Alquilar El Alma Al Diablo

Capítulo nueve: Indicaciones básicas

Señorita Leroy, si estás leyendo esto, es porque estoy muerta.

Tengo la sensación de que moriré siendo la asistente del señor Lukác.

Si encontraste esto, significa que has descubierto el testamento que dejé en mi closet, entre mi cesta de pantis de seda fría. Sé que el jefe tiene cierta aversión por la ropa interior sucia, así que es una “caja de seguridad” infalible. 

Lo que diré a continuación es confidencial, casi un secreto de estado.

 No creo que exista una persona que pueda asumir el cargo de asistente del señor Damien. La persona que asuma este cargo debe ser fría, recta, casi un robot sin sentimientos, capaz de acatar cualquier orden, por más descabellada que sea, sin rechistar. Considero que es la mujer perfecta para el trabajo, por eso la puse bajo mi ala. Estuvo en el servicio militar por cuatro años, estudió unos cuantos años en medicina, también dejó a la mitad una carrera de ingeniería, dejó un curso de enfermería a la mitad y toca un poco la guitarra y trabaja muy bien bajo presión. ¡Usted podrá hacerlo!
 

Espero que, para cuando lea esto, hayamos tenido el tiempo suficiente para entrenarte. Eres inteligente, eficaz, rápida, apasionada y, sobre todo, tienes una profunda admiración por el jefe que te ayudará a no rendirte tan fácilmente con él. Pues…, vas a necesitar mucho de esa admiración.

Con afecto, Reina

P.D.:Por favor, queme mis pantis y mis fotos editadas con Chayanne y Jean-Claude Van Damme.



 

Dejó a un lado la hoja y abrió el pequeño librito que su jefe le había entregado.

 

Indicaciones básicas. (Escritas personalmente por el señor Damien Lukác)

 

Debes estar media hora antes en mi casa para comenzar con el trabajo. Le tomará mucho tiempo llegar hasta mi casa. Te recomiendo que vivas en la casa junto al faro. Ahora la habitación de la señora Reina está desocupada. Puedes personalizarla como guste para quedarse cuando sea necesario.

Suelo desayunar un batido con cualquier cosa verde, proteína, una taza de leche de treinta mililitros y cincuenta mililitros de agua. Las tazas de medidas están en la cocina, al lado de la licuadora. Prepare su desayuno mientras licua, luego no tendrá tiempo de comer.

 Deberá entregarme el periódico. Julian se lo dará en la mañana. Déjelo sobre la mesa, junto con el batido.

Nos vamos en mi auto a comenzar con la rutina del día. Debe alistar el cronograma y enunciar todo lo que se hará durante el día.

Programe cada reunión y coordinadas de manera que no interfieran con alguna actividad personal. No me gustan las sorpresas ni los imprevistos. Documéntese una noche antes de los trabajos para evitar cualquier contratiempo. 

La presentación es lo más importante. Vístase como si fuese la imagen de la empresa. Nunca luzca mal. 

Anote y grabe cada reunión, además de los gastos que haga durante el día. Elabore informe por separados de cada cosa y entréguemelos antes de retirarse, junto con los pendientes del día siguiente.

Estas son las instrucciones básicas. El resto de las indicaciones están por categorías. No quiero avasallar su cabeza. Irá adquiriendo experiencia con el tiempo.

Espero que podamos hacer un buen equipo.

Atentamente, Damien Lukác.

 

 

Nunca asumió que ser asistente ejecutiva fuese pan comido. Sin embargo, ser asistente de Damien Lukác era cemento de otro costal. Un costal del que ella siempre se aseguraba de romper y esparcir por todos lados, haciendo un completo desastre.

Estuvo una hora antes de que comenzara el horario laboral para familiarizarse con la cocina. El hombre cincuentón, que le había dibujado un trébol de cuatro hojas en el café, le ayudó. Se llamaba Julian y había sido el protector del faro durante veinticinco años hasta que Damien lo compró y le dio empleo para que no se quedara sin hogar. 

Preparó el batido con pepino, apio, alcachofa y todo lo verde que se le cruzara. Lo probó y casi vomitó. Recordó que le faltaba leche y al echarla se dio cuenta de que también había faltado la proteína. Mientras licuaba, olvidó que había dejado unos huevos revueltos en la estufa y corrió hacia ellos para apagarlos con algo de agua, olvidando que le había echado aceite antes. El batido se salió de la licuadora. Aforada, tomó un papel de la mesa y secó la superficie, con el corazón latiendo a mil por segundo.

—¡Buenos días! Dios, hoy el ejercicio estuvo intenso. Señorita Leroy, ¿ya se encuentra aquí? Tengo curiosidad por saber como sabe su… —Pandora jadeó al escucharlo. Miró a Damien, espantada. Su jefe estaba parado en el umbral de la puerta, luciendo ropa deportiva y sudoroso. Miró la sartén, después la licuadora y luego a ella—... batido…, verde…

—Se-señor Lukác, yo—calló, temerosa—. Le pido una disculpa. Mi rendimiento no suele ser…, así.

—¿Dónde está el periódico?

—Ah, sí. El periódico está ....—volvió a callar al notar que lo había usado para limpiar el batido. Lo miró, imperturbable.

Damien tomó el diario, quitó los restos de batido con su mano y leyó la primera plana, con el ceño fruncido. Dejó el periódico sobre la mesa y le hizo un ademán.

—Deja eso allí y sígueme. Desayunamos en el camino. Pero antes de ir a la empresa, quiero que me ayudes con algo.

—Por supuesto —dijo ella, yendo tras él.

—¿Alguna vez ha escuchado a una víbora cantar?

—¿Qué? —cuestionó incrédula. 

¿Había escuchado bien?

—Hay una leyenda centroamericana que afirma que la serpiente mortal del Amazonas, la shushupe, puede cantar. Ya varios científicos han dicho que no es así, pero quiero averiguar por mí mismo si hay una posibilidad de que una víbora cante. Tengo una en el garaje, ¿quiere acompañarme antes de ir a la empresa? Necesito que alguien lo documente con la cámara.




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