Cuando llego a la casa de Eric, él, medio inconsciente, me dice el código para entrar en su casa. Le paso un mensaje a Melis para preguntarle si lo llevo al hospital, que da la casualidad que está de guardia, pero me responde que no, que ya yo sé lo que tengo que hacer y que no lo deje solo hasta que llegue su madre, que hoy llegó a la ciudad y, según Eric, estaba resolviendo unos asuntos pendientes.
Lo llevo como puedo hacia el cuarto y busco en el botiquín algunas bolsas de agua caliente, paracetamol y un termómetro.
—Lo siento, siempre lo arruino todo.
—No digas eso, a mí no me molesta, además así ensayo para cuando sea doctora.
—Debo sentirme afortunado por ser tu primer paciente.
—Deberías.
—No tienes que quedarte si no quieres.
—Pues me voy —le digo con altanería.
—Quédate —me coge de la mano, me sienta en la cama y me abraza.
—Veamos una película, no puedo dejar que te duermas —digo recostándome en la cama junto a él.
He de admitir que, en cuanto se refiere a películas, tiene unos gustos muy... románticos. Aquí estamos viendo Sr. y Sra. Smith, posicionándonos en cada una de las partes cuando ellos discuten.
—Tú y yo tenemos una conversación pendiente, necesito que dejemos las cosas claras —dice apenas aparecen los créditos de la película, ya lo veía venir—. Yo sé que las cosas entre nosotros no han sido fáciles —intento no llorar, pero saber que lo nuestro no va a poder ser me deprime—. Pero si estamos juntos podemos solucionar nuestros problemas, confía en mí —me coge de la barbilla para que lo mire y ahí es cuando no aguanto más y empiezo a llorar desesperadamente. Es mucha la presión que he tenido que aguantar todos estos días.
—Shh —me abraza y trata de calmarme mientras me da palmaditas en la espalda—. Sabes que puedes contar conmigo.
No sé qué puedo hacer ni qué le voy a decir. En mis planes no estaba involucrarme y encariñarme tanto con este idiota.
—Necesito tiempo —le digo escurriéndome las lágrimas. Me siento tan patética.
—¿Tiempo para qué? Es que ya no entiendo nada. He hecho todo lo posible para que te sientas bien conmigo y te he demostrado de infinitas maneras mis sentimientos —se levanta de la cama, frustrado.
—Por favor, no insistas —le suplico.
—Pues si quieres tiempo, vete por esa puerta y aléjate de mí. Y no vuelvas hasta que tengas una respuesta. O si no... no vuelvas.
Me abre la puerta y recojo mis cosas. Me voy sabiendo que va a ser difícil volver a llegar a él.
🎻
Las próximas horas me las paso llorando, y todo empeora cuando Melis me llama reclamándome el hecho de que haya dejado solo a Eric, acabando este en urgencias con fiebres altísimas.
Me reconcome la culpa y me invaden las ganas de ir a verlo, pero desisto porque lo que haría sería empeorar las cosas.
Melis llega tardísimo, después de tener que quedarse en el hospital más horas de su turno por Eric.
—¿Y bien? —ese es su saludo para que le dé una justificación. Yo estoy enroscada en la cama.
—¿Está bien?
—Lo estará —toma un largo suspiro—, pero ya esto se les está saliendo de las manos y no quiero que ninguno de los dos salga perjudicado. Deberían solucionar cualquiera de las cosas en las que estén, porque esto les está haciendo daño, principalmente a Eric, con su situación, que creo que ya la sabes.
Vuelvo a llorar. No sé qué me pasa últimamente.
—Lo sé —digo entre lágrimas—, y te prometo que no volverá a pasar, me alejaré de él.
Parece que se da cuenta de lo deprimida que estoy y me abraza.
🎹
Los próximos dos días pasan lentos y es notoria la ausencia de Eric, que no ha ido a clases, creciendo mi culpa.
Los chicos parecen sospechar algo, pero no lo dicen ni hablan de él. Al parecer, él les comentó algo y yo no me atrevo a preguntarle a Melis por su salud.
Al tercer día regresa, y hay un momento en el que se cruzan nuestras miradas, pero él me ignora y se va por otro lado. No lo sigo.
Es hasta la hora del receso que nos vemos obligados a compartir lugar en la cafetería, y todos estamos tensos, ni siquiera el entusiasmo de Ailin lo corta.
En la tarde, desgraciadamente, el grupo tiene ensayo conjunto con el de Eric, y Ailin me pasa a recoger en su coche con la sorpresa de que también pasó por Aria.
—Eric está muy mal, nunca lo había visto así —me sobresalta Aria en el trayecto.
—Lo sé —Aria me mira expectante a que siga—. Estoy intentando solucionarlo.
—¿De verdad? Porque lo único que te veo hacer es ignorarlo y lastimarlo. Si de verdad lo quieres y sientes un mínimo aprecio, haz algo de una puta vez.
En ese momento llegamos al bar y me sobresalto. Es distinto que me lo digan a rajatabla, pero me lo merezco.
El ensayo transcurre rápido y tenso y me voy antes para la casa.
En cuanto llego, me monto en la moto y me dirijo a casa de Eric para hablar con su madre, que es la única que me puede aclarar todo.
Al tocar, tengo la buena (o mala) suerte de que se encuentra en casa, y la nana de Eric le avisa.
—Hola, querida. ¿A qué debo el placer?
Me invita a que me siente en un mueble.
—No sé si se acuerda, pero soy Ashley, la amiga de Eric.
—Sí, sí, me acuerdo.
—La cuestión es que mi apellido es Carspenter.
En ese momento le cambia la expresión.
—Fuera de mi casa —se para y me dice enseguida—. ¿Cómo tu madre ha tenido el atrevimiento de mandarte?
—Tranquilícese, mi madre no sabe absolutamente nada. Venir aquí ha sido mi decisión —le respondo, subiendo un poco el tono por su exaltación.
—Pues di lo que sea que tengas que decir y lárgate. No quiero volver a verte cerca de mi hijo.
—Necesito aclarar las cosas. Por casualidad, un día encontré esta foto —le enseño la foto en la que está embarazada junto a mi padre—. Y necesito que me lo aclare.
—¿Qué quieres que te aclare? —me dice con veneno— ¿El hecho de que Eric es tu hermano o que tu padre me engañó con tu mamá?