Almas Unidas

CAPÍTULO 9

Los pilares de tu vida van cambiando según el momento

 o la circunstancia desde que esa persona se volvió tan importante para ti.

 

   —Amor despierta—murmura suavemente en mi oído.

Tomo las cobijas apretándolas mas. No quería levantarme.

Sentí ahora suaves caricias en mi mejilla.

   —Muñeca, se nos hará tarde para dejar a los niños e ir a la empresa— dice de nuevo con cariño.

   —Cinco minutos más—pedí.

Lo oí suspirar, pero no me di cuenta cuando empezó a repartir besos por todo mi rostro hasta hacerme abrir mis párpados y mirar como en su rostro se asomó una sonrisa encantadora.

   —Vamos muñeca a levantarte. Te doy veinticinco minutos—. Deja un último beso en mis labios. Se baja de la cama y sus pasos van directo a salir de nuestra habitación.

Estiro mis brazos y bostezo para luego salir de la cama. Rápidamente organizó la cama y tomo del armario, mi ropa íntima, unas mallas en cuadros, un vestido blanco con adornos negros en la parte del tul y unos tacones negros con plataforma hacia adelante para no cansarme tanto.

Voy al baño, donde realizó todas mis necesidades, entre esas bañarme.  Al salir pongo rápidamente mi ropa, cepillo mi cabello y lo dejó suelto. Maquilló un poco mi rostro con un labial rosado claro, unas sombras negras y delinear mis ojos para que resalte mas. Por último, colocó mis tacones y tomo otro de mis bolsos junto el celular, dinero y un poco de maquillaje.

Llegó abajo donde me espera ya Ash, Eric y Matt.

   —Buenos días mis cielos. —Saludo a los dos pequeños dándoles un beso en sus frentes.

   —Buenos días—respondieron los dos.

   —Vamos—anuncio Matt.

Asentí.

Con rapidez salimos de la casa y llegamos al auto que ya estaba estacionado en la calle. Nos subimos en él y emprendió Matt el viaje hacia la escuela que no quedaba lejos.

   —¿Si desayunaron? —pregunté.

   —Si tía.

   —Claro que sí.

   —¿Llevan sus meriendas? — pregunté de nuevo pero esta vez Matt se pone pensativo al igual que los niños.

   —Se nos olvidó—dijo Eric.

Negué divertida y tomé mi bolso para sacar dos billetes de cinco mil pesos.

   —Llegamos—anuncia Matt que estaciona al lado del colegio.

Matt sale del auto y yo abro mientras tanto la puerta, Los niños también salen del auto.

   —Guardan muy bien y traten de comprarse cosas saludables— advierto y les tiendo el dinero que ellos toman.

   —Claro que si mamá, tranquila— responde Ash.

Con solo decirme mamá una gran paz interior de vive en mí y el sentimiento de felicidad crece.

Eric asiente guardando su dinero.

   —Que les vaya muy bien, cuidado y adiós. — Les digo a los dos. Dejando otro beso en sus frentes.

   —Adiós tía.

   —Adiós mamá.

Asiento feliz, regalándoles una sonrisa.

Matt toma de la mano a los dos y los lleva hasta la puerta del colegio, hasta que ellos no entraron, Matt no se regresó.

Por el momento no había puesto la seguridad que deseaba. Hoy me reunía con el jefe de uno de un grupo de guardaespaldas que había llamado ante anoche. Necesitaba esa seguridad rápido, sabía que si eso estaba cubierto había un pequeño parte de que ya el peligro para todos mis seres queridos no sería con tanto riesgo de que les pasará algo. 

El ruido de la puerta del lado izquierdo retumbo, Matt había subido al auto y cerrado la puerta, colocarse el cinturón y encender de nuevo el auto para comenzar de nuevo nuestro camino hacia la empresa.

   —Estas muy pensativa —afirmó.

Si supiera mis planes, sabía muy bien que me llevaría una buena retahíla por parte de él.

   —No estoy pensativa—insistí en lo incorrecto de la situación.

   —Si lo estás, siempre cuando estás pensativa, miras hacia otro lugar y no dejas tus pies quietos— responde divertido.

Dejé de mover mis pies y mirarlo a él.

   —Sólo estoy preocupada porque mi mamá me dijo que me iba a llamar y...

Me interrumpió.

   —Mentira—afirmó serio— ¿por qué me estás diciendo una mentira?, ¿qué ocultas?

Estaba debatiendo en decirle o no, pero ni siquiera ha pasado dos días de lo ocurrido como para decirle que quiero investigar a su padre, al antiguo forense y sobre todo colocar guardaespaldas.

  —Bien, si no me quieres decir...no me lo digas, pero ojalá no tenga nada que ver con las investigaciones.

Eso calló como un balde de agua bien helada. 

  —No, no es nada de eso—murmuró nerviosa.




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