúpida, de esas que la atormentaban cuando su mente y su cuerpo se rendían.
-Deja de comer eso adeline. Estás arruinando la única oportunidad que tienes de ser mínimamente linda.- Hablo Andrea, acercándose y sentándose en el borde de la cama, como si nada hubiera pasado. El mundo de Adeline se desmoronó. Sabía, en lo más profundo de su ser, que la normalidad y la felicidad no podían durar. La prueba viviente de esa verdad amarga estaba sentada a su lado, tan tranquila y familiar como si fueran viejas amigas. El corazón de adeline se aceleró, golpeando contra sus costillas. Un miedo primigenio se apoderó de ella. ¿Qué quería esta vez? ¿Venía sola? Sus ojos escanearon frenéticamente la habitación, buscando a los dos hombres que la habían torturado junto a andrea la última vez. Esta vez no encontró nada. Solo estaban ellas dos y la bandeja de comida. Pero esa soledad, en lugar de tranquilizarla, la desesperó aún más. El terror de un ataque psicológico a solas era incluso peor que uno físico, ya que no había defensa posible.
-Debes cuidar eso que llamas físico.- Hablo asegurando Andrea su mirada recorriendo el cuerpo tembloroso de Adeline.- ¿Acaso no te das cuenta de quién se supone que eres la novia? A davian claramente no le gustan las gordas, ¿no recuerdas a las chicas tan bellas con las que salía?.- Hablo andrea haciendo que su comentario fuera un golpe directo. No, fue un corte limpio y profundo. Adeline había logrado ignorar lo de las calorías, había intentado taparse los oídos. Pero el nombre de aavian la detuvo en seco. Por supuesto que las recordaba. Recordaba la envidia que sentía por sus cuerpos delgados y curvilíneos. Por un tiempo, había deseado ser como ellas, desear ser una chica para poder verse así.
-Lo digo por tu bien adeline.- Hablo andrea, con una sonrisa que adeline supo que era falsa.- A nadie le gustan las gordas, y lo sabes. ¿No recuerdas cómo nadie te prestaba atención antes de que empezaras a perder peso? El mismo davian bennett se alejó de ti porque eras horrible al compararte con sus noviecitas. Ahora solo te mira porque casi, solo casi, tienes un cuerpo más bonito. Aún te falta mucho. De seguro solo está jugando contigo, esperando que por fin seas como una de esas mujeres.- Aclaró andrea haciendo que adeline quede muda, con la mirada fija en el plato de arroz. Una voz, casi inaudible, susurró en su mente: davian, sinceramente, antes de verme así no se me acercaba… Andrea, notando la expresión pensativa de adeline, se inclinó nuevamente para hablarle a adeline.