Altamar

Agosto 14, 2018

Querida Sumisión

Cuando él verano acabo, no supe más nada de ti. Jure encontrarte y contarte todo lo que sentía. Me llevo un año y varias lunas volver a caer en tus redes. Tu mirada se había vuelto sombría, no había nada en ti que me recordara a... ti.

La bebida era tu nombre y la adicción tu apellido. Me mudé a aquel lugar en busca de respuestas o solo me encontré con preguntas. Volvería a florecer la primavera o solamente te convertirás en una tristeza de verano.

Rece porque únicamente fueran las causalidades del enojo, implorando que esa no fuera tu verdadera cara. Un tiburón oculto entre un inmenso cardumen de expectativas. Mi llanto fue testigo de tus violentas palabras que se estrellaban en mí hasta que todo se trataba de silencios usando la culpa en mi contra.

En el pueblo me contaron que no volviste a ser el chico del cabello largo lleno de sueños. Tu madre había caído en prisión y muchos de mis problemas parecían absurdos delante de alguien que tuvo que crecer y adaptarse como la forma del agua.

Todo era rojo dentro de ti, el violento silencio que brotaba de tus poros lo manifestaba. Igual que esas tardes de domingos cuando la vida perdía sentido y solamente podíamos escuchar los estremecedores rayos del catatumbo asomarse por la ventana. El alcohol te volvió violento y aun así trataste de ocultarlo.

Sin embargo, y contra todo pronóstico decidí estar ahí y jurar que toda esa pesadilla algún día se acabaría y te despertaras de ese largo sueño. Ojalas no hubiéramos discutido esa noche por tu adicción para que te no hubieras entregado al mar en medio de aquella feroz tormenta.

Con esperanza, Brisa.




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