Crepúsculos exhaustos
levantan catedrales de tedio
sobre piedras rotas
y tierras enrojecidas,
legado de soles suicidas.
Rostros de gris abandono
sobre los muros ensangrentados
en esta ciudad, triste hidra
de cabezas petrificadas
en gritos de sordas urgencias.
Un tiempo ajeno al sol
donde lavamos las culpas
en el ojo muerto del Olvido,
amortajado de impotencia
y noches de congoja eternizada.