Almas y Estrellas

La elección

El lugar donde Liam Tanner me pidió vernos era mucho más lejos de lo que imaginé; sin embargo, al llegar pude ver una enorme casa con ventanales inmensos, un jardín extenso con arbustos bien podados y una pequeña fuente en medio.

No me sorprendía en absoluto su estilo de vida, tenía una carrera sólida y conocida, incluso había tenido la suerte de que un par de celebridades amantes de su técnica compraran sus cuadros. Eso al parecer le había dado estatus y muchísima publicidad...

Cuando me acerqué para poder ingresar a su hogar, me topé con un guardia de seguridad, quien al parecer se encontraba tan ocupado observando su teléfono móvil, que no se percató de mi presencia.

Buenos días —pronuncié en tono lo bastante fuerte como para hacerlo sobresaltar.

—¡Señorita, buenos días! —Se levantó de su asiento rápidamente, haciendo una ligera reverencia —. Disculpe usted, ¿cómo puedo ayudarla?

—Estoy buscando al señor Liam Tanner, tengo una reunión de negocios con él.

—Por supuesto —El hombre dirigió su mirada a la computadora que estaba dentro de su pequeña recepción—. ¿Su nombre?

—Amelie Park.

Acto seguido tomó su teléfono y asintió en mi dirección. Después de pedirme mi documento de identidad y corroborar que en efecto se tratara de mí, se dirigió a mi nuevamente con un semblante afable.

—Puede pasar —Señaló hacia la dirección donde se podía contemplar una puerta corrediza que lucía más como un enorme ventanal.

Agradecí y me encaminé hasta el interior de la casa, no sin antes curiosear los distintos adornos que poseía el jardín: había piezas de esculturas, un auto deportivo, arbustos podados con formas femeninas. Todo se veía impecable y perfectamente acomodado. Era el hogar de un artista sin lugar a dudas.

Cuando ingresé a la parte interna, todo se veía espacioso. El suelo de mármol negro contrastaba con las paredes blancas. Había una gran escalera a un costado con leones dorados en cada una de las barandillas.

Suspiré, había personas con suerte en la vida.

—Veo que te agrada —Dirigí mi cabeza hacia el sonido de su voz y me encontré con un hombre rubio, alto, esbelto y al juzgar por su manera de vestir, descomplicado. Llevaba una simple camisa con algo de estampado y unos vaqueros.

—Estaría loca si no me agradara esto —respondí haciendo un movimiento con mi mano señalando el interior de su enorme casa.

Sonrió.

—Buena respuesta —manifestó en tono bajo—. Por favor acompáñame, tengo la obra en la que estás interesada en mi salón de exhibición.

Lo seguí sintiéndome ligeramente incómoda, había algo acerca de este hombre que no terminaba de agradarme. Aún así tenía un propósito, y no me iría de aquí sin haberlo conseguido.    

Cuando llegamos a una enorme puerta de vidrio muy grueso, Liam se acercó a un pequeño tablero con números, escribió un código y un momento después la entrada se abrió. Las luces se encendieron al ingresar, y pude observar un salón enorme con pinturas de todos los tamaños. Incluso en el centro había una especie de exhibidor que soportaba el torso de una mujer tallada en yeso.

Caminé curiosa por toda la sala deteniéndome en cada pintura. Su técnica era magnífica, cada detalle estaba muy bien logrado y aquello me producía una sensación de asombro increíble. Nunca en mi vida lograría esto, porque mi pincel eran las palabras y la narración... Mundos totalmente distintos.

—Señorita Park, si estás interesada en cualquier obra de las que estás viendo ahora mismo, te ofreceré un buen precio, sobre todo si en tu libro puedes hablar sobre la dirección de mi galería privada.

No respondí, estaba inmersa en todas y cada una de sus obras, incluso aunque no fueran lo que estaba buscando para la portada de mi novela. Ahora que podía detenerme a pensarlo, creo que había estado apuntando muy alto con lo que buscaba, quería un trabajo perfecto y llamativo, pero esto estaba en un nivel completamente diferente.

Finalmente di con la obra que había llamado mi atención y era en persona incluso más hermosa que en aquellas fotografías de la red. Me la imaginé en pequeña escala como el nombre de mi novela y me pareció acertada.

—Veo que el buen arte le ha comido la lengua. —Bromeó.

—Definitivamente —afirmé—. Bien, señor Tanner, ¿Cuánto quiere por ella?

—Eres una escritora reconocida, una mujer muy bella también, así que, si decides nombrar mi galería en algún lugar de tu libro, el precio especial que obtendrías sería de dos mil dólares.

Maldije internamente, mi Editorial no me había dado tanto dinero para invertir en mi portada y esta cantidad rozaba lo absurdo.

—Bien —murmuré aún contemplando la obra. No quería que de ninguna manera se me notara el desencanto —. Le haré una contraoferta: Quizás mil quinientos dólares, con todo y publicidad de mi equipo a su galería.

Estaba mintiendo, sólo quería parecer interesante. Decirle que no tenía ese dinero era como perder mi honor y no iba a permitir que eso sucediera. No quería desencantar a este hombre, así que me esforcé por parecer cautivadora.

Él pareció meditarlo por un momento y en mis adentros rogaba que no aceptara, había bajado bastante el precio a propósito.

—Podría pensarlo —Cruzó los brazos sobre su pecho y me observó con detenimiento.

—También tengo otro artista por ver, así que cuando tome mi decisión y si lo has pensado para ese momento, podríamos llegar a un acuerdo.

—¿Otro artista? —La pregunta casi pareció ofenderlo—. Claro, no imaginé que fuera el único, es sólo que te noté tan... fascinada con mi obra...

—Lo estoy —Confirmé con seguridad en la voz, después de todo eso no era mentira—. Pero no puedo comprometerme hasta haber visto todos los trabajos que me interesaron.

—Desde luego entiendo tu posición —Dio vueltas a mi alrededor, estudiándome—, y disculpa si esto suena un poco... testarudo de mi parte, pero en verdad estoy dándote el mejor de mis precios.



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En el texto hay: romance, espiritual, romance acción magia

Editado: 02.02.2021

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