- Deeanna -
¡PRIMER DIA EN LA ISLA! De costumbre casi no dormí, pero no me importa porque el amanecer se vio asombroso desde mi ventana, como el sol iluminaba poco a poco las nubes en el cielo y se iba reflejando en la piscina y las aves empezaron a cantar como si estuvieran agradeciendo ver un día más la luz del sol. Aunque la noche estuvo un poco fría en cuanto el cielo se iluminó comenzó el cálido clima característico de Hawaii.
Antes de bajar al desayuno tomé un baño pero cuando estaba dentro me arrepentí, seguramente por la tarde me volvería a bañar al sentir mi piel chiclosa por el calor de todo el día. Tome el vestido más ligero que encontré en mi equipaje y gracias al cabello corto no me tengo que preocupar más que por peinarlo - de lo contrario mis ondas se verían como un terrible día de frizz - tome las zapatillas de viaje y fui directo a la cocina.
Dia bonito, clima agradable, humor al cien, lista del día en el bolsillo y con gran apetito; este día está comenzando de maravilla... y por desgracia no durara así mucho tiempo, esperaba que solo hubiera sido un mal sueño, pero no, el mal sueño estaba sentado con una taza de café en el comedor.
- Al fin despiertas
- Y tú sigues aquí, esperaba solo haberlo soñado - él no saluda yo tampoco - y para tu información hablas mientras duermes.
- Ajá - tomó un sorbo de su taza - no hay manera que sepas eso.
- Tristemente, Félix, estoy despierta desde las tres de la mañana - tome asiento - y tu conversación con Nathen de los sueños era lo más entretenido que tenía para hacer.
- ¿Nathen?
- Yo que voy a saber era tu sueño
Fría mirada, ceño fruncido, mandíbula tensa y gruñidos en respuesta es señal que cierta persona se levantó con el pie equivocado esta mañana, y creo que siempre que nos topamos casualmente el lado correcto de la cama no está disponible.
No quiero que todas mis mañana sean así, espero que Blear venga pronto.
Hablando de mi querida hermana, sigue sin contestar. Mil mensajes, trescientas calcomanías, ochenta y tres llamadas y mensajes de voz y siguen sin mostrar señales de vida; no dramatizo, conté cada uno de ellos cuando la rabia no me dejaba dormir anoche.
Llamé a mi padre y a Marcus y nada, es como si no tuvieran registrado mi número; me fui de vacaciones eso no quiere decir que se tomen vacaciones de mi ¿o sí? Bueno y aunque así fuera, si recibes más de tres llamadas de tu hija o de tu hermana ya es porque algo le pasa, ni hablar de tener registradas ochenta y tres, es como cuando tienes trece llamadas perdidas de tu mama, sabes que o regresas la llamada o te atienes a lo que te espera a llegar a casa.
- Nā ʻānela lani* - (*ángeles del cielo) nos sorprendió Ailiani al entrar desde la cocina, qué bueno porque el silencio era incómodo - ¡Que madrugadores son!
- Ailani, ¿a que hora llegaste? - me sorprende que esté aquí a las siete de la mañana, creí que su horario empezaba a las nueve, tal vez cambió cuando avisaron de nuestro viaje.
- Liʻiliʻi* - (*pequeña) contestó como si fuera lo más obvio del mundo - dormí aquí ¿recuerdas?
¿Durmió aquí? Pero creí que se había ido a casa.
Repasemos: llegó Félix, peleamos como de costumbre, entré en crisis, llamé como loca a mi familia, lancé toda almohada de mi habitación y ahí está "no te dejare sola con un hombre en la casa, menos cuando te afecta tanto su llegada". Dulce señora Ailiani, me salvó de un gran drama por la noche y creo que con todo lo sucedido me había olvidado de eso.
- Ah cierto, no confiabas en este
- ¿Perdón? - contestó indignado, es la primera vez que habla desde que ella salió de la cocina - pues cara de que tengo ¿delincuente o qué?
- Bueno... una pelea de entrada no le da buena espina a nadie
- Pero si tu fuiste la que comenzó
- Ojo, yo pregunte que hacías aquí y señor delicado se lo tomó a mal y contestó a la defensiva
- Oh no, aquí van de nuevo - intervino Ailiani antes de que siguiéramos, nos callamos - van a desayunar huevos o panqueques con fruta
- Huevos - dijo él
- Panqueques, gracias - dije yo a la vez
- ¿Uno y uno entonces? - pregunto confusa, creo que esta acostumbrada a cuando veníamos de comer todos lo mismo
- Mucho trabajo, creo que nos podemos poner de acuerdo - contesté
- Siempre desayuno huevos hervidos - ordenó Félix
- Pero qué intransigente - susurré, aunque creo que fue lo suficientemente alto para que el escuchara, no me gustan los huevos hervidos, pero ya que - ni modo, dos de eso por favor Ailiani.
Solo me vio extraño y regreso a la cocina aun dudando para ver si me arrepentía y escogía los panqueques. El silencio siguió reinando en la gran habitación, generalmente cuando no hay tantos comemos en la isla de la cocina pero el señor frío decidió quedarse solo en la gran habitación como si fuera el ser más importante de la existencia, pero no puedo criticar porque ahí fui yo a seguirle el paso y me senté frente a él.
- Si quieres esas cosas las hubieras pedido - rompió el silencio
- Comprendo que no frecuentan este lugar pero esto no es un restaurante o un hotel
- Es su trabajo - claro es de los que se creen superiores a los servidores
- ¿Has oído la frase: "Aunque les servimos no somos sus sirvientes"? - conteste seria - ella está aquí solo para mantener la casa en buen estado mientras está en desuso, mucho está haciendo con cocinar para nosotros porque eso nos toca a nosotros, ni siquiera debería estar aquí para limpiar o algo más porque mientras estemos aquí la casa y todo lo que conlleva es nuestra responsabilidad. La casa fue comprada por nuestros padres para pasar tiempo en familia y enseñarnos la vida sin los lujos de Nueva York, es decir: no personal de limpieza, no cocineros, no guardias de seguridad, ni jardineros.
- Es juego ¿no? - se rió por lo bajo - Parte de tu discusión matutina quizás
- Félix, hablo muy en serio ¿Que tu padre no te lo dijo? no sé en algún momento o antes del viaje tal vez