Alyskara - Aura Gris

Capítulo 4

Desperté de un salto solo para darme cuenta de que me encuentro en una cama de sabanas negras y colcha gris. Alrededor todo luce con muebles elegantes y soberbios de tonalidades oscuras. Las lámparas a ambos lados de la enorme cama están con las luces bajas. Y en frente un enorme ventanal cubierto con persianas cerradas.

Esta no es mi habitación, ¿en dónde me encuentro? Asustada me agarró de las sábanas corroborando que toda mi ropa sigue en su lugar. Y luego intentando recordar cómo fue que llegué aquí.

Lo último que recuerdo es que mi jefe me empujó adentro de su auto y comenzó a conducir y luego... ¡¿Me quedé dormida?! Me llevé ambas manos a la cabeza sin creer que en verdad me quedé dormida mientras era secuestrada por mi desagradable jefe.

A mi favor, solo puedo decir que fue culpa del cansancio por haber trabajado hasta casi la madrugada.

—Espero que haya dormido bien —dijo mi jefe apareciendo en escena.

—¡Usted...!

Y me quedé sin palabras. Frente a mí, ese hombre está parado, secándose el cabello, y usando encima solo una diminuta toalla en la cintura que casi no deja nada para la imaginación. Alzó ambas cejas al ver mi expresión y como mis ojos bajan y se detienen en esa pequeña toalla blanca.

—¡¿Por qué...?! —me escondí debajo de las sábanas—. ¡¿Cómo se le ocurre aparecer así frente a una mujer desconocida?!

—No es desconocida, es mi torpe subordinada —señaló con seriedad.

Apreté los dientes maldiciéndolo, ¿se burla de mí?

—Usted sabe a lo que me refiero —mascullé con molestia y lo escuché reír.

¿En serio ese amargado acaba de reírse? Torcí en una mueca y me quedé bufando pensando en como salir de esta situación hasta que sentí que tiraba de las sabanas apareciendo frente mío, su rostro está tan cerca que puedo oler su aroma a shampoo y jabón.

Lo miré asustada y solo chasqueó la lengua, antes de retroceder y darme la espalda. Está usando una ropa casual que lo hace lucir mucho más joven que en la oficina. Luego empezó a hurgar en su closet.

—Vete a dar una ducha mientras caliento la cena —dijo con seriedad pasándome un piyama.

Me quedé enmudecida, ¿quedarme aquí? ¿Con él? ¿En su departamento? ¿A solas?

—No se preocupe, volveré a casa —dije colocándome de pie.

—Ya es tarde, ¿cómo va a ir a casa? —respondió cruzando los brazos.

Me reí, recuerdo que hace poco no era más que las once de la noche.

—Son la una de la madrugada —agregó saliendo de la habitación.

Lo seguí, apenas lo escuché decir eso.

—Entonces, ¿por qué me trajo a su casa y no me llevó a la mía? —le reclamé sin entender sus razones, hubiera sido más fácil que me dejara en mi casa.

Llegamos a la cocina y comenzó a preparar los platos y cubiertos. Mientras lo sigo intentando obtener sus respuestas.

—Se quedó dormida, no hubo forma de despertarla, además yo no sé en donde vive usted, ¿o cree que por ser su jefe debería saber eso?

Al preguntarme esto detuvo sus pasos y me dirigió una mirada severa.

—Debería ser más cauta, quedarse dormida en el auto de un hombre que no conoce del todo es peligroso.

—Usted me subió a su auto a la fuerza —repliqué molesta.

Parecía querer decirme algo, pero al final solo me empujó hacia el baño.

—Apresúrese en darse un baño, así podremos cenar y descansar, mañana temprano la llevo a casa a cambiarse de ropa y listo —y sin esperar mi respuesta cerró la puerta al salir.

Ahí me quedé, con un piyama en la mano, toallas limpias, y dentro de un baño blanco que contrasta con la oscura habitación. En verdad esperaba un baño negro y que gritaba "hombre" en cada rincón. Tragué saliva, pensar que él hace unos momentos se bañó acá y salió con esa toalla que casi no le cubría, me hace sentirme nerviosa.

Me di un baño, no tengo otra opción.

—Jefe, tengo un problema —señalé sin atreverme a aparecer frente a él.

—¿Qué pasa? —preguntó llevando un delantal de cocina.

Hoy puedo decir que he visto a mi jefe en más facetas de lo que he podido verlo durante estos casi cinco años que llevamos trabajando juntos.

Titubeé antes de responderle.
—Creo que su piyama me queda grande —señalé avergonzada apareciendo frente a él, solo me puse la camisa que me llega casi a las rodillas, y las mangas que cuelgan donde solo mis dedos lograr asomarse.

Se echó a reír ante mi expresión incrédula.
—¿De qué se ríe? —reclamé de inmediato.

—Jamás, en todas mis vidas anteriores, pensé que un día podría verte así —musitó entrecerrando los ojos con un gesto cariñoso que contrasta con su usual frialdad.

—No se burle de mí —musité.

—Yo creo que se ve bastante bien así —indicó dejando la comida sobre la mesa—. Venga a comer antes de que se enfríe.

Avergonzada por sus palabras, avancé con cautela hasta la mesa, tomando asiento y sintiendo el rico aroma de la carne tierna y las papas. Tengo tanta hambre que comí sin hablar, intentando comer con la misma elegancia de él. Es evidente que ha recibido una educación desde muy pequeño.

—Si te gusta puedo prepararte más —indicó con cortesía.

—¿Usted lo preparó? —le pregunté sin creerlo, esta comida es como las que he probado en esos restaurantes elegantes donde a veces los gerentes nos invitan.

—Fui chef en una de mis vidas.

Es gracioso como habla de las etapas de su vida como si hubieran sido vidas distintas. Lo miré de reojo notando su fija atención en mí, cohibida me enderecé en el asiento e intenté copiar su forma de comer.

—Podrán pasar miles de vidas, pero tú sigues siendo siempre la misma —dijo antes de pasar su dedo pulgar por el costado de mi boca—. Te has manchado con salsa aquí.

Paralizada por lo que acaba de hacer, no supe como reaccionar. Bajé la mirada y me apresuré a comer, así evito que sigamos hablando. Luego de comer me sirvió un trozo de pastel y para él solo una taza de té.

Es bastante amable en su casa a diferencia de la forma como se comporta en la oficina. Lo contemplé en silencio, y no pude evitar recordar el beso que me dio en ese sueño. Turbada me comí un trozo de pastel.




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