Alyskara - Aura Gris

Capítulo 8

Sin saber qué debería hacer. Miré desesperada a mi alrededor; no hay nadie cerca. Tomé mi teléfono pidiendo de urgencia una ambulancia mientras corro hacia la puerta. Pero apenas toqué el picaporte, sentí un fuerte dolor que me hizo soltarla de inmediato.

Tomé mi adolorida mano, aún sorprendida por lo que acaba de pasar, hasta que sentí el vidrio de los ventanales romperse en pedazos. Corrí de vuelta donde mi jefe y, sin pensarlo, lo cubrí con mi cuerpo para evitar que el vidrio pudiera herirlo.

—Siento tener que entrar así, señorita Aurora. Lo ideal es que hubiera ido a nuestro encuentro para no haber tenido que forzar las cosas así...

Al escuchar la voz masculina, alcé mi mirada y me enderecé. Los pedazos de vidrios que habían caído sobre mí se deslizaron al suelo mientras mis ojos se detenían frente al ser sobrenatural que posaba sus pies con delicadeza sobre el suelo.

Dos enormes alas blancas, de una pureza que nunca he visto antes, me deslumbraron y el ángel, con una sonrisa cálida y suave, caminó hacia nosotros. No parece peligroso. Incluso me siento en calma y tolondrada por su belleza y presencia.

En eso Brando me apretó la mano. Al hacerlo, fue como despertar de un hechizo y pude darme cuenta de que ese ángel que acaba de entrar es Miguel.

—¿Tú? —pregunté incrédula.

Es más seguro que solo sea un ángel que toma la apariencia de alguien que uno conozca, a que sea el mismo hombre jovial y amable que trabaja en esa cafetería.

—Hola, Aurora, me alegro de que me reconocieras. Es hora de irnos —dijo extendiendo su mano.

Lo quedé mirando sin reaccionar.

—¿Puedes ayudar a mi jefe? —le pregunté.

Bajó su mirada hacia el hombre que sigue en el piso con una indiferencia que no me dio buena espina. Hay algo en él que me está provocando un rechazo que no sentía antes.

—Es un ala oscura, se recuperará solo; en cambio, la persona que necesito que ayudes morirá si no vas conmigo —señaló dolido sin dejar de extender su mano hacia mí.

—No... está en condiciones... si la fuerzas a ayudar, Aurora puede morir... ¡¿Planeas otra vez causarle la muerte?!

Brando se incorporó para decir esto, pero volvió a escupir sangre. Por su rostro puedo notar que está tolerando un gran dolor. Solo hablar lo hiere más. ¿Lo está haciendo para protegerme?

—¿Aún me culpas por eso? —masculló Miguel sin mostrar expresión alguna. Luego se dirigió a mí—. Te compensaré por todo, lo prometo, solo ven conmigo. Únicamente tu poder puede darle a ella la energía que necesita.

Me tomó la mano sin que se la diera. Quise soltarme, pero su fuerza no me lo permite. Arrugué el ceño. Esto no es una invitación, es un secuestro.

—Si haces que Aurora le dé energía, vas a matarla, ¿no ves que su energía como humana es para mantenerla viva? —Y dicho esto, Brando me retuvo tomando mi muñeca.

Entre confiar en un hombre que acabo de conocer hace un par de semanas, risueño, amable y cordial, versus mi amargado jefe que conozco hace años, injusto, detestable y maleducado. No tengo otra opción.

—Diosito, perdóname por lo que haré... —murmuré, pero Miguel pareció escucharme ya que me miró confundido.

Sin pensarlo dos veces, le pegué una fuerte mordida a la mano con la cual me sostiene. Más que dolor, pareció sorprenderlo mi actitud, pero logré mi cometido. Me soltó en el acto, momento que aproveché a liberarme.

Brando, al ver esto, de inmediato me agarró de la cintura y con un rápido movimiento me llevó hasta la puerta, la cual pateó como si supiera que no puede tocar el picaporte. Ante la mirada de todos en la oficina, corrimos entre los escritorios.

—¡Ataque terrorista, todos afuera! —gritó Brando y, al verlo en el estado en que se encuentra, todos de inmediato se echaron a correr en distintas direcciones.

—¿Por qué ha armado caos? —le pregunté preocupada.

—Es necesario que salgan de aquí; si llegan los xudis nadie podrá salvarlos —habló con esfuerzo.

Nos escondimos en las escaleras de emergencia y nos quedamos ahí. Veo que mi jefe ya no tiene más fuerzas. Se apoyó en la pared respirando agitado, casi sin poder moverse.

Apreté mis labios sin saber qué vamos a hacer. Yo tampoco quiero ir con ese ángel. Escuchar la conversación que tuvo con Brando; es evidente que quiere robar mi energía para salvar la vida de otro a costa de la mía.

—¿Qué vamos a hacer?

—Espera... alguien viene en camino...

No entendí qué quiso decir. Cerró sus ojos con su mano aferrada a la mía.

—No vayas con Miguel... no vuelvas a confiar en él...

Murmuró con su respiración agitada.

—Jefe —musité con compasión.

Pero antes que dijera más, escuché unos rápidos pasos ligeros que parecen venir de las escaleras de pisos más abajo. Los pequeños saltos no parecen ser de una persona; más bien son como los de un gato.

No había terminado de pensar en eso cuando una enorme pantera negra apareció subiendo las escaleras. Me quedé paralizada por el miedo, sin ser capaz siquiera de analizar lo inverosímil de la situación.

Pero el enorme felino, de un tamaño más grande que una especie natural, inclinó su cabeza apenas llegó a nuestro lado.

Brando sonrió. Con esfuerzo se subió al lomo de la pantera sin que esta reaccionase agresiva; al contrario, incluso con una de sus patas lo ayudó a subir. Luego de eso, mi jefe extendió su mano hacia mí.

—Vamos, sube... tenemos que salir de aquí...

No hay tiempo para dudar; afuera el caos se sigue escuchando. Me apresuré a subirme al lomo, sintiendo el suave pelaje negro de la pantera, su respiración y su firmeza. Con temor subí detrás de mi jefe y me afirmé a él cerrando los ojos, asustada.

La pantera comenzó a bajar corriendo y saltando por las escaleras. Me dio tanto miedo caerme que me aferré mejor al cuerpo del felino para sostenerme.

—No temas... no caerás... —dijo Brando con los ojos cerrados, sonriendo.

Al salir del edificio por la puerta de atrás, la pantera miró preocupado a mi jefe, luego me miró a mí. No sé cómo pude entenderlo y lo ayudé a bajar a Brando de su lomo. Apenas lo hicimos, la pantera corrió a meterse detrás de un contenedor de basura y no volvió a aparecer. En su lugar, un hombre, que se acomodaba una chaqueta, se presentó. Sus ojos son de un tono amarillo, y su cabello largo y negro, que lo lleva atado en una cola detrás de su nuca. Sus cejas son gruesas y negras. Es además alto y esbelto. Pero lo más extraño es que no tiene orejas; bueno, tiene sobre el cabello dos orejas de... ¿Gato?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.