Hacia una buena tarde aquel día en Madrid. Caminaba yo con cierta prisa e impaciencia por aquellas transitadas calles. Hoy iba a volver a encontrarme con unos viejos amigos a los que hacía tiempo que no veía y la verdad, tenía ganas de saludarles. Me pare en el semáforo situado enfrente del café donde habíamos quedado y observando las cristaleras pude divisarlos dentro, sentados tranquilamente al lado de la ventana. Se percataron de mi presencia y me lanzaron varios saludos con la mano que respondí con cierto entusiasmo y desconcierto. Era insólito que por una vez fueran puntuales y yo fuera el último en llegar. Cruce la calle con rapidez y entre al café, dirigiéndome a su mesa.
–Estás perdiendo facultades con los años Alejandro –me dijo Maragall con una amplia sonrisa al verme tras lo cual se ajustó las gafas como de costumbre.
– ¿Que ha sido de aquel tipo que siempre le cabreaba que llegáramos tarde?– añadió Marta con una sonrisa socarrona. Los dos se levantaron para saludarme efusivamente.
–Lo siento, las cosas andan algo liadas por el trabajo –me excuse mientras tomaba asiento. Enseguida comenzamos a hablar sobre cómo nos iba, sobre nuestros planes y a ponernos al día en general. De cómo echábamos de menos Sevilla y esas cervecitas al lado del Guadalquivir, tras las cuales llegaban aquellas noches interminables de discoteca y fiesta. Fue entonces cuando mi hermano entro en la conversación:
– ¿Y Pedro como esta? –pregunto Marta. Se notaba preocupación en su voz, todavía le quería.
– ¿Sigue con las cosas de ocultismo y cartas astrales? –pregunto justo después Maragall ajustándose las gafas de nuevo.
–Pues sigue desempleado y por lo que me a contado mi madre, últimamente apenas busca trabajo –fui sincero. Podría haber adornado la situación un poco pero pensé que lo mejor era decirles la verdad aunque luego, me di cuenta que hubiera sido mejor callarme –.Y sí; sigue con esa basura de las estrellas–
–Me apena mucho oír eso, antes era el más activo de todos nosotros –manifestó Maragall con cierto aire melancólico en su voz mientras se tocaba de el mentón.
–Quizás deberíamos ir a hacerle una visita –añadió Marta, su voz era una mezcla de preocupación con un barniz de tristeza–.Yo tengo libre el fin de semana que viene. Podríamos bajar y salir los 4 juntos de nuevo, como en los viejos tiempos, incluso podríamos ir al cortijo de tus padres a hacer una barbacoa.
–Yo el fin de semana que viene trabajo el sábado por lo que no podre bajar. –Me excuse pero la verdad es que no tenía ganas de ver a mi hermano ni hablar con él.
–Yo estoy muy liado también últimamente, lo siento pero tengo que declinar la propuesta por mi parte. –Maragall tampoco parecía estar por la labor.
–Aun así bajare a Sevilla, hace tiempo que no veo a mis padres. Si tengo tiempo me pasare por su casa a ver como esta –declaro Marta, parecía ya decidida a hacerlo. Siempre que se le mete algo en la cabeza es difícil hacerla cambiar de opinión.
–De todos modos llámale antes mejor aunque no sé si te cogerá el teléfono, a mí solo me habla por mensajes –la informe en un vano intento de persuadirla pero sabía que sería en vano, conocía esa mirada suya y sabía que era ya imposible.
-Voy mandándole un mensaje-dijo mientras sacaba el móvil. El silencio se hizo pero rápidamente la conversación siguió, tomando otros derroteros. Unas horas más tarde y tras un par de cañas nos despedimos. Maragall se fue en su coche mientras que Marta y yo fuimos juntos andando hasta el metro.
–Entonces ¿de verdad iras a ver a mi hermano?-pregunte por última vez.
–Sí, creo que le vendrá bien salir un poco de su casa-me respondió mirando su móvil. Parecía que todavía no tenía respuesta
–Puede que sea lo mejor. –Realmente no sabía que decirle. Tenía una extraña sensación que me removía por dentro pero decidí tragarme mis palabras y simplemente dije–. A ver si espabila un poco.
Debí decirle que desistiera pero en lugar de eso la motive a hacerlo, algo dentro de mí me decía que debía detenerla. Mi hermano, por desgracia, no era una buena influencia para nadie y menos para una chica con un futuro tan prometedor como Marta. Nos despedimos finalmente en los túneles del metro ya que íbamos por líneas diferentes. Esa fue la última vez que vi a Marta con vida.
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Editado: 19.12.2018