Aparque a los pies del bloque de apartamentos y baje corriendo del coche, dirigiéndome a las verjas de la entrada. Entre con rapidez usando la copia de la llave que tenían mis padres y sin detenerme me monte en el ascensor rumbo a la 6º planta, donde vive mi hermano.
Todo me dio mala espina desde que Marta nos envió por el grupo una imagen de ella y Pedro en su casa tomando una cerveza. Por alguna razón mi hermano tenía un parche negro en su ojo izquierdo. Al principio pensé que era una coña y no le di importancia, pero han pasado 5 días y desde entonces, su móvil estaba apagado y he sido incapaz de contactar con Marta y con él. Llame a la empresa de Marta pero no sabían su paradero. Tampoco sus padres a los que decidí no preocupar y me invente una excusa para ocultar de momento el motivo de mi llamada. La ansiedad empezó a tomar el control sobre mí y seguí intentando localizarles. Mis padres y amigos también estaban desconcertados, así que sin pensarlo dos veces puse rumbo a Sevilla. Sé que debería confiar en mi hermano pero desde hace años es como si fuera una persona diferente, extraña, no es el mismo con el que me crie. Su mirada perdida, el consumo continuo de estupefacientes y sus constantes desvaríos e insensateces me hacen pensar lo peor. Solo espero estar equivocado.
Las puertas metálicas del ascensor se abrieron y yo corrí por el estrecho pasillo hasta al apartamento de mi hermano. Abrí la puerta y fui recibido por un hedor horrible que me produjo una tos incontrolable. Era como si hubiera algo pudriéndose. El apartamento estaba totalmente a oscuras, encendí la luz y grite: – ¡Pedro!, ¡Marta! ¿Estáis en casa? –Mientras me adentraba en el interior del domicilio. Las persianas estaban bajadas y se acumulaba cierto polvo en los muebles, parecía que no había entrado nadie en unos días. Cuando llegue a la cocina vi varias botellas de diversos licores vacías, así como múltiples latas de cerveza de marcas baratas. Mire por si la basura era la causante del insoportable olor pero me equivoque, estaba vacía. Tras comprobar que estaba solo decidí abrir las ventanas y subir las persianas; la luz mortecina de la tarde me ayudaría a buscar mejor alguna pista.
Entonces fue cuando me percate del cuarto de baño. Era algo de lo que no me había fijado al entrar. Había manchas rojas al lado del retrete y parecía que el hedor provenía del mismo. Conforme me acercaba al excusado me empezó a invadir una sensación de angustia y pesadez indescriptibles. Sentía que incluso mi corazón podía estallar en mil pedazos al ver el contenido de aquella vieja taza del váter. Con miedo, empecé a levantar poco a poco la tapa de plástico blanco. Inmediatamente tuve una arcada que me costó bastante evitar que se convirtiera en vomito. Tosí violentamente unas cuantas veces, llenándome los ojos de lágrimas. Aun así, volví a mirar en cuanto pude recomponerme. Un color rojo negruzco impregnaba el interior, y en el centro, un montón enorme de pelos negros, de entre los cuales, sobresalían lo que parecían patas de cangrejo o algún animal similar, de un color blanquecino. Mi mente estaba en blanco, incapaz de formular una razón lógica a que era eso que estaba en el baño de mi hermano, pero en parte, me sentí aliviado, ya que Marta era pelirroja por lo que los pelos no podían ser suyos. Cogí la escobilla tapándome con una mano la nariz e intente mover los pelos, para ver si podía apreciar algo más. Comencé a remover y entonces, pegue un grito ante el horror que se me revelo. Un ojo, de iris marrón asomo entre las patas de cangrejo y los pelos negros. Deje la escobilla y salí al pasillo, tosiendo; note como entre la tos incluso me salió algo de sangre de la boca, producto de los fuertes estornudos a los que estaba sometiendo mi garganta. Inmediatamente, mientras me recuperaba, encendí el móvil y fui corriendo a la foto que Marta había mandado. En cuanto la abrí mis rodillas cedieron ante el suelo, sus ojos también eran marrones. Allí me quede, sentado de rodillas durante un rato que fue una eternidad, en aquel pasillo dominado por el polvo hasta que las fuerzas y la mente, volvieron a encender mi cuerpo al recordar una cosa. Mi hermano también tenía ojos marrones.
Inmediatamente me levante y me dirigí a su cuarto. Ya lo había verificado antes pero ahora, debía investigarlo a fondo, necesitaba respuestas. Comencé a buscar por todas partes. Su ordenador no funcionaba y su escritorio estaba totalmente vacío así que revise su estantería, tras rebuscar entre libros de esoterismo oriental, autoayuda, astrología, mapas estelares y antiguos manuales de la universidad encontré su diario, el cual comencé a leer. Pase con rapidez las paginas viéndolas muy por encima, en algunas había dibujos de flores, relatando un día normal y, en el siguiente, grabados de lo que parecían ser constelaciones e incluso, un extraño ojo, o era una estrella, con el nombre debajo de Alphaboros. Seguí pasando rápidamente las páginas hasta que llegue a la última escrita, fechada en el miércoles pasado, tres días antes de que llegara Marta. Atentamente comencé a leer:
“Parece que mi fin de semana de observación ha sido alterado por un imprevisto. Marta me ha llamado, diciendo que quiere pasar el sábado conmigo. Supongo que no le importara que vayamos al cortijo de mis abuelos. Así podré mostrarle mi gran hallazgo, a Alphaboros. El descubrimiento que me hará vivir eternamente. A ver si así comienzan a respetarme de una vez todos esos idiotas que tengo por familia.
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Editado: 19.12.2018