“Jamás me subestimes. Yo puedo ser muy diferente a lo que tu crees que soy”
Helena rió para ella misma una vez que presionó el botón de “Enviar” sobre la pantalla de su teléfono celular.
“Claro ¿Y entonces en que eres diferente?”
Sonrió esta vez al leer el mensaje recién llegado. Algo tenía tramado en mente.
“En que tú crees que estoy en este momento en la puerta de tu casa, a punto de tocar el timbre para que atiendas. Pero no. Estoy justamente a once cuadras de tu casa, a un solo paso de bajar el primer escalón para llegar a mi cocina, buscar las llaves, y tomar algo de helado antes de irme”
Helena se detuvo. Bajó el teléfono y lo guardó en el bolsillo de su chaqueta. Miró a su frente. El semáforo peatonal titilaba en verde, a lo que bajó de la acera para cruzar la calle en conjunto a muchas otras personas. Personas con trajes, camisas y faldas de trabajo. Personas con conjuntos deportivos. Personas con ropa de entre casa. Personas bien arregladas. Aún así, Helena deslumbraba entre ese montón de gente. En la remera negra que llevaba bajo su abierta chaqueta de jean, brillaba una rosa blanca que la misma jovencita había pintado con pintura y algo de purpurina.
Sus cabellos castaños comenzaron a moverse con la fresca brisa de la primavera recién llegada. Sus ojos color café se abrieron una vez que pisó la acera nueva.
“No jodas Helena, tenías que estar aquí a las siete de la tarde para empezar con el trabajo. Recuerda que después tengo que estar de niñera, tonta”
Volvió a tomar su teléfono para leer el mensaje de texto. Preparó sus dedos para escribir su respuesta, en cuanto sintió un leve golpe en su hombro derecho.
- ¡Mil disculpas!- le dijo una mujer alta con cabellos rizados y dorados, con preocupación al sentir que había chocado a la muchachita distraída.
- ¡No se preocupe, es mi culpa!- Helena se volteó enseguida para responderle, a la vez que sonreía y sacudía moderadamente el teléfono como si fuese una señal de “esto fue lo que causó el golpe”.
La mujer le devolvió la sonrisa y se quedó parada en la acera mientras observaba a la joven Helena continuar con su camino, retomando el celular en sus manos. No la dejó de observar hasta que la niña desviara hacia el lado izquierdo, y después de haber tragado algo de saliva y de dar un leve suspiro, continuó hacia su destino.
“Vamos Helena, vamos a sacarnos un cero en esto y por tu culpa”
- ¿Por culpa de quién?- la muchacha castaña metió su cabeza por la ventana abierta de una bonita casa de madera. Miró como una chica de su edad, que estaba sentada en un sofá, pegó un salto de susto al escuchar su repentina voz.
- ¡Maldita sea, Helena!- la jovencita, robusta y de cabellos negros, corrió a abrir la puerta de la casa- ¿Por qué tardaste tanto?
- Perdón señora, pero por lo que sé, los modales hacen a la caballera- Helena pasó adelante del hogar, mostrándole a su amiga una bolsa que traía el logo de una heladería.
- No me digas que…
- Sí, tardé quince minutos en Cream Love Cream- Helena sacó de la bolsa un pote con helado y se la entregó a la otra muchachita- Estaba rebalsado de gente, y no me gustaría juntarme contigo sin tomar algo de helado.
La muchacha de cabellos negros recibió el pote, y con una sonrisa que no pudo evitar dar, se dirigió a la cocina para guardarlo en el congelador.
-¿Vamos a empezar con el trabajo ahora?- preguntó una vez que cerró la puerta del mismo.
- Sólo si en la mitad picamos algo de helado, Mikaela- Helena sonrió, y pasó hacia el comedor.
Allí había una maqueta que estaba a medias. Simulaba ser un río situado en la mitad de la misma, separando así a dos paisajes completamente distintos. De un lado, la naturaleza de un bosque nativo; y del otro, una triste ciudad en llamas. Pero claro, a todo eso le faltaba un toque importante ¡La pintura!
Pinceles, temperas, acrílico, y una buena música a todo volumen para trabajar. Las dos amigas comenzaron con la pintada de la maqueta, proyecto que tendrían que exponer al día siguiente para una clase especial de Educación Ambiental.
Y cuando la parte del bosque verdoso y el río azulado estuvieron listas, Mikaela llegó a la mesa con dos copas de helado para picar.
- Sabía que no podrías darme un “no” como respuesta- Helena le sonrió una vez que recibió su copa, y contempló el helado de cereza y de chocolate almendrado que había escogido.
Mikaela rió, aún así no se detuvo en seguir trabajando y volvió a tomar su pincel para comenzar con la segunda mitad de la maqueta. Helena imitó sus pasos, y manchando con acrílico rojo los pelitos del pincel que había tomado, continuó el trabajo.
~*~
El teléfono de la dueña de casa vibraba en el bolsillo del jean que la misma tenía. Mikaela estaba en el jardín, sentada en el escalón de la puerta para despedirse de Helena.