Y ahí estaba él. Mi novio.
Cancelando nuestra boda a días de realizarse, porque, según sus palabras, conoció a quien en realidad es su verdadero amor.
El impacto de esta noticia me ha dejado enmudecida. La verdad es que aunque no es la primera vez que me pasa, me duele más que cuando mis otros novios terminaron conmigo. Con Felipe, a diferencia de mis otros novios, estábamos a una semana de casarnos.
Pensaba que con él tendríamos una familia al fin, que sería el hombre con el cual podría envejecer y tendríamos hijos y muchos nietos. Mis sueños cayeron a mis pies como un castillo de naipes.
—La amo —se escudó ante mi silencio—. Aurora, tú también tienes derecho a buscar a tu verdadero amor, te libero.
Contemplé en silencio su sonrisa culpable, la forma como junta sus manos sudadas sin controlar su nerviosismo y como se muerde los labios. De seguro es porque sabe que acaba de decir una tontería. Yo solo bajé la mirada sin poder hablar.
Solo pensaba en lo absurdo que era todo esto. Acababa de confesarme que se había enamorado de otra mujer a puertas de celebrar nuestro matrimonio. Y que por esa razón ya no podía casarse conmigo. Si siquiera supiera como me siento, no me hubiera hecho una sugerencia tan inhumana.
¿Amor verdadero? A estas alturas eso ya ha dejado de ser algo que perseguía, soy una mujer a punto de cumplir pronto los treinta años, con tres novios, los cuales han decidido no seguir conmigo.
Tensé mi rostro, bajando mi mirada con amargura hacia al plato colocado en la mesa. Ya he perdido el apetito.
Este día, Felipe me había invitado a una comida elegante, a un restaurante de lujo, algo que jamás había hecho durante todo el tiempo que llevamos juntos. No me esperaba esto, pensaba que quería darme una sorpresa al estar a días de casarnos.
—No te preocupes, yo me encargo de cancelar todo lo de la boda, me encargaré de las multas —habló intentando sonreír.
Intenta aminorar la situación, sentirse menos culpable, incluso intenta tomarme de las manos, pero no se atreve a hacerlo.
De repente se colocó de pie, extendió la mano y una mujer que estaba sentada en otra mesa llegó a saludarnos.
La mujer, de cabellos claros y sonrisa perfecta, fue presentada por él como su verdadero amor. La invitó incluso a sentarse con nosotros como si fuese un encuentro de amigos. Tensé mi rostro, no tiene una gota de empatía. Peor que los otros dos.
Abrazó a la mujer, la que, al igual que él, no parece darse cuenta de la ridícula situación.
—Entonces, se acabó —señalé quitándome el anillo, que fue una de las pocas cosas que recibí durante estos tres años de noviazgo. Y colocándolo sobre la mesa para luego ponerme de pie.
—No te vayas, quédate a comer con nosotros, si quieres desearnos una buena vida juntos podrías pagar la cena, sería un gesto amistoso —Felipe sonrió al decir esto.
Me quedé quieta, sin dar un solo paso más, dirigiéndole la mirada a ambos, ¿acaso están bromeando? ¿Pedirte eso a mí? Acaba de cortas relaciones; de decirme, a una semana de casarnos, que ya no quiere esta boda. Y para peor me presenta a la mujer con quien va a comenzar a salir, pidiéndome que les pagué la cena.
¿Qué pasa por la cabeza de este hombre? ¿Dónde está el hombre leal, dulce y cariñoso que conocí? Es como si fuese una persona totalmente distinta de quien soñaba se iría a convertir en mi esposo.
—Tienes más recursos que yo, paga la comida por mí —señalé sin mirarlos, apresurando el paso para salir pronto de ese lugar.
Creí que este sería un recuerdo inolvidable, algo que contar a nuestros futuros hijos, una cena especial días antes de casarnos, pero terminó siendo otro hombre más que rompe mi corazón sin arrepentimientos. Me mordí los labios sin soltar una lágrima, no lo haría mientras él sigue mirándome. Porque aunque le doy la espalda, siento sus ojos sobre mí.
Apenas puse un pie fuera del local, solté un suspiro amargo. Con este ya van tres hombres que me dejan. Cómo una burla del destino, como el pago de un karma de una vida pasada. Y duele, pensar que hay algo en mí que los hace verme solo como una mujer del proceso, terminando al final casándose con otras mujeres.
Tal vez ya es hora de no seguir esperando el amor ni menos una boda. Poco a poco comienza a caer una leve llovizna, a los segundos comenzó a llover con fuerzas. Había traído mi paraguas, pero por correr a encontrarme con Felipe, lo dejé en la oficina.
Apresuré el paso mientras llueve cada vez con más fuerzas, pero agradecí que lloviera de esa forma. Así nadie notaría mis lágrimas. Me siento mal, triste, amargada, con una rabia y angustia que quieren huir y liberarse.
Amaba a ese tonto, e incluso soñaba con una vida juntos pese a las dificultades, creía que con amor todo se lograría. Y ahora solo me siento boba por tener esos sentimientos hacia un tipo que nunca los valoró. También por esos otros dos hombres, antes que él, que también rompieron mi corazón de esta forma.
Llegué a mi departamento al fin, dejando caer mi cartera a un lado, mojada, y mis empapados zapatos cerca de la puerta de entrada. Fui al baño con intenciones de darme una ducha y me doy cuenta de que Felipe ya se ha llevado sus cosas. Debió hacerlo mientras yo estaba en la oficina. No está su cepillo de dientes, ni su máquina de afeitar, ni sus pantuflas.
Lo mismo con su ropa, y sus artículos personales. Debe ser difícil que haya podido llevarse todo de un solo viaje, a menos que... un objeto brillante llamó mi atención y me incliné en el piso recogiéndolo. Es un aro, yo no uso aros.
Sonreí con sarcasmo, ¿acaso se atrevió a traer a esta mujer a mi departamento?
Me di una ducha y luego de hacerlo llamé al cerrajero para que viniera lo más pronto posible a cambiar la cerradura de mi departamento. Ya que Felipe y yo ya no somos pareja, ya no habría razones para permitirle el ingreso a mi hogar. Lo mismo hice llamando al conserje del edificio.