- Deeanna -
El sol iluminaba casi por completo la habitación, las cortinas estaban totalmente amarradas a los costados de la ventana con los vidrios superiores abiertos ventilando la habitación, la brisa era ligera y fresca. Cuando desperté el reloj marcaba más de las nueve de la mañana, no entiendo como alcance a dormir tanto, quizás el cansancio, quizás el miedo a despertar en ese horrible lugar, quizás simplemente los años de insomnio pasaron factura; lo más increíble que ni la hora ni la luz mucho menos el aire fueron lo que me espabilaron de los sueños, fue el olor de la cocina.
Como si fuera un ratón de caricatura seguí el aroma hasta la cocina con la cabeza llena de recuerdos, con imágenes de lo que podría llegar a encontrar ilusionándome, no podía ser nadie más después de todo ella era la única que podía hacer que la casa oliera tan exquisito para el desayuno.
Baje las escaleras y camine directo a la cocina, ni siquiera revise si Félix estaba en el comedor como ayer solo quería encontrarla parada frente a la estufa haciendo magia con los sartenes y las especias. Cruce el umbral viendo fugazmente a esa persona que volteaba hacia mi antes de que el brillo del sol por la ventana me deslumbrara.
- Al fin despiertas, pequeña Deanna
¿Pequeña Deanna? El único que me llama así es… No. Pero no era posible, el olor era el mismo, los movimientos también ¿Cómo era posible que no fuera ella? Que estuviera él en su lugar. Supongo que mi cabeza aún no se recupera de anoche, aun me juega bromas cuando me ilusiona.
- ¡Deanna! - estaba parado frente a mí con los ojos abiertos en alerta - ¿Estás bien?
- ¿Félix?
- Creo que aun estás medio dormida - pasó sus pulgares por mis pómulos, limpiando lágrimas que no sabía que estaba derramando - ¿Todo en orden?
- ¿Cómo es que… ¿Cómo es que lo hiciste?
- ¿Cómo hice que? - solo vi hacia la estufa - ¿el desayuno? No me digas que creíste que un hombre que vivía solo no sabía cocinar
- No… -aunque tiene un punto - Bueno si, pensé que comprabas tu desayuno camino a la oficina.
El solo se río por lo bajo mostrando una sonrisa de lado, pero por increíble que parezca eso me sacó de la desilusión, deje de ser un zombi, y aproveché a darle un pequeño golpe en el hombro siguiéndole el juego en venganza de reírse de mí y sonriendo con él.
- Supongo que eso me saco por pensar lo mismo de ti - rio otro poco - solo es un omelette, recuerdo que tú… am... tu familia lo preparaba los fines de semana después de las clases de natación.
- Ni siquiera a mí me sale igual que a ella. Contigo incluso el olor, la forma de prepararlo, era igual a ella.
- Bueno esperemos que sepa tan bien - se encogió de hombros y me examinó fugazmente y me señaló - ¿te cambiaras primero o comemos?
Cómo no me di cuenta estaba en pijama, qué vergüenza, ni siquiera mi hermana me ha visto en pijama, no me gusta salir de mi habitación hasta estar vestida y aseada, no me visto para dormir hasta que estoy encerrada en mi habitación y ahora Félix me vio en shorts para dormir, una camiseta llena de pequeñas barras de chocolate y sin bata.
Cuando regrese vestida decentemente Félix había arreglado la isla con varias cosas para el desayuno: ya había puesto fruta, vasos con jugo que ni idea de donde saco, un poco de pan tostado que como cosa rara no estaba quemado y estoy segura de que lo que está en las porcelanas más pequeñas es queso.
- ¿Cuándo llegan los demás invitados?
- ¿Invitados?
- Bueno, preparaste comida como para un banquete - me reí por lo bajo, ayer dijo que comía mucho y hoy prepara todo esto - Supongo que habrá más de dos personas ¿no?
Vi que infló las mejillas conteniendo aire, pero cuando no lo logró una sonora carcajada resonó en la sala por un par de segundo hasta hundirse en una risita baja acompañada de una negación de cabeza chistosa.
Después de dar las gracias comenzamos a comer, pero en cuanto le di un mordisco al omelette que preparó mis ojos se llenaron de lágrimas, era exactamente como el de ella: el olor, el sabor, me atrevería a decir que incluso su magia. Quería preguntarle, quería saber dónde había encontrado su receta o a qué demonio le vendió su alma para lograrlo; es decir, soy su hija y cuando intento prepararlo no sabe tan bien.
Pero no pude, no podía dejar de comer, no quería perder esa sensación en el paladar y mucho menos que me arruine el momento con una de sus respuestas cortantes. Solo quería quedarme ahí, imaginar que tenía de nuevo 8 años y estábamos sentados en la isla de mi departamento después de natación viendo como lo preparaba y en cuanto tocaba tierra encajaba el tenedor para crear hilos con el queso.
- Oye, sé que sabe mal pero no tanto para que llores - me sacó del recuerdo, del dulce pasado - ¿de verdad está tan mal?
- No - negué con la cabeza varias veces - este, este es su omelette. Y me dan ganas de matarte porque te sale perfecto y a mi no.
- Supongo que hay tiempo para que te… - el sonido de su celular lo interrumpió, se negó un instante a no contestar y cuando la llamada se perdió estaba dispuesto a seguir cuando la llamada entró de nuevo; tomó el teléfono y se levantó - disculpa un segundo.
Dicho eso se fue, y no se veía muy feliz. Aunque nunca lo ha estado cuando lo he visto al teléfono.
Supuse que no tardaría más de 10 minutos, quizás 15; después de todo estaba de vacaciones no se supone que la oficina te moleste ese tiempo. Pero cuando no regresó a la media hora decidí terminar de comer, ya estaba frío pero no me perdería la comida más importante del día, aun mas estando tan rica.
Espere otra media hora por si volvía para acompañarlo y que no comiera solo, después de todo preparo el desayuno lo menos que puedo hacer es calentarlo y acompañarlo. Tampoco volvió. Levante todo, lo puse en tuppers y lo dejé en uno de los gabinetes para después.
Cuando subí las escaleras escuchaba gritos desde su habitación, por un segundo me plantee ir a ver si estaba bien, pero recordando lo de anoche no creo que sea lo más sensato. Me cepille los dientes y tome la libreta con el mapa, seguramente Blear si se aparecerá hoy así que debía terminar el itinerario. Al salir todo estaba en silencio, me asomé al marco de la puerta y Félix seguía al teléfono, solo que esta vez solo escuchaba y hacía muecas de molestia a cada segundo.