Alpha Cruel.

Secuestrada por mi mate

       

          Alexia Keynes          

Pase las manos por mi cara. Me miro una vez más en el espejo de mi cuarto, mi mejilla tiene un feo moretón. Mi papá me golpeó ayer, Deborah le dijo que estaba coqueteando con su novio, que le quiero quitar todo lo que ella tiene. Y era una mentira, por error choque con él cuando salí de mi cuarto y ella nos vio.

Maldita arpía. Pero claro, era más fácil decirle a mi papá que su hija estaba coqueteando con su novio que ni siquiera bonito es, es un ogro bueno para nada que se la vive metido aquí.

Hace media hora regresamos con mi hermano del club. Me lo pasé de lo mejor, sin embargo, la mirada de ése tipo me perturba, esos ojos amarillos que no se movían de mí. Debería dejar de ser tan preocupada.

Me meto a la cama luego de unos minutos, mañana será un día muy largo, no nada más porque tengo que asistir al colegio, si no porque mañana es la fiesta de mi hermanastra. Y como siempre, hará una de las mejores fiestas de Winston. Todas las demás manadas vienen al tener en cuenta que es hija de mi papá, nuestra manada Bloody Moon es una de las mejores.

Somos fuertes y ágiles.

Creo que ese «somos» me queda grande a mí.

Me coloco los audífonos y me cubro con las sábanas. A veces quisiera agarrar del pelo a mi hermanastra y su madre y darles una patada en el culo fuera de mi casa, pero así de rápido como llega la valentía, así de rápido se va.

Abrí los ojos asustada, pegue un salto en la cama y enciendo la luz de la lámpara. Frotó mis ojos con un poco de sueño, tome el reloj y miré la hora. Son las dos de la mañana ¿qué ha sido ese fuerte ruido en la sala?

Dudo mucho que sea alguien que viva en la casa. Jordán dijo que estaba muy cansado, lo que me hace descartar la idea de que sea él quien anda aparatando. Moví las sábanas de mi cuerpo, el único ruido que se escucha es mi respiración agitada y el sonido de la cama al levantarme.

−Papá ¿Eres tú? −abrí la puerta, toda la casa está en oscuridad completa. No hay luz ni siquiera de luna. Parece una noche aterradora.

−¡Alexia, vete ahora! −demasiado tarde para reaccionar.

Mi cuerpo es estampado bruscamente en la pared, y una mano fría y grande rodea mi cuello dando un pequeño apretón.

Sentir lo helado de esa mano pesada me manda escalofríos a cada diminuto músculo de mi cuerpo. Respiro entrecortada, asustada. Aterrada intento quitarla, parece una mano de cemento.

Las luces se encienden como por arte de magia, y miro la escena horrorizada.

Eloise está en el suelo con un hilo de sangre en su boca, mi papá y Jordán están amarrados con cadenas de plata y Deborah es sostenida del cuello por otro de los hombres alrededor.

Hay más de cuatro hombres y uno de espaldas a mi, que, es alto y por lo poco que puedo ver, es fuerte. Ve fijo una foto mía que hay en la pequeña mesa de noche. Esa foto tiene casi dos años de estar allí. ¿Por qué la ve tanto? ¿Y quién demonios es?

−Nunca me habías dicho que tenías una hermana pequeña, Jordán −su voz es tan insípida y socarrona. Hay algo extraño, demasiado raro −Es linda.

−Con ella no te metas −gruñe mi papá, aunque creo muy poco que se trate de mi a quién defiende −Dile que suelte a mi hija, no sé qué quieres en mi casa. No hay nada tuyo aquí, nada te pertenece.

−Quiero venganza.

Se voltea y ahora si puedo ver sus ojos ¡Santo Dios de la papaya! Sus ojos son tan azules que en una noche sin luz serían como dos perfectos focos. Su cabello es castaño y es pero muy alto, tiene facciones duras, tiene el aspecto de chico malo. Me mira, directo a los ojos, intentando meterse a mis pensamientos y saber lo que estoy pensando ahora. Su mirada es un taladro.

Mi boca se seca. Y un frío se instala en la parte de mi nuca. Es una mala sensación, la misma que me perturba cuando van haber más problemas alrededor de mi mundo.

—Alpha —gruñe mi hermano ¿¡él es el Alpha!? —Ella no tiene nada que ver en esto, así que déjala ir, acaba conmigo si quieres herir a alguien, pero ella no.

Me mira fijo, tanto que siento que me sacara los ojos y me los hará sangrar. Trato de que ése tipo me suelte cuando el alfa se aproxima más hacia mi. No te acerques a mí, muchachote. Hago mi cabeza hacia atrás.

Me doy por muerta, quiero que en mi lápida escriban «¡Les dije que estaba enferma!»

¿Qué es lo que quiere? ¿Dé cuál venganza está hablando? Siempre terminó embarrada en mierdas que no son mías, esto de los problemas me persiguen. ¿Yo qué carajos tengo que ver con ésto? A mi me llueven las putas desgracias.

Su aroma invade mi espacio personal, algo extraño se remueve dentro de mi, su aroma descontrola mis sentidos. ¿Qué es lo que pasa? Nunca antes lo había sentido.

—Vaya, vaya —sonrío mostrando sus dientes blancos, perfectamente alineados como perlas —A qué no adivinas quién es mi luna, Jordán. Increíble ¿no? Quién me iba a decir algo así.

Jordán me mira con impotencia y luego a él. Todo hace clic dentro de mi cabeza.

Soy la mate del alfa.

No, me niego. Seguro es una pesadilla y pronto voy a despertar en mi cama. Eso me pasa por dejarme puestos los cascos de la música, cuento hasta tres y abro los ojos, pero sigo en el mismo lugar. Con las mismas personas, lastimosamente.

—¡No le vas hacer lo mismo! —grito mi hermano, con tanta rabia y miedo a la vez. Se siente impotente, lo siento. —¡No le harás nada entiendes! ¡Ella no! No dejaré que pase una vez más. ¡Con Alexia no te meterás!

—Te dije que algún día me la ibas a pagar maldito traidor, te lo dije y yo siempre cumplo con mi palabra. Debiste saber que iba a volver por ti.

Le da un golpe en el rostro que deja a mi hermano en el suelo y con un río de sangre que sale de su boca. Pero que mágicamente se cura en cuestión de un par de segundos.

—¡No!—grite, luchando con el tipo para que me suelte—No lo lastimes.

El alfa se voltea hacia mí, mis huesos se hielan al ver su mirada tan fría y malvada. Carece de sentimiento alguno, podría congelarme al estar cerca de un témpano de hielo. Jordán me defiende siempre a mi y me duele que alguien venga y lo lastime.




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