Almas Unidas

Capítulo 2

Capítulo 2

—No, no, no de ninguna manera Lindsay.


—Vamos, no puedes seguir esperando, si quieres que haya un cambio tienes que hacerlo tú misma—me miró a los ojos fijamente—. Sí nunca te arriesgas, nunca sabrás lo que podría pasar. Y cuando estés vieja con quince gatos te preguntarás lo que pudo haber pasado si hubieras tenido un poco de valor. Tú y yo sabemos bien que si no lo haces ahora entonces no lo harás nunca.

Eso estaba convenciéndome, pero es que Lindsay podía ser muy buena y sabia con las palabras en ciertos momentos. Y la verdad, ella tenía razón. Algún día tenía que declararme a Marcus Wooth, por eso Lindsay tuvo la excelente idea de que lo hiciera hoy, en la fiesta de viernes fin de curso que se realizaría en la noche. La fiesta sería en la casa de los mellizos celebrando que por fin era verano, significando de que por fin éramos libres de la escuela y responsabilidades.

Lo medité unos cuantos minutos en silencio. ¿Que podía salir mal? Aparte de ser rechazada y recibir miles de miradas llenas de compasión; claro, sin contar por rumores sobre mi corazón roto circulando por los pasillos de la escuela. Al menos me consolaba que la humillación se retrasaría unos cuantos días gracias a las vacaciones de verano que apenas iniciaban.

Por otro lado, Lindsay tenía razón. Desde años anteriores yo había querido confesarme adecuadamente; pero el miedo me paralizaba. Era como aquel libro que habíamos leído en primaria; dos ratones que buscaban un gran queso. Uno lo intentó y el otro murió por el miedo paralizador.

No quería morir por el miedo paralizador, pero tampoco quería ser humillada frente a todos.

Suspiré. Tenía la respuesta aunque no estaba completamente segura ella.

—Esta bien, tienes razón —suspiré —. Lo haré, pero necesito de tu ayuda.

—Eso ya lo tenía previsto — me sonrió y yo reí.

—Claro que ya lo tenías previsto, si no lo tuvieras previsto no serías tú.

—Obviamente —me guiñó un ojo —. Por cierto, creo que ya podemos bajar del auto y entrar a tu casa

Mire a mi alrededor, llevábamos más de 15 minutos estacionadas enfrente mi casa hablando sobre la posible confesión con canciones de the Beatles como música de fondo. Si no bajabamos pronto pareceríamos algunas acosadoras lo cual haría que las vecinas hicieran especulaciones erróneas. Y no me agradaba ser parte de los chismes vecinales.

Bajamos del auto y comenzamos a caminar para atravesar el pequeño jardín que daba a la puerta de la casa.

—Entonces, ¿Cuál es el plan?—le pregunte mientras tomaba el pomo de la puerta.

—Tú prepara unos ricos sándwiches de esos que sabes hacer y yo preparo todo para que te veas hermosa esta noche.

—¿Con atún?

—Oh, claro que sí —levanto su puño—. ¿equipo alfa buena maravilla onda dinamita escuadrón lobo en acción?— lance una carcajada mientras levantaba mi puño.

—Debes dejar de ver demasiado Shrek

—Tal vez —dijo encogiendo sus hombros mientras yo abría la puerta.

Lindsay no esperó ni un segundo para subir corriendo a mi habitación

—¡Ve preparando los sándwiches!— me gritó desde el segundo piso de la casa.

Sonreí ligeramente.

Lindsay nunca cambiara y eso en parte me alegraba, era mi mejor amiga y la amaba por su forma de ser.

Mi casa no era la más grande, ni la más lujosa de Green Village; era un poco pequeña, pero estaba muy bien para dos mujeres viviendo en ella. A pesar del tamaño, era bastante acogedora. Intentábamos mantenerla ordenadas, con las paredes blancas, el piso de madera y unas cuantas decoraciones –nada exagerado – minimalista que le daban un toque acogedor a la casa.

Recuerdo esos días que solía preguntar a mi mamá cuando era más pequeña, el porqué nuestra casa era más pequeña a comparación de los demás. Ella me solía contestar  <<hay momentos en la vida que no son tan sencillos y uno debe sacrificar algo por cosas que realmente importan y valen la pena. Así que no te preocupes por el tamaño de la casa; preocúpate que está se sienta como un hogar>> He aprendido que cuatro paredes no conformaban un hogar, la conformaban las personas y el amor que había entre ella. Y aunque en ese entonces yo no comprendía lo que ella quería darme a entender –solía asentir y quedarme con la mismas pregunta de un principio y aún más dudas sobre la respuesta –puedo decir que me enseñó una de las más grandes lecciones de la vida.

Fuí directamente a la cocina para comenzar a preparar los sándwiches acordados. Saqué los ingredientes que necesitaba para prepararlos, suerte que acababa de ser quincena y la despensa seguía llena.

Prepararlos era bastante sencillo, y era una de las pocas cosas que sabía preparar correctamente y que quedara con un buen sabor. Es decir, que si sucediera algo, con lo único que podría sobrevivir -sin intoxicarme por mí misma- sería con sándwiches.




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