Almhara: Entre Ángeles y Demonios.

Capítulo V: Tropiezo.

Los dos jóvenes salieron del colegio, sintiendo como el brillante sol iluminaba toda su cara. Bajaron los escalones de la entrada y caminaron por el patio delantero hasta llegar a la vereda.

- ¿A dónde vamos a comer, Alexander?-preguntó Helena al ver que su contrario comenzaba a caminar hacia la izquierda.

- Conozco un lugar donde sirven unos deliciosos almuerzos- le respondió, observando como ella se colocaba a caminar a su lado- Y, si quieres, sólo llámame "Alex". Alexander es un buen nombre, pero a veces suena tan de viejo...

La muchacha aceptó con un leve movimiento de cabeza y prosiguieron con el camino a su destino. Bueno, mejor dicho, ella lo seguía a él. Recordemos que Helena todavía no se guiaba del todo bien y ni siquiera sabía a dónde irían a comer. Sólo sabía que era un lugar donde servían una comida bastante rica. ¿Un restaurante? ¿La casa de un familiar del joven? Ya quería ver el lugar a donde marcharían.

¿El resultado? Demasiado malo.

Habían pasado ya unos diez minutos desde que los dos habían salido de la escuela. Aparentemente, Alex no se dirigía al centro de la ciudad, lugar repleto de decenas de restaurantes grandes y pequeños. Se dirigía a otro lugar, un lugar que mostraría algo en especial.

Helena solamente lo seguía. Si bien tenía dudas de dónde irían, no quería molestar con sus preguntas. Decidió seguir detrás suyo sin decir una sola palabra acerca de aquello durante el recorrido, sólo le conversaba sobre otras cosas. Cosas de muy poca importancia, cosas quizás algo privadas.

- ¿Cómo fue que llegaste aquí a Almhara?- le preguntaba Helena- Yo desperté en el hospital principal, pero me gustaría saber si a todos les pasa igual.

- Pequeña, déjame responderte que eso no es similar para los demás- le respondió el muchacho instantáneamente- Yo desperté en otro lugar, supongo que el destino supo desde un principio que los hospitales no son lo mío.

.~*~.

En cuestión de minutos se adentraron en una angosta calle de tierra. Una calle que a Helena le provocó una mala "chispa", mientras que a Alexander parecía no afectarle en nada. Aquella calle estaba rodeada de edificios con apariencia de ser precarios, quizás demasiado. No pasaba nadie por allí excepto ellos dos. En un par de chocitas se escuchaba música fuerte, "música de fiesta" según la muchacha. La tierra estaba seca, como si no hubiese llovido en meses o como si nadie se encargara de tirarle agua. Habían muy pocos árboles en las veredas, también hechas de tierra, resultaban estar secos y sin hojas, como si el invierno los siguiera matando a pesar del agradable clima soleado. En la primera esquina en la que pasaron, la joven pudo apreciar unas botellas de cerveza destrozadas en el suelo además de, aparentemente, un charco de sangre ya seco que parecía haber estado allí durante unos días.

Tragó saliva poniéndose incómoda. ¿A dónde estaba siguiendo al secretario? ¿Estaría su casa por allí? Para nada.

En un momento, después de tanto silencio y de tanto camino recto, Alexander desvió hacia la derecha y se metió a un callejón, ubicado entre dos edificios, uno de ellos era un almacén abandonado y el otro era una casa cuyos vidrios estaban rotos agregando las paredes en mal estado.

El muchacho se detuvo dentro de ese callejón. Miró hacia su alrededor, no había nada ni nadie por allí, salvo Helena. Una preocupada Helena. Dentro de aquel callizo solo había chatarra; piezas de motores y electrodomésticos oxidados. ¿Qué estaban haciendo en tan extraño y poco agradable espacio?

Helena respiró hondo con el atrevimiento de preguntar. Sin embargo, no alcanzó a abrir la boca porque alguien más había entrado al callejón. La joven se asustó un poco al ver aquella presencia que había aparecido de un segundo al otro. Era un chico, de no más de dieciocho años de edad, de cabello negro y con un conjunto de buzo del mismo color. Llevaba la mirada gacha y sin una sola palabra fue a parar justo al lado de Alexander.

Los dos muchachos se saludaron con un apretón de manos y unas leves risitas. Helena suspiró aliviada, parecía ser un amigo y no un enemigo, aún así volvió a preocuparse al escuchar otros pasos detrás. Se volteó, se trataban de dos jóvenes más, asemejados al que había llegado hacia instantes.

Ninguno miró a la jovencita, ni de reojo. Sólo pasaron de largo para encontrarse y saludar al peliverde. Ni siquiera le habían dirigido la palabra a la niña. Parecía ser invisible o como un fantasma sin importancia.

- Espérame un poco ¿Sí?- le avisó Alexander al notar que la chica no se encontraba del todo bien.

- Está bien- le respondió ella, sin saber que más responder.

Después de su corta aceptación, Alexander se le puso de espaldas a Helena, colocándose así en una ronda junto a los otros tres sujetos. No hablaban en lo absoluto, solo unas rápidas señas en sus manos, como si fuese algo que sólo ellos entenderían. Helena observó con atención y con desconfío. Sintió como si Alexander le quisiera ocultar lo que estaba haciendo en ese momento.



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En el texto hay: angeles, juvenil, aventura

Editado: 07.04.2019

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