El pequeño niño sacó su cabeza por la ventana y logró observar lo más mórbido que la vida puede ofrecer. Quedó entonces petrificado. Después de tragar saliva, intentó volver en sí rápidamente para intentar contar a sus padres lo visto.
Caminó en dirección a la puerta de su habitación, notó entonces que sus piernas temblaban. Sentía frío y ganas de llorar, pero no lloraba. Finalmente cuando llegó a un solo paso de su puerta, se miró a sí mismo de arriba a abajo. No entendía que pasaba, o sí. Solo quería saber el porqué. Salió entonces de su habitación, notó que al fondo del pasillo, en la habitación de sus padres la puerta se encontraba abierta, sin nadie dentro de ella. Empezaría su tambaleo en dirección a las escaleras, tendría que bajar al primer piso, deberían de estar en la cocina, pensó.
Una vez en el primer piso de su casa, se escuchaban los gritos de sus padres, como lo pensó, se encontraban en la cocina. Después de bajar las escalas, sus pequeñas piernas ya no temblaban tanto, pudo entonces caminar rápidamente, sin embargo, seguía sin poder hablar. Llegó en frente de sus padres, intentó llamar la atención de ellos, sin triunfo alguno. Intentó gritar, no salia sonidos de su garganta, intentó entonces pegarles con todas sus fuerzas, pero sus padres se encontraban en una burbuja de ira. No notaron siquiera que su hijo se encontraba ahí.
Se le ocurrió una buena forma de llamar la atención de estos. Corrió en dirección al jardín.
Afuera del jardín, se encontraban varias camisas, estaban mojadas colgando. Una de ellas era su favorita, ya que tenía el número que correspondía a su edad y a su jugador preferido de baloncesto. En la parte de atrás de la camisa, el número 9. Ésta no fue la que escogió, prefirió agarrar la número 5. Volvió donde sus padres, que seguían discutiendo. Se puso a las espaldas de su madre, en frente de su padre; extendió la camisa mojada mostrando el número de ésta a él. Su padre por fin salió de la cólera y observó al niño sosteniendo la camisa. El niño estaba pálido, blanco totalmente. Se sorprendió y corrió hacia él. El padre angustiado lo cargó y le preguntó qué pasaba, el niño seguía sin poder hablar. El pequeño niño solo señalaba la puerta principal de la casa y el número detrás de la camisa que escogió.
Su padre se dirigió a la salida, después de soltar al niño. Una vez afuera, vio lo que había ocurrido. El número 5 había sido atropellado mientras jugaba en su triciclo.