Capítulo XXXIII — Ven conmigo

No pude dormir ni un segundo en toda la noche. Las palabras de mi madre se repetían una y otra vez en mi cabeza, simplemente no tengo nada más en qué pensar. Debo admitir que la historia es muy conveniente para mi madre, todos murieron y no hay nadie al que pueda preguntarle. Doy vueltas en la cama, reviso mi teléfono y tengo varias notificaciones, ninguna importante. Me levanto de la cama directamente al baño y vomito todo lo que no había comido, es una escena triste y mi estado es algo deplorable. Tomo una larga ducha con agua caliente.

Desearía poder decir que hoy me siento mal y no saldré de casa, pero si me siento mal debo, si o sí, salir de casa, directo al hospital, sin rechistar. Hoy parece que el tiempo avanza más lento de lo usual, es como si el reloj se hubiera cansado de avanzar. Me termino de cambiar y bajo a desayunar, para mi sorpresa veo a Noah sentado en la mesa, como si quisiera que lo acompañara. Tomo asiento frente a él y desvía la mirada de su desayuno hacia mí.

—No es que quiera entrometerme en tus asuntos, pero... ¿Qué hacía tu madre ayer aquí? Digo, ya se fué, creí que se quedaría más tiempo. —Salen las palabras de su boca, junto con un poco de cereal. Al parecer su curiosidad es más grande que cerrar la boca.

—Un imprevisto de último minuto, nada relevante. —Me limito a contestar. Un largo silencio se instaura entre nosotros y hasta cierto punto se vuelve incómodo, pero Noah le da fin huyendo hacia el instituto. De cierta forma se lo agradezco, siento que no puedo unir ni dos frases sin que me den ganas de llorar.

Salgo de casa y le indico al chofer mi destino, que es el mismo cada vez que huyo de estas cuatro paredes. El camino es el mismo de siempre, quisiera que no recorrieramos la ruta más corta, no ha pensado que tal vez prefiero hacer más largo el trayecto para ir a un lugar que me deprime, solo quisiera posponerlo. Al bajar del auto camino contando cada paso hasta llegar a la recepción, exactamente treinta pasos.

—Buenos días, señorita Violett. —Saluda calurosamente Clara. —¿Lista para el tratamiento? —Su entusiasmo es algo abrumador y ni siquiera puedo figir una sonrisa. —No pareces muy animada hoy... ¿Pasó algo? —Tomo las escaleras, sin contestar a sus preguntas. Ella me sigue muy de cerca, esperaba que usara el ascensor, aparentemente insiste más de lo usual.

En la sala, de paredes totalmente blancas, algo sucias de tanto tocarlas y sillas verdes, me pongo a pensar... Tal vez esto es algo que no quiero, ¿Por qué debo esforzarme tanto? ¿Realmente es tan necesario que viva? ¿Qué sentido tiene vivir si lo único que los medicamentos hacen es prolongar una vida de sufrimiento? ¿Por qué yo? ¿Por qué justamente ahora? No puedo evitar creer que el universo o no sé qué está conspirando en mi contra.

Creo que es la primera vez que lo comprendo, me voy a morir, no es un chiste, tampoco una broma. Me pregunto si me extrañaran o no, aunque lo cierto es que perder algo magnifica su valor. No sé que es, pero tan solo pensar que puedo hacer llorar a alguien que me importa me consume, siento tanta ira e impotencia... Osea, quiero hacer algo, pero no puedo. ¿Cómo evitar mi muerte? Cada día cientos de perdonas mueren, en algún momento yo haré parte de esas cifras.

—¿En qué tanto piensas? —Salto en mi puesto del susto y la intravenosa se mueve un poco, lastimandome en el proceso. —Llevo aquí más de diez minutos y ni me has notado. —No tengo ganas de hacer nada, me siento cansada tanto física como mentalmente. Llevo dándole vueltas al asunto con Allan desde ayer, lo único que se repite en mi mente es "Somos hermanos". —Aprecio que me ignores. —Dice irónicamente Tyler.

—Vete, no te quiero ver. —Dirijo mi mirada a la puerta, si Clara lo ve de seguro lo hecha a patadas. —Estoy molesta y no quiero desquitarme contigo. —Le explico ante su frívola mirada.

—No. —Responde instantaneamente. —Me quedaré hasta que se me de la gana... —Habla imponentemente. —O me echen del hospital... Creo que la segunda es más posible. —Me encojo de hombros, hoy solo quiero evitar a todo ser vivo que se pueda cruzar en mi camino. —No quisiera entrometerme en tu vida, pero ¿Qué tienes?

Tengo un nudo en la garganta, las palabras no me salen. —No es nada. —Siento como mis ojos se humedecen poco a poco.

Lentamente sus brazos me rodean, reconfortandome, a veces un abrazo de la persona correcta es más que suficiente para elevar el ánimo. —Si no fuera nada, no me dolería tanto verte así. —Sus palabras me desgarran el alma, ya se me había el hecho que ultimamente lo estoy lastimando facilmente. Pero tampoco le puedo decir qué es, porque no encuentro palabras apropiadas.

—Lo siento, no es mi intención. Sé que una disculpa no es suficiente, de hecho simples palabras no pueden arregal por sí solas algo... No te puedo dar una explicación que te convenza y preferiria evitar a toda costa tus molestas preguntas. —Intento safarme de su agarre, pero me apricina más contra su pecho.

—No me digas nada si así lo prefieres, solo no hagas esa expresión de como que vas a llorar, no lo soporto. —Río ante palabras tan molestas.

—Esto es extraño, algo incómodo, pero no me molesta. —Cedo finalmente ante lo que quiere y no tardo en caer dormida, ya no me siento tan expuesta como esta mañana, desearía que estos momentos no se acabaran nunca y que estuvieramos así para siempre, creo que en más de una ocasión lo he pensado, pero simplemente no me puedo cansar de estar junto a Tyler.

He estado cometiendo muchos errores, de hecho espero poder cometer aún más errores por mucho tiempo. Tal vez debería llamar a mi madre, dejar que pase un segundo más podría hacerme vacilar y mi cobardía me lo impediría. Abro los ojos luego de darle tantas vueltas al asunto y noto que ya casi se acaba la intravenosa, no tardará en venir Tina o Clara a retirarla. Tyler aún duerme en una extraña posición, me retiro cuidadosamente, como un ninja, ya que a juzgar por sus ojeras el tampoco a dormido mucho que digamos.