Almhara: Entre Ángeles y Demonios.

Capítulo IX: Aprendiz.

Quizás la palabra "entrenamiento" les suene a prepararse físicamente como en un gimnasio. Pues no se equivocan, ya que Solange guiaba a Helena justamente a uno de ellos. Un gimnasio donde las personas ejercitaban allí dentro con maquinas especiales, pesas o abdominales. Sin embargo, Solange no le explicó a su compañera que eligiera algo con que ejercitar. Entraron al establecimiento, y sin dirigirle la palabra a la gente ahí presente, pasaron directo a la entrada de los sanitarios.

En esta entrada había un corredizo donde habían cuatro puertas: una le pertenecía al sanitario de hombres, otra al sanitario de mujeres, otra al de personas con discapacidad y una más al final donde no había ningún cartel. Solange se dirigió esta última. Abrió con cuidado la puerta, para no causar ruidos molestos, y entró al lugar donde la llevaba. Desde el otro lado de la entrada, Helena escuchó que la joven la había llamado para que la siguiera, a lo cual obedeció con algo de dudas.

Al principio, la castaña creyó que esa puerta guiaba a una habitación en dónde se guardaban ciertos elementos del gimnasio y que buscarían uno en específico, pero no fue así. Para su sorpresa, se encontró con una escalera de metal negro, la cual bajaba hacia un lugar bajo tierra.

- Sígueme- le pidió Solange nuevamente, bajando el primer escalón.

La muchacha obedeció dudosa ante la orden. No tendría que temer si estaba en compañía de la líder que la cuidaría, pero nunca se sabe. Comenzó a bajar las escaleras con cuidado, sosteniéndose del barandal derecho mientras miraba sus pies para tener precaución de no caerse. Cada paso hacía un ruido fuerte en el metal. Resultaron ser muchos pasos, y muchos ruidos, hasta que finalmente llegaron a su destino.

Allí sólo había una habitación muy pequeña, que contenía únicamente una puerta también negra. Solange, quien había llegado a suelo firme primero, abrió esta puerta y ahí Helena pudo contemplar que era lo que había adentro.

Se trataba de un enorme salón, de paredes celestes y con un suelo de color azul, repleto de personas de todas las edades. Chicos y grandes que hacían actividades de todo tipo. Desde duros ejercicios que duraban minutos hasta juegos que uno disfrutaba cuando era pequeño. Aún así, Helena notó en algunas de estas personas un increíble detalle. Alas, gigantes, emplumadas y con distintos colores en degradé, como las que un Ángel sacado de la mitología tendría.

- ¿Estos son ángeles de verdad?- preguntó Helena sorprendida al ver tal escena.

- Así es- le respondió Solange, contemplando con los brazos cruzados- Todos los ángeles tenemos alas. Eso es algo que nos identifica y que nos da muchas ventajas.

Helena sintió un cosquilleo en su estómago al llevarse otra sorpresa.

- Entonces... ¿Yo también las tengo?- preguntó asombrada a la vez que la emoción nacía en ella.

- ¿Por qué no lo pruebas?- le respondió la pelirroja, quien comenzó a adentrarse en el salón- Ven conmigo.

Helena se colocó a su lado para seguirla en una caminata hasta el fondo del lugar. En aquel tiempo, la joven observaba el maravilloso fenómeno que había allí. Habían ángeles, un par, que sobrevolaban rozando el techo del establecimiento. En otra parte, habían unos que probaban aletearlas sin llegar al vuelo. Otros, aparte, ejercitaban como en cualquier gimnasio, con unas pocas maquinas de ejercicios, con distintos tipos de pesas, ejercicios con el cuerpo y trotes alrededor de todo el salón.

- Este es el gimnasio de entrenamiento para Ángeles de la Asociación- le contó Solange al llegar al fondo- Los miembros que necesiten de un entrenamiento especial, tienen que venir aquí cuando puedan para ejercitar y aprender nuevas cosas que le servirán para las misiones.

Helena se apoyó de espaldas contra la pared y siguió contemplando aquellos ángeles voladores que ahora aterrizaban en el otro extremo del salón.

- Es mejor que conozcas tu complemento especial, tus alas-le dijo Solange, observándola tan maravillada- Es lo primero que todo ángel tiene que entrenar.

Al apenas escuchar lo que la muchacha le decía, la emoción llenó el cuerpo de Helena en cuestión de segundos. ¡Al fin usaría sus alas! Estaba emocionada por usarlas, aunque se había enterado de su existencia hacía apenas dos minutos.

- Empezaremos con algo importante- exclamó Solange, dejando su teléfono móvil en el suelo- Mantener el equilibrio con el peso de tus alas es lo primero y principal.

- Está bien- le respondió Helena, dando un par de pasos hacia su frente sintiéndose lista para comenzar- Sólo dime que hacer y lo haré.

Solange la miró de reojo y le sonrió levemente. Como toda líder, en ese momento entrenadora, le tenía que enseñar a la chica nueva como tenía que sacar sus alas. Y para ello no existía mejor manera que sacárselas de un susto. Resultaba que, a la vez que dejó su teléfono en el suelo también levantó una piedra mediana que había allí mismo, objeto el cual lanzó al piso de manera brusca, haciendo que cayera a unos pocos centímetros de Helena y que provocara un fuerte ruido. La jovencita, al escuchar y sentir que algo muy cerca suyo había caído, se llevó un enorme susto. Y como el susto la había hasta congelado en un milisegundo, en su espalda algo especial había salido en un cortísimo instante. Algo que, al alcanzar su tamaño completo, le causó una pérdida de equilibrio debido a su peso y la chica cayó de espaldas al suelo.



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En el texto hay: angeles, juvenil, aventura

Editado: 07.04.2019

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