Alyskara - Aura Gris

Capítulo 1

Y ahí estaba él. Mi novio.

Cancelando nuestra boda a días de realizarse, porque, según sus palabras, conoció a su verdadero amor. Debería dolerme, supongo, pero el impacto de esta noticia me ha dejado enmudecida. La verdad es que no es la primera vez que me pasa.

—La amo —se escudó ante mi silencio—. Paula, tú también tienes derecho a buscar a tu verdadero amor, te libero.

Contemplé en silencio su sonrisa culpable, la forma como junta sus manos sudadas sin controlar su nerviosismo y como se muerde los labios. De seguro es porque sabe que acaba de decir una tontería.

Apenas había terminado de hablar, solo pensaba en lo absurdo que era todo esto. Acababa de confesarme que se había enamorado de otra mujer a puertas de celebrar nuestro matrimonio. Y que por esa razón ya no podía casarse conmigo.

Tensé mi rostro, bajando mi mirada con amargura hacia al plato colocado en la mesa. Ya he perdido el apetito.

Este día, Felipe me había invitado a una comida elegante, a un restaurante de lujo, algo que jamás había hecho durante todo el tiempo que llevamos juntos. No me esperaba esto, pensaba que quería darme una sorpresa al estar a días de casarnos.

—No te preocupes, yo me encargo de cancelar todo lo de la boda, me encargaré de las multas —habló intentando sonreír.

Intenta aminorar la situación, sentirse menos culpable. O eso yo pensaba cuando se colocó de pie, extendió la mano y una mujer que estaba sentada en otra mesa llegó a saludarnos.

La mujer, de cabellos claros y sonrisa perfecta, fue presentada por él como su verdadero amor. La invitó incluso a sentarse con nosotros como si fuese un encuentro de amigos. Tensé mi rostro, es un canalla sin una gota de vergüenza ni empatía. Peor que los otros.

Abrazó a la mujer, la que, al igual que él, no parecía darse cuenta de la ridícula situación.

—Entonces, se acabó —señalé quitándome el anillo barato, que fue todo lo que recibí estos tres años de noviazgo. Y colocándolo sobre la mesa para luego ponerme de pie.

—Pero no te vayas, quédate a comer con nosotros, si quieres desearnos una buena vida juntos podrías pagar la cena, sería un gesto amistoso —Felipe sonrió al decir esto.

No puedo creerlo, tenía muchas cosas que decirle, al final solo bufé de mal humor, sin responderle.

Si se pudiera dar el título de rey al hombre más descarado, Felipe ganaría el primer lugar. No me sorprende, la verdad es que siempre ha sido así. Quien siempre invitaba a comer, se encargaba de los gastos, se hacía cargo de todo, era yo. Felipe, un supuesto cantante, con su grupo de rock no aportaba ningún apoyo económico. Todo su dinero lo gastaba en su lujosa moto y salidas con sus amigos.

Contemplé con seriedad a quien ahora se ha convertido en mi exnovio antes de soltarme de su mano que sigue agarrada a mi muñeca, y sin escuchar sus palabras salí de aquel local. Gritó, dijo que era una mujer resentida por no querer pagarle la cena a él y a su nueva novia ni desearle una feliz vida juntos.

¿En qué momento se me ocurrió que sería buena idea meterme con un patán como ese?

Apenas puse un pie fuera del local, solté un suspiro amargo. Con este ya van cuatro hombres que a días de casarnos se arrepienten. Tal vez ya es hora de no seguir esperando el amor ni menos una boda. Poco a poco comienza a caer una leve llovizna, a pesar de ser primavera, la cual a los segundos comenzó a llover con fuerzas. Había traído mi paraguas, pero por correr a encontrarme con Felipe, lo dejé en la oficina.

Apresuré el paso mientras llueve cada vez con más fuerzas, pero agradecí que lloviera de esa forma. Así nadie notaría mis lágrimas. Me siento mal, triste, amargada, con una rabia y angustia que quieren huir y liberarse.

Amaba a ese tonto, e incluso soñaba con una vida juntos pese a las dificultades, creía que con amor todo se lograría. Y ahora solo me siento boba por tener esos sentimientos hacia un tipo que nunca los valoró. También por esos tres hombres, antes que él, que también rompieron mi corazón de esta forma.

Avance bajo la lluvia, olvidándome de todo lo que pasaba a mi alrededor, sin siquiera darme cuenta de que había cruzado la calle con el semáforo en rojo.

No había notado lo densa de la lluvia hasta escuchar el sonido de una campana que sonaba a lo lejos con un toque lento y repetitivo. Fue cosa de segundos que una moto, salida de la nada, apareció frenando de golpe al darse cuenta de mi presencia, casi a punto de atropellarme. Las ruedas se arrastraron por el piso haciendo a la máquina tambalear, pero su hábil conductor pudo mantenerla firme, deteniéndose solo a un paso frente a mí.

—¡¿Qué haces cruzando sin mirar?! ¡¿Estás loca?! —gritó el tipo sacándose el casco. De cabellera plateada y profundos ojos de tono azul, su atención se detuvo en mí. Nunca había visto a alguien con un cabello de ese color, y por eso no pude ocultar mi sorpresa antes de notar su mirada fija en mí. Además, es joven y atractivo, tanto que me siento atolondrada al mirarlo. En ese momento me contempló impávido, borrando todo el enojo de su semblante—. Tú...

Estaba a punto de decirme algo cuando un auto negro deportivo que venía en dirección contraria, se deslizó de golpe, haciendo sonar sus ruedas con el pavimento, amenazando con atropellar al motorista que se vio obligado a esquivarlo. El vehículo quedó detenido entre ambos, justo frente a mí.

La puerta se abrió y un apuesto hombre elegante, de cabellos negros y anteojos, extendió su mano hacia mí, con una expresión seria y autoritaria.

—¡Rápido, suba al auto! —me gritó preocupado—. ¡No lo escuche, suba!

No entiendo que quiere decir con eso último, mis ojos van del desconocido de la moto, y al hombre desconocido del vehículo. Sin saber a donde moverme, y sin ver otros autos cerca, ni siquiera a personas en los alrededores. La niebla es tan densa que no deja ver más de un par de metros.

—Tú... —repitió el de la moto, y su mirada confundida se detuvo en el hombre del vehículo negro.




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