Era una noche oscura, en donde pares de gigantescos nubarrones cargados de tormenta cubrían la maravillosa luna prohibiéndole así toda la vista. La ciudad se encontraba iluminada gracias a los faroles y a los autos que ocupaban gran porcentaje de su territorio, a excepción de sólo uno.
Un callejón sucio, horrible, en donde las personas vecinas solían tirar allí la basura de sus casas, y también, otros desechos más peligrosos.
Una bicicleta oxidada, en donde las ratas merodeaban. Pedazos de una motocicleta de los ochenta, destruida hacía añares por un terrible accidente. Un congelador viejísimo, pesado y arruinado, cuyo interior estaba repleto de porquería. Un antiguo televisor con la pantalla rota, un Philips de 1976 que bien podría haber estado en la casa de un coleccionista. Un espejo trizado, alargado y con un elegante marco de algarrobo que solo reflejaba una cosa.
Allí, en lo más profundo y sucio de aquel callejón, hacía prescencia un aura oscura. Negra como los más recónditos rincones, tragándose toda la luz que a duras penas lograba entrar desde la calle. Su tamaño era bastante considerable, midiendo lo mismo que un ser humano adulto promedio podía medir. No era producto de la quemazón de la basura, ni de los desechos tóxicos que los seres más imprudentes solían incendiar por ahí. Esa aura era especial. Dos ojos amarillos, con pupilas rojas en forma de tajo, resaltaban perfectamente en ella.
Esos dos ojos no miraban cualquier basurita del lugar. Miraban a alguien, a un sujeto. A un tipo con la cabeza gacha que cubría su cabeza con ambas manos ante el temor que la presencia misteriosa le provocaba.
El cuerpo del hombre estaba helado ante el semejante susto de, en un abrir y cerrar de ojos, ver a esa aura allí, enfrente suyo. Su piel se había vuelto de gallina, y una serie de escalofríos recorrían su espalda a la par que el resto de su cuerpo temblaba.
El miedo le jugaba una mala pasada, dejándole la sensación de haber estado allí durante toda una eternidad cuando en realidad habían pasado unos minutos. Se animó a destaparse y averiguar si la silueta ya no estaba. Con toda la mala suerte que jamás creyó tener, se volvió a encontrar con los dos ojos amarillentos justo allí adelante. Fijos, mirándolo a él sin pestañear ni despegar su vista a otro lado.
- No lo haré...- dejó salir el hombre repentinamente, en conjunto con una voz temorosa-...No puedo hacerlo.
- Pero ya lo has hecho hace tiempo...- aparentemente esas palabras salieron del aura. Era una voz ronca y masculina, que coincidía con la apariencia de aquellos extraños ojos- ... Házlo de nuevo, y cuando sea tu turno de marcharte, me lo agradecerás.
- Pero... ¿Agradecerte qué? Aún no sé qué planes tienes debajo la manga- el sujeto lentamente subió su cabeza temblorosa y miró al aura oscura.
- Me agradecerás de estar en un mundo que no sea idéntico a este basural en donde vives- los ojos amarillentos le pegaron una vista a la mugre del lugar- Vivirás en un palacio de lujo junto a otros sujetos como tú, quienes al fin tendrán todo lo que merecen y jamás pudieron obtener en sus vidas.
El hombre bajó su cabeza nuevamente. Sus ojos se llenaban de lágrimas y su cuerpo aún temblaba. Comenzaba a morderse con fuerzas sus labios, llegando al límite de hacerlos sangrar.
- Aún así... ¿Es tan necesario que yo haga eso?- preguntó.
- Para mí es de suma importancia que lo hagas- el aura le respondió, pegando ahora su vista en el muchacho dudoso- Tú sólo tienes que seguir tu instinto, sé que todavía lo tienes.
Una mezcla de palabras se formaba en la mente del hombre. "Lujo" "mundo no idéntico a ese basural" "instinto". Aquella aura misteriosa no era fácil de rechazar. Pero...
¿Por qué era tan horrible el precio que había que pagar?
¿Y por qué lo tenía que pagar un tercero?
¿Por qué no él? ¿Por qué él no se lo hacía a si mismo?
¿Por qué tenía que dejarse llevar por su "instinto" para castigar?
- ¿Y?- la aura habló impaciente- ¿Vas a rechazar la única oportunidad de tener algo mejor que este montón de mugre?
El hombre abrió sus ojos. Sus preguntas se congelaron, como si aquella aura hubiese sido encargada de ello. Subió su mirada para ver esos ojos tan intimidantes.
- ¿Cuándo me darás esa recompensa?- se animó a preguntar- ¿Cuándo podré irme de este lugar?
El aura solo lo miró. Los ojos no despegaban su mirada de su ser.
- De eso no me encargo yo- respondió- Es otro el responsable de ello. Yo sólo me encargo de los "de tu tipo". De darles lo que nadie jamás les dio.
El hombre volvió a pensar. Su cabeza cuestionaba las mismas dudas una y otra vez. ¿Tan necesario era que otra persona pagara? Pero luego, otra pregunta aparecía de estreno para hacerles la competencia. ¿Vas a rechazar la única oportunidad de tener algo mejor que ese montón de mugre? ¿Vas a desperdiciar tu única oportunidad de "vivir" mejor?