AMELIE
Papá, mamá, el señor y señora Kim parecían trabajar en perfecta sincronía. Nos encontrábamos ahora en un ambiente de presión bastante palpable, y sin embargo mi mente parecía divagar entre la realidad de un destino difícil y el beso que Karan y yo compartimos. La alegría y las pequeñas cosquillas que me provocaba el recordarlo.
Sabía que Karan podía sentirlo también por la pequeña sonrisa que se mostraba en sus labios cada vez que yo rememoraba la escena. Era nuestra forma de desconectarnos de la realidad durante un momento, e ignorar todo el embrollo en el que resultamos envueltos. Quizás no era lo más oportuno dada la situación, pero era una especie de placer culposo.
Leah trajo a Bonnie con ella. Aún no sabía qué haría con él durante mi viaje, ignoraba si debía llevarlo conmigo o dejarlo a cargo de alguien, pero, ¿quién? No solía confiar en guarderías de mascotas, no sabía cuál sería el trato que le dieran y tampoco estaba segura de cuándo sería mi regreso, no podía simplemente abandonarlo.
En cuanto a mi trabajo, era oficial la cancelación de la gira. No era algo sencillo para mí, pero dado que Yun estaba empecinado en acompañarnos tendríamos que suspender todas las presentaciones que Raphael hubiera agendado hasta la fecha. Claramente yo tampoco estaba en condiciones de dedicarme a mi carrera ahora mismo.
Ignoraba si Leah iría con nosotros, pero mientras ella me lo informaba, tendría que hacer un plan. Me pregunté cómo Karan manejaría su trabajo, en su rama ignoraba la manera en la que se debía proceder. Imagino que era un poco más sencillo cancelar clases que una gira por toda Latinoamérica.
—¿Es decir que el viaje a Corea se realizará definitivamente? —La voz de mi mejor amiga interrumpió mis cavilaciones.
—El monje coreano asegura que lo tiene en su poder, pero... nada nos garantiza que así sea —Explicó Karan.
—En el Tíbet también hay posibilidades de que se encuentre —Mi padre se veía muy concentrado observando un mapa en su teléfono.
—Podría estar en cualquier lugar en realidad, tendríamos que viajar por todo el mundo sin saber si tendríamos éxito.
—No tenemos tanto tiempo... —dije con aprensión.
—Amelie tiene razón... O nos tomamos el tiempo para viajar, o intentamos despertar —Secundó Karan.
—Pueden hacer las dos al tiempo, hijo —Dowan se veía demasiado cansado, era una persona alrededor de los sesenta años, por lo que lograba deducir, pero su espíritu estaba lleno de vitalidad; sin embargo, estaba segura de que la regresión y todo lo que había ocurrido horas atrás lo debilitaron bastante —. Pero confío en el monje, y algo me dice que tal vez pueda encontrarse allí.
—¿Corazonada? —inquirió mi padre —. Es la primera pista que tenemos y lo que más se acerca al pergamino, deberíamos empezar por allí.
—Bien, no se diga más entonces, busquemos la manera de viajar hasta allí —Mi madre estaba seria al decir esto último, pero se veía decidida. Ignoraba si le molestaba tener que convivir con este tema una vez más o si algo más la estaba inquietando. En cualquier caso, había cierto dejo de irritación en ella.
Me levanté entonces de la silla, había estado encerrada en mi casa por casi dos semanas y quería despejarme un poco, sobre todo ahora que tenía tantas cosas que procesar. Levanté a mi perro que olisqueaba con curiosidad el nuevo espacio, busqué dentro del bolso su pequeño arnés, y decidí salir a caminar con él.
La energía entre Karan y yo era tranquila y sabía que entendía la perfección que necesitaba este tiempo a solas.
Cuando salí del departamento el viento frío me dio de lleno en el rostro. Escuché a Bonnie sacudirse y caminé sin rumbo en específico en mente.
El sol de Nueva York brillaba en lo más alto del cielo, los edificios y las tan concurridas calles de esta ciudad me daban la bienvenida. No me había dado cuenta que los más grandes cambios de mi vida habían ocurrido tras las cuatro paredes de mi departamento. Realmente me había hecho falta sentir el aire, el sol acariciar con tibieza mis mejillas, ver el mar, la estatua de la libertad alzándose majestuosa en su pedestal.
Ahora valoraba más el tiempo que te entregabas a ti mismo y la importancia del mismo.
Me sentía un poco arrepentida con mis padres, no debí haberme ido como lo hice después de que ellos viajaran hasta aquí, pero algo me decía que a partir de hoy pasaría mucho tiempo a su lado, y eso me hacía feliz. Aunque era consciente de que también complicaría un poco las cosas.
La vida era sorprendente; en un segundo podías tener todo bajo control y al siguiente simplemente se te escapaba de las manos...
En cuanto a Yun... No quería que se metiera en esto, no tenía absolutamente nada que hacer allí, su presencia se convertiría más en una molestia que en una solución a estas alturas. Y sí, lo quería, no podía negarlo, no podía apagar mis sentimientos hacia él de un momento a otro, pero en este instante simplemente necesitaba sanar, y creo que la distancia me permitiría hacerlo.
Me senté en una pequeña banca desde donde podía ver el mar y varias personas transitar. Solté a Bonnie para que pudiera correr a su gusto y simplemente me desconecté de esta realidad abrumadora que en ocasiones parecía carente de sentido.
Suspiré mientras la visión del mar se llevaba consigo mis preocupaciones y el sonido del agua arrastraba consigo el pasado que ya no me pertenecía.
Varios fans que me reconocieron se acercaron a saludar, no me molestó en absoluto, pero de alguna manera el acto trajo consigo nostalgia. Sabía que en Corea tendría que enfocarme en asuntos mucho más grandes que estos, y saberlo me hacía atesorar estos instantes con mucha más conciencia. Tal vez, si lograba que todo saliera bien, volvería a vivirlos de nuevo...
Disfruté de las fotos, los autógrafos, el amor de las personas. No necesitaba millones de admiradores para ser feliz; aquellos que me reconocían de este modo me hacían sentir verdaderamente especial. Siempre me había agradado el contacto y la cercanía con las personas.